El poeta José Mármol (República Dominicana, 1960) concibe la poesía como artefacto de conocimiento e instrumento de salvación personal. Es, por su rigor estético e intelectual, uno de los más importantes renovadores de la poesía dominicana contemporánea.

ARTE POÉTICA

Oh llamado demoníaco del surtidor poético, no me abandones a la miseria yerma de la claridad. Apártame por siempre de lo fácil, lo tangible. En la oscuridad prolifera el asombro. Húndeme al tórrido gris de un mar llovido. Deja que me pierda en su armonía de furias. Dame otra vez de la locura el sueño y de la clarividencia el más ancho desvarío. Mantenme colgado de lo inimaginable. Apóyame del aire, así caigo en lo eterno. Clávame al madero de un verso apetecido, de una voluptuosa imagen de otra edad. Átame al dilema de cantar o pensar. Elévame, elévame, elévame y no me sueltes nunca al rumor de lo que es. Desanda con mi lengua los espacios invisibles. Di con mis palabras cuanto habrá de aparecer. Diseca con un verso la belleza del instante. Haz reír un ángel y que Dios me cele. Oh bestial, cortante llamado del tormento poético. Haz de la sospecha pasión de mi escritura; que converjan en mi verbo los idiomas y las pieles, y en las vibraciones espantosas de mi sangre todos los candores de la inocuidad. Haz de mi existencia un estallido, un soplo de vocales, una idea fragante, un ya nunca jamás. Oh monstruoso llamado del surtidor poético. Haz de cada sílaba un lenguaje nuevo y con árboles y piedras un mundo a tu deseo. Haz del no sido el es y del devenir un retornar sin freno. Condéname a todo, oh torrente mágico de la poesía, menos al viciado misterio de lo exacto. Haz que mis canciones sobrevuelen la breve infinitud del universo. Oh demoníaco, oh bestial, oh fecundo y verbal llamado del poema.

Lengua de paraíso, 1992.

CUERPO DE IDIOMA

A Freddy Gatón Arce y
Manuel Mora Serrano

La palabra hace fiestas y orna premoniciones. Escribo, serenamente, como quien abdica a un don apetecido, y a pesar de goce hondo se lastima, prosigue un hábito insufrible hasta emerger la sangre. Mi escritura camina hacia el cuerpo que no soy, y sin embargo sufro culpable de sus huellas. Yo se vuelve niebla cuando su mano escribe y se descubre otro al momento de leer. La palabra reencarna como el amor más terco. La palabra trashuma entre infiernos y rebaños; blando territorio inguinal donde reposo, negro lago ácido entre mangles y arrecifes, por los que ruedo unidas mis manos al deseo. Allí mi amor se acoda, recrece como el día, mientras el fuelle ágil de su vientre culebrea, y se sirven en ágape mis demonios pudendos. Ella es mi amor postrero y de sus pechos bebo un agua blanca y crespa. La palabra me arde, me silencia, me da mundos. La palabra me funda, me destruye, me ilumina. La palabra me piensa, me abraza, me consume. Hace fiestas, orgías, exorcismo de formas, colores y sonidos vegetales para el mar. La palabra es el tiempo, es el hombre, el culto a lo vencido, lo táctil, lo insondable. La palabra es mi antorcha, mi destino, mi pecado.

Deus ex machina y otros poemas, 2001.

SILOGISMO

La palabra buscada entre alfabetos muertos.
Esa que atesora la gravidez del mar.
La palabra perdida, entre tantas lenguas vivas,
azul de agua, sonido de sal, un banco de corales,
una gaviota inmóvil como punto final del firmamento.
El océano suelta sus tormentos de yogurt.
Entre una palabra y otra, asombro de la nada,
el amago de aquello que no acaba de brotar,
la fuga de sentido de la irrealidad.

Lenguaje del mar, 2012.