Categoría: Literatura puertorriqueña

Julia de Burgos

La poesía de Julia de Burgos (Puerto Rico, 1914-1953) explora, en su vertiente más política, asuntos como el pasado colonial de Puerto Rico, el legado de la esclavitud y el imperialismo estadounidense. En el resto de su producción predomina el reconocimiento del valor de la inspiración poética, la defensa del pensamiento femenino y la deconstrucción de paradigmas paternalistas.

CANCIÓN AMARGA

Nada turba mi ser, pero estoy triste.
Algo lento de sombra me golpea,
aunque casi detrás de esta agonía,
he tenido en mi mano las estrellas.

Debe ser la caricia de lo inútil,
la tristeza sin fin de ser poeta,
de cantar y cantar, sin que se rompa
la tragedia sin par de la existencia.

Ser y no querer ser… esa es la divisa,
la batalla que agota toda espera,
encontrarse, ya el alma moribunda,
que en el mísero cuerpo aún quedan fuerzas.

¡Perdóname, oh amor, si no te nombro!
Fuera de tu canción soy ala seca.
La muerte y yo dormimos juntamente…
Cantarte a ti, tan solo, me despierta.

El mar y tú, 1954, póstumo.


José de Diego y Martínez

Mi hijo Jaime, de Miguel Pou Becerra

El gran poeta de la transición del Romanticismo al Modernismo en Puerto Rico es José de Diego y Martínez (1866-1918). Concibió la poesía como medio de expresión de su vida afectiva, al mismo tiempo que como arma para combatir la opresión de su patria. Es uno de los padres del independentismo puertorriqueño.

ÚLTIMA CUERDA

Yo traje del fondo del mundo una lira curvada,
una lira curvada en un arco de flecha,
brillante, flexible, como hecha
de una hoja acerada
que puso en la lira su atávico instinto,
porque es del acero de la misma espada
que mi padre llevaba en el cinto.

Tuvo en su vario registro la nota apolínea
del himno sonoro,
que elevó a la belleza femínea
el cántico trémulo y fúlgido de una cuerda de oro;

el rígido timbre del duro diamante,
la cuerda fulmínea
del súbito apóstrofe potente y tonante;

el trino de un ave saltando en la línea
de una cuerda de plata radiosa,
que cantó la inocencia virgínea
de una fuente, un lucero, una rosa.

El son de campana,
el zumbo profundo del rum-rum de una cuerda broncínea,
que lloró con el viejo Profeta
la maldad humana,
¡anteviendo al Arcángel doliente de la honda corneta
en el último trágico día sin luz ni mañana!

Una cuerda de oscuro zafiro
en que azules memorias dormían su noche secreta,
y una cuerda de claro rubí, que el suspiro
daba al cielo en el lánguido giro
de las esperanzas y las ilusiones que perdió el poeta…

Y en el largo clamor penetrante de túrgida octava,
en el grito que rompe los vientos, como una saeta,
la cuerda más brava…

¡La cuerda que tiene alaridos de clarín guerrero,
hecha de una tripa del santo Cordero
que gime en la roca de mi Patria esclava!

Siete cuerdas que, a los golpes de mi mano,
percutían a la vez en el acero,
con murmullos de Océano:
en cadencias multiformes
exhalaban el sollozo del abismo,
los estrépitos enormes
de un oculto cataclismo
y el misterio de unas alas, de una onda, de un poema,
porque a veces, en el fondo de su música polífona,
el rugir de un anatema
terminaba en el susurro de una antífona.

Así fue… Mas hoy contemplo, como en brusca epifonema,
que los ecos de mi lira, como pájaros sin nido,
se extinguieron en el aire enrarecido
del ambiente de tormento que nos quema…
¡Cada cuerda emitió ya su última nota
seca y rota
de estallido!…
Y una solo vibra y trema,
y su nota es un balido…
¡¡Un balido del Cordero de mi Patria, en la suprema
rebeldía de su pecho desgarrado y dolorido!!

Esa cuerda está en mi mano,
y la pulso y la conservo,
y estará en mi ronca lira hasta la muerte,
como el bien más soberano,
que pudiera la fortuna dar al siervo…
¡Una cuerda larga y fuerte!
¡¡Una cuerda larga y fuerte para el cuello del tirano!!

Cantos de rebeldía, 1916.


Hjalmar Flax

Escultura de Gladys Nieves

La poesía de Hjalmar Flax (Puerto Rico, 1942), sobria, irónica, muchas veces irreverente, reflexiona sobre las trampas de la memoria, el erotismo y la creación poética.

POIESIS

Escribe el escritor y al escribir
desde la más profunda soledad
donde se empoza impuro el sedimento
del sueño y la vigilia que es su vida,
a ese rincón de olvidos, a ese sótano
secreto acude, escarba, yace, busca
consigo estar callado en su desorden,
entre sus trastos como un trasto más.
Entonces, quizá entonces, sólo a veces,
alguna oblicua luz que no le llega
de sol ni de bombilla, le relumbra
el papel sobre el cual junta sonidos,
cadencias de palabras, que no caen
desde el distante mundo sino desde
su propia sangre viva hasta su mano,
menguada ya la fuerza originaria,
dejando trazos que parecen versos.

Cuestión de oficio, 1998.


María Arrillaga

Los pecadores comerán primero, de Arnaldo Roche Rabell

Según Matos Paoli, la poesía de María Arrillaga (Puerto Rico, 1940) participa de la “desmitologización de la cultura convencional”, tanto en la reivindicación de la esencia sexual del ser humano como en su compromiso con la justicia social.

POESÍA

I

Poesía es emoción,
asombro de la vida,
cascabel que rompe el ruido de los tiempos
y
de los silencios.
Angustia de muerte
y
luz de todas las mañanas.
Como columpio que suena el aire
o un perro solo que muere
o un héroe solo muriendo.

II

Poesía es un sillón,
y lo que siente un hombre pobre.
Es un cajón donde se come,
y el vómito de la amargura cotidiana.

Es una perla dañada.
Una vieja en el cristal
reflejando los reflejos
desde convite absurdo
de pan y ojos que miran
el universo agrandarse.

III

Es la luz de la ciudad,
se la puede aceptar.
Soñar:
que ya pronto volveremos
a San Juan.
Que como perros mordiéndose
volveremos a querernos.

IV

Es la sangre de los besos en la noche
cuando mi última energía
desea la poesía
como amante fiel que me acompañe
al lecho del descanso.

Y entonces la palabra se hace carne y toma espíritu.
Junto a mí el ritmo de las voces
de todos los tiempos levantadas
de los hombres y mujeres que gritaron
del sentimiento al alma para afuera
para que no haya corazones solos.
Porque en medio del suicidio de las mentes
está el exquisito abismo de las voces compañeras
clamando al infinito
la humanidad del sueño de la nada apocalíptico.

Vida en el tiempo, 1974.


José Gautier Benítez

El estudiante, de Francisco Oller

A José Gautier Benítez (1848-1880) se le conoce como el Bécquer puertorriqueño, por ser el más alto exponente del posromanticismo en su país. Escribió poemas a la amistad, la patria, el amor y la muerte.

EL POETA

Nace, vive y adelanta
Por la senda de la vida,
Y al recibir una herida
La cítara toma y canta;

Y la turba se divierte
Con él que, fija en el cielo
La mirada, por el suelo
Do lleva el paso no advierte.

Él se queja, y mientras tanto
Se le escucha sonriendo,
Quizás a veces creyendo
Que son ardides del canto.

Y en su profunda aflicción,
De sus canciones benditas,
¡Cuántas, cuántas van escritas
Con sangre del corazón!

Aunque el genio el canto exhale
Canta al par dolor y gloria
Que el laurel de la victoria
Cuesta más de lo que vale.

Y al esparcir gloria y luz
Del mundo en el escenario,
Encuentra en él su calvario
Y su martirio en su cruz.

Si Jesús en su suplicio
Llegando el último instante,
Desencajado el semblante,
Consumado el sacrificio,

Entre el ronco vocerío
Del pueblo que le insultaba
Con dulce amor exclamaba:
«¡Perdonadlos, Padre mío!»

Si su frente desgarrada
Por la sangrienta corona
Al suelo inclina y abona
La clemencia su mirada,

También el bardo, al sentir
Que se acerca su partida
Sintiendo luchar la vida
Con las ansias del morir,

Venciendo su mal profundo
De su lecho se levanta,
Su cítara toma, y canta
Como el cisne moribundo.

Siendo aquél su último canto
De su eterna despedida,
Pura esencia de su vida
Y perfume de su llanto,

Que cuando la frente inclina
Al peso de su corona,
¡También bendice y perdona
Al mundo que le asesina!