Categoría: Literatura nicaragüense

Francisco Ruiz Udiel

En la obra del nicaragüense Francisco Ruiz Udiel (1977-2010), la poesía es transgresión del propio ser, una aventura en la que, enfrentando la soledad y la muerte del propio yo, el poeta se crea una nueva identidad.

EL POETA Y LOS SIGNOS

A Álvaro Urtecho

Uno deja de reconocer
al hombre en las palabras,
aquellas palabras que un día se levantaron
tras el peso de las piedras.

Las palabras desprenden signos
que el hombre cierne
sobre la persistente luz,
sobre la melodía que desiste en la hierba.

El olvido se filtra en cada signo,
y ese balbuceo final
—inaudible para todos—
son palabras que el hombre devuelve al mundo;
palabras que le fueron dadas al nacer,
convertidas ya en puentes, cavernas,
en hilos de arena y humo.

Algún día las palabras volverán a ser hombres,
otra vez puentes,
huellas contra el temblor de la vida,
túneles hacia la libertad.

Memorias del agua, 2011.


Michèle Najlis

Sin título, de Hugo Palma

La poesía de juventud de Michèle Najlis (Nicaragua, 1946), rebelde y exaltada, participa del sueño colectivo de la revolución. En sus últimos libros, evoluciona hacia una poesía meditativa y amorosa, formalmente más elaborada.

QUIERO UN POEMA SENCILLO Y BUENO…

Quiero un poema sencillo y bueno
como el pan,
caliente y oloroso
con ese olor de gente,
de harina,
de manos amasando
y de un gran fuego rojo en el cielo del horno.

Quiero decirte: Ven,
mi pan es tuyo
¿no ves qué manos lo amasaron?
¿no ves que un mismo amor lo ha cocido
y que mis manos y las tuyas
estuvieron juntas en la panadería?
¿No ves que venimos amasando pan
desde el primer grano que sembramos?

Ven:
compartamos el pan y la esperanza
aunque el dolor sea largo
y la angustia infinita.

El viento armado, 1969.


Claribel Alegría

Claribel Alegría (1924-2018), poeta salvadoreña, aunque nacida en Nicaragua, es una de las voces femeninas esenciales de la poesía centroamericana. Su poesía es expresión de la conciencia femenina y revolucionaria americanista.

MI CANTO

Mi canto como un árbol
tiene raíces hondas.
Ya no le basta el cuerpo.

Son de fuego sus ramas
y quiere florecer,
estallar en el aire.

Rompe mi carne, canto.
Qué importa si yo muero.
Escaparé a la angustia de saberme cárcel.
Y subiré en un tallo a escucharte.

Anillo de silencio, 1948.

ARS POÉTICA

Yo,
poeta de oficio,
condenada tantas veces
a ser cuervo
jamás me cambiaría
por la Venus de Milo:
mientras reina en el Louvre
y se muere de tedio
y junta polvo
yo descubro el sol
todos los días
y entre valles
volcanes
y despojos de guerra
avizoro la tierra prometida.

Variaciones en clave de mí, 1988.


Salomón de la Selva

Bodegón de rosas, de Alejandro Alonso Rochi

Salomón de la Selva (1893-1959) es el máximo representante del posmodernismo en Nicaragua. Por influencia de la poesía norteamericana, introdujo en el poema los giros coloquiales y el prosaísmo.

LA LIRA

¿Quién ha visto una lira?
La lira es una palabra.

Era instrumento, pero ahora
es más: es un vocablo.
Las cosas que se vuelven palabras
se magnifican o rebajan.

El lenguaje
tiene la virtud del amor:
exalta o mengua.
Por eso la lira me inquieta.

La lira es cosa muy barata.
¡Quién no tiene lira!
Yo quiero algo diferente.

Algo hecho de este alambre de púas;
algo que no pueda tocar un cualquiera,
que haga sangrar los dedos,
que dé un son como el son que hacen las balas
cuando inspirado el enemigo
quiere romper nuestro alambrado
a fuerza de tiros.

Aunque la gente diga que no es música,
las estrellas en sus danzas acatarán el nuevo ritmo.

El soldado desconocido, 1922.


Carlos Martínez Rivas

Ruinas de Managua, de Alejandro Aróstegui

Carlos Martínez Rivas (1924-1998), una de las voces de mayor trascendencia de la lírica nicaragüense,  cultivó una poesía rebelde, epigramática, de gran frescura oral y poder evocativo.

ARS POETICA

¿Que eres reacia al Amor, pues su manía
de eternidad te ahuyenta, y su insistente
voz como un chirriante ruiseñor
te exaspera y quieres solamente
besar lo pasajero en la cambiante
eternidad de lo fugaz?–entonces

¡soy tu hombre! Pues más hospitalario
que el mío un corazón no halló jamás
para posarse el falso amor. Igual
que llegué, parto: solo, y cuando mudo
de cielo mudo también de corazón.

Pero, atiende: no vas a hacer traición
a tu alma infiel. No intentes, si una chispa
del hijo del hombre ves en mis ojos,
descifrarla, ni trates de inquirir mucho
en mi acento y el fondo de mi risa.

Donde quiero destierro y silencio
no traspases la linde. Allí el buitre
blanco del Juicio anida y sólo el
ceño de la vida privada ¡canta!

La insurrección solitaria, 1953.