Autorretrato como soldado, de Ernst Ludwig Kirchner

Gottfried Benn (1886-1956) es el más genuino representante del expresionismo alemán en poesía. Su obra, profundamente subjetiva, proyecta una visión cáustica de la vida humana, que se resume en envejecimiento, enfermedad y muerte.

VERSOS

Si alguna vez la divinidad, profunda e incognoscible,
resucitó en un ser y habló,
en versos fue, pues sin fin
rompía en ellos el tormento de los corazones;
hace tiempo que los corazones fluyen con la lejanía,
pero la estrofa corre de boca en boca,
resiste las luchas entre los pueblos
y sobrevive al poder y al pacto asesino.

Canciones también que una pequeña tribu cantó,
indios, yakis de palabra azteca,
hace mucho vencidos por la avaricia del hombre blanco,
perduran como calladas estrofas de los labriegos:
“Ven, hijito, ven, con el adorno de las siete espigas,
ven, hijito, ven, con collares y piedras de jade,
el dios del maíz clava en el campo el sistro,
para alimentarnos, y en ti se ha de cumplir el sacrificio.”

El gran murmurar a aquel que, habiendo hundido sus
barcazas prestó, uncido, al espíritu,
aspirar, expirar, apartar de un soplo -formas de respirar
de penitencias hindúes y de faquires-,
el gran yo mismo, el sueño omnímodo, puesto a todo aquel
en el corazón que callado se consagra,
se mantiene en salmos y en vedas,
hace escarnio de toda acción y resiste al tiempo.

Dos mundos que se tocan y se oponen,
solo el hombre es bajo cuando duda;
sin poder vivir del momento,
al momento se debe;
el poder se desvanece con la escoria de sus perfidias,
mientras que un verso construye los sueños de los pueblos
que a la bajeza los sustrae,
inmortalidad en las palabras y en los sones.

Poemas biográficos, 1941. Traducción de Arturo Parada.

VERSE

Wenn je die Gottheit, tief und unerkenntlich,
in einem Wesen auferstand und sprach,
so sind es Verse, da unendlich
in ihnen sich die Qual der Herzen brach;
die Herzen treiben längst im Strom der Weite,
die Strophe aber streift von Mund zu Mund,
sie übersteht die Völkerstreite
und überdauert Macht und Mörderbund.

Auch Lieder, die ein kleiner Stamm gesungen,
Indianer, Yakis mit Aztekenwort,
längst von der Gier des weißen Manns bezwungen,
leben als stille Ackerstrophen fort:
“komm, Kindlein, komm im Schmuck der Siebenähren,
komm, Kindlein, komm in Kett’ und Yadestein,
der Maisgott stellt ins Feld, uns zu ernähren,
den Rasselstab und du sollst Opfer sein -”

Das große Murmeln dem, der seine Fahrten
versenkt und angejocht dem Geiste lieh,
Einhauche, Aushauch, Weghauch – Atemarten
indischer Büssungen und Fakirie -,
das große Selbst, der Alltraum, einem Jeden
ins Herz gegeben, der sich schweigend weiht,
hält sich in Psalmen und in Veden
und spottet alles Tuns und trotz der Zeit.

Zwei Welten stehn im Spiel und Widerstreben,
allein der Mensch ist nieder, wenn er schwankt,
er kann vom Augenblick nicht leben,
obschon er sich dem Augenblicke dankt;
die Macht vergeht im Abschaum ihrer Tücken,
indes ein Vers der Völker Träume baut,
die sie der Niedrigkeit entrücken,
Unsterblichkeit im Worte und im Laut.

Biographische Gedichte, 1941.