Categoría: V) Romanticismo y Realismo

Augusto Ferrán

Augusto Ferrán (Madrid, 1835-1880) escribió cantares de imitación popular, sobre el amor, el paso del tiempo, la búsqueda de la soledad… Mostró preferencia por la copla, aunque también escribió soleás y seguidillas.

LAS FATIGAS QUE SE CANTAN…

Las fatigas que se cantan
son las fatigas más grandes,
porque se cantan llorando
y las lágrimas no salen.

La soledad, I, 1860.


José Zorrilla

Paisaje de la Ribera de Manzanares, de Carlos de Haes

La poesía del escritor vallisoletano José Zorrilla (1817-1893) es representativa del Romanticismo tradicionalista y religioso. En sus poemas líricos y leyendas encontramos la misma musicalidad, fácil inventiva y colorismo que en su más famosa pieza dramática, el Don Juan Tenorio.

INTRODUCCIÓN A LOS «CANTOS DEL TROVADOR»

¿Qué se hicieron las auras deliciosas
Que henchidas de perfume se perdían
Entre los lirios y las frescas rosas
Que el huerto ameno en derredor ceñían?
Las brisas del otoño revoltosas
En rápido tropel las impelían,
Y ahogaron la estación de los amores
Entre las hojas de sus yertas flores.

Hoy al fuego de un tronco nos sentamos
En torno de la antigua chimenea,
Y acaso la ancha sombra recordamos
De aquel tizón que a nuestros pies humea.
Y hora tras hora tristes esperamos
Que pase la estación adusta y fea,
En pereza febril adormecidos
Y en las propias memorias embebidos.

En vano a los placeres avarientos
Nos lanzamos doquier, y orgías sonoras
Estremecen los ricos aposentos
Y fantásticas danzas tentadoras;
Porque antes y después caminan lentos
Los turbios días y las lentas horas,
Sin que alguna ilusión de breve instante
Del alma el sueño fugitiva encante.

Pero yo, que he pasado entre ilusiones,
Sueños de oro y de luz, mi dulce vida,
No os dejaré dormir en los salones
Donde al placer la soledad convida;
Ni esperar, revolviendo los tizones,
El yerto amigo o la falaz querida,
Sin que más esperanza os alimente
Que ir contando las horas tristemente.

Los que vivís de alcázares señores,
Venid, yo halagaré vuestra pereza;
Niñas hermosas que morís de amores,
Venid, yo encantaré vuestra belleza;
Viejos que idolatráis vuestros mayores,
Venid, yo os contaré vuestra grandeza;
Venid a oír en dulces armonías
Las sabrosas historias de otros días.

Yo soy el Trovador que vaga errante:
Si son de vuestro parque estos linderos,
No me dejéis pasar, mandad que cante;
Que yo sé de los bravos caballeros
La dama ingrata y la cautiva amante,
La cita oculta y los combates fieros
Con que a cabo llevaron sus empresas
Por hermosas esclavas y princesas.

Venid a mí, yo canto los amores;
Yo soy el trovador de los festines;
Yo ciño el arpa con vistosas flores,
Guirnalda que recojo en mil jardines;
Yo tengo el tulipán de cien colores
Que adoran de Estambul en los confines,
Y el lirio azul incógnito y campestre
Que nace y muere en el peñón silvestre.

¡Ven a mis manos, ven, arpa sonora!
¡Baja a mi mente, inspiración cristiana,
Y enciende en mí la llama creadora
Que del aliento del Querub emana!
¡Lejos de mí la historia tentadora
De ajena tierra y religión profana!
Mi voz, mi corazón, mi fantasía
La gloria cantan de la patria mía.

Venid, yo no hollaré con mis cantares
Del pueblo en que he nacido la creencia,
Respetaré su ley y sus altares;
En su desgracia a par que en su opulencia
Celebraré su fuerza o sus azares,
Y, fiel ministro de la gaya ciencia,
Levantaré mi voz consoladora
Sobre las ruinas en que España llora.

¡Tierra de amor! ¡tesoro de memorias,
Grande, opulenta y vencedora un día,
Sembrada de recuerdos y de historias,
Y hollada asaz por la fortuna impía!
Yo cantaré tus olvidadas glorias;
Que en alas de la ardiente poesía
No aspiro a más laurel ni a más hazaña
Que a una sonrisa de mi dulce España.

Cantos del Trovador, 1840-1841.


Emilio Ferrari

Ángel Caído, de Ricardo Bellver

Emilio Ferrari (Valladolid, 1850-1907), discípulo de Núñez de Arce, busca en la poesía la realidad sencilla, común, dentro de la cual hay que saber encontrar los destellos ideales. Dedicó algunas poesías burlescas a la naciente estética modernista, a la que caracterizó como gongorismo a la francesa.

LA NUEVA ESTÉTICA

Un día, sobre asuntos de la clase,
firmaron las gallinas un uckase,
y desde el Sinaí del gallinero
promulgaron su ley al mundo entero.

Disponíase allí, por de contado,
que el vuelo de las águilas robusto
debe ser condenado
como un cursi lirismo de mal gusto;
que, en vez de labrar nidos en la altura,
se escarbe, sin cesar, en la basura;
que, para dilatar los horizontes,
ras con ras decapítense los montes,
y dejando al nivel todo Himalaya,
del muladar que su corral domina,
en adelante, no haya
más vuelos que los vuelos de gallina.

Esto el volátil bando
decretó, la invención cacareando.
Mas, a pesar del alboroto, infiero
que la gente después, según costumbre,
siguió admirando al águila en la cumbre
y echando las gallinas al puchero.

Por mi camino, 1908.


Manuel del Palacio

La confesión, de Vicente Palmaroli González

El poeta ilerdense Manuel del Palacio (1831-1906) cultivó muy diversas formas poéticas: leyendas, cantares, «chispas» (próximas a las «humoradas» campoamorianas), poemas sentimentales y filosóficos, sátiras políticas… Fue uno de los grandes sonetistas de la segunda mitad del siglo XIX.

MI LIRA

En cada corazón hay una lira
cuya voz nos aflige o nos encanta;
cuando la pulsa el entusiasmo, canta;
cuando la hiere la maldad, suspira.

Ruge al contacto de la vil mentira;
el choque de la duda la quebranta,
y al soplo del amor y la fe santa,
himnos entona, con que al mundo admira.

Yo la mía probé, y estoy contento:
¡bendito tú, Señor, que me la diste
templada en la bondad y el sentimiento,

y las cuerdas en ella no pusiste
del necio orgullo, del afán violento,
del odio ruin y de la envidia triste!

Melodías íntimas, 1884.

 


Francisco Martínez de la Rosa

Mercurio, de Ramón Barba

Al granadino Francisco Martínez de la Rosa (1787-1862), autor de uno de los más célebres dramas del Romanticismo español, La conjuración de Venecia (1834), le debemos, sin embargo, una Poética en verso, continuadora, por sus postulados clasicistas, de la de Boileau.

CANTO I

DE LAS REGLAS GENERALES DE COMPOSICIÓN

(FRAGMENTO)

Si el noble anhelo de la eterna fama
que nuestros patrios vates merecieron
vuestros fogosos ánimos inflama,
no os arrojéis, oh jóvenes hispanos,
con temerario afán a la ardua empresa;
ni con incierto paso
holléis a ciegas la escabrosa vía
que a la cumbre conduce del Parnaso.
Temed antes, temblad: una es la senda,
los precipicios mil; quien en sí propio,
del arte los preceptos desdeñando,
vanamente confía,
del Ícaro tal vez remonta el vuelo;
mas deshechas las alas mal seguras,
despéñase con mengua al hondo suelo.

Si igual hado teméis, consultad antes
cien veces y otras cien las propias fuerzas,
y ved si grato el cielo
os otorgó la ardiente fantasía,
el genio creador, digno tan solo
del sacro lauro del divino Apolo.
Con tan sublime don favorecidos,
no dudéis aspirar en vuestros cantos
al digno galardón: natura bella
os mostrará las gracias, los encantos
a los ciegos profanos escondidos;
y alzando el sacro velo,
ofrecerá benigna a vuestros ojos
el propio, el solo, el único modelo.

Su fiel imitación continuo sea
vuestro estudio y solaz, sin que del arte
el duro anhelo ni el afán se vea.
desdeñando sacar una vil copia
con baja esclavitud, libre campea
el genio creador, compara, elige,
forma de mil objetos una idea;
y ornando a su placer su propia hechura,
émulo de natura,
la iguala, la corrige, la hermosea.