Para Álvaro García (Málaga, 1965), “la poesía no tiene que contar la vida, sino tener en cuenta lo vivido”. La anécdota puede lastrar al poema, tanto como la efusión o el confesionalismo. La verdadera poesía es un instrumento de precisión que opera sobre lo imprevisto, ampliando nuestra conciencia.

SITUACIÓN

Hablar de nada es, hoy, hablar de mucho.
No va a llover por más que tú analices.
Mantente, pues, a un lado y piensa en Beckett:
no hay nada que decir ni que escribir,
pero es imprescindible expresar eso.

Nadie respira porque le apetezca.
Si las palabras deben respirar,
que emigre este poema hacia sí mismo
y sea el verde sol del árbol solo.
La poesía tal vez sea un oxígeno,

un subir a por aire necesario
para bajar después a lo de siempre.
Te acuerdas de Mondrian y sus silencios,
tan plenos, tan callados, tan hablantes.
Lo mismo que él, solista del color,

tendrías que decir hoy lo que digas.
Que te perdone el día con su urgencia;
que te disculpe el hierro del instante.
Deja la actualidad, que se hace sola,
y ve al presente, que te necesita.

Intemperie, 1995.

PALABRAS

Yo sigo el rastro de la tinta oscura
para encontrar palabras que sean lo que son y al mismo tiempo
lo que no pueden ser, lo que transita.

Las horas que gastamos en pensar;
la exactitud de lo que no es exacto;
el margen de equilibrio que evita que los dedos del presente nos mancillen.

La sensación de estar donde no estamos
y también la contraria:
no ser jamás del todo lo que somos.

Materia y consistencia y transparencia:
como una fina lámina de mármol
deja pasar la luz.

Para lo que no existe, 1999.

IGNORANCIA

No se trata ahora de saber.
Pongo la palma de una mano en tierra
y escucho con la sangre la sangre intemporal
que no hace caso al tiempo y es el tiempo.

No tiene voz, es voz:
acogerse a un continuo en el que brilla aún
la vida derramada en unas ruinas antes que fuesen ruinas.
Se funde lo que ocurre con lo que ya no tiene que ocurrir:
está y nos incorpora.

El mar respira y es
respiración del mundo.
Parece que el paisaje
vertebrara lo mismo que sentimos.

Le presto a este paisaje mi soledad sin huella
y me reintegro al ritmo de las cosas.
Le hago sitio en el aire a una canción.

Cantar no explica nada. Se limita a salvarnos desde nuestra ignorancia.
El canto es la certeza:
se obstina igual que un viento o que una fe.

Para lo que no existe, 1999.