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Óscar Hahn

Anunciación, de Jorge Salas Ampuero

La poesía del chileno Óscar Hahn (1938), miembro de la generación literaria del 60, se alimenta de la lectura de los clásicos españoles, tanto como del lenguaje callejero del español de Chile. En sus versos hay un sostenido equilibrio entre lucidez y pasión.

INVOCACIÓN AL LENGUAJE

Con vos quería hablar, hijo de la grandísima.
Ya me tienes cansado
de tanta esquividad y apartamiento,
con tus significantes y significados
y tu látigo húmedo
para tiranizar mi pensamiento.
Ahora te quiero ver, hijo de la grandísima,
porque me marcho al tiro al país de los mudos
y de los sordos y de los sordomudos.
Allí van a arrancarme la lengua de cuajo:
y sus rojas raíces colgantes
serán expuestas adobadas en sal
al azote furibundo del sol.
Con vos quería hablar, hijo de la grandísima.

Arte de morir, 1977.


Vicente Gallego

Presencias, de Goyo Domínguez

La poesía del valenciano Vicente Gallego (1963) destaca por la palabra rigurosa y exacta y el equilibrio entre vivencia y reflexión. A la conciencia de la precariedad de la condición humana, Gallego opone su rotunda voluntad de afirmación de la vida aun con su precio inevitable de muerte.

MI IDEA DEL AUTOR

(A man of no fortune and with a name to come)
Wim Mertens

Entrego muchas horas a mi cuarto,
comparo algunas tardes, por ejemplo,
a un animal prehistórico y herido,
o a la dama que arroja, lentamente,
su lencería oscura a mi ventana.
Pero sé que la tarde es sólo eso:
una costumbre antigua de mis ojos.
Me reprocho a menudo muchas cosas
a las que no me atrevo, y los errores
que a veces cometió mi atrevimiento.
Procuro parecer un poeta mundano,
como John Donne, profundo y algo frívolo,
que se cuente conmigo en cualquier fiesta,
aunque suelen mis versos, y mi vida,
traicionar esa imagen.
No sabría explicaros, con rigor,
por qué razón escribo, abandono
esa fatiga a mis colegas doctos,
mas no quiero curarme el vicio absurdo
de las letras. Me gustan las mujeres,
pero ellas, por más que yo lo intento,
no me ayudan a ser un mujeriego.
Por su causa he sufrido de verdad
–jamás finjo el dolor que hay en mis versos,
aunque finja tal vez otros motivos–.
Se podría decir que soy feliz
en general, sin sorna ni entusiasmo,
y me veo corriente –aunque me gusto–,
creedme que lo siento, pues habría
querido para mí más altas metas,
otros tiempos proclives a la gloria.
Intento sin embargo acomodarme
a este papel que a veces me incomoda
por discreto, por triste o por amargo.
Hago inventario de los nombres idos
–procuro hacerlo con palabras bellas–,
y pierdo el tiempo censurando al tiempo
su actitud descortés para con todos.

Los ojos del extraño, 1986-90.


Octavio Armand

Bosque encantado, de Humberto Castro

La poesía de Octavio Armand (Cuba, 1946) toma como punto de partida “la insuficiencia, la aridez, la escasa posibilidad o la imposibilidad de decir”. La experimentación es la forma de asumir en sus versos esta crisis del lenguaje.

TENGO ALGO QUE DECIR ME DIGO

Tengo algo que decir me digo
Palabras que se disuelven en la boca
Alas que de repente son percheros
Donde el grito cae crece una mano
Alguien mata nuestro nombre en algún libro
¿Quién le arrancó los ojos a la estatua?
¿Quién colocó esta lengua alrededor del
Llanto?

Tengo algo que decir me digo
Y me hincho de pájaros por fuera
Labios que caen como espejos Aquí
Allá adentro Las distancias se reúnen
Este norte o este sur son un ojo
Vivo alrededor de mí mismo
Estoy aquí allá entre peldaños de carne
A la intemperie
Con algo que decir me digo.

Entre testigos, 1974.


María Sanz

Cubículo IV, de Bernardo Torrens

La poesía de la sevillana María Sanz (Sevilla, 1956) se nutre de la emoción contemplativa y de la capacidad de la palabra para evocar sensaciones. Música y pintura, naturaleza y vida, se funden en sus poemas.

ALGUIEN QUE NO SOY YO

Alguien que no soy yo lleva la cuenta
de las horas felices, de las tardes
en que tuvo al amor como aliado,
de las noches libradas cuerpo a cuerpo.

Alguien que no soy yo sale de casa
y rompe sus cadenas, como aquellos
que, tras cumplir con su dolor, un día
cualquiera se fugaron de la muerte.

Ese alguien eleva
su corazón al cielo;
abarca el horizonte
y elige su destino,
aunque al final se interne
dentro de mí y escriba.

Paseo de los magnolios, 19956.


Ana María Navales

Tocata y fuga, de Juan Béjar

Ana María Navales (Zaragoza, 1939-2009) sostiene su poética en la búsqueda de un nuevo lenguaje que permita romper la incomunicación producida por el desgaste del valor expresivo de las palabras y que contribuya a dar sentido al mundo caótico y absurdo que nos rodea.

MI PALABRA, DESORDEN DE HUMO Y VIGILIA…

Mi palabra, desorden de humo y vigilia,
interroga al tiempo a quien se entrega
como un débil junco frente al río.
Se hiere en la vida, dulce y violenta,
y llora y ríe en su huerto cerrado,
con los pies en el rescoldo de la calma.

Del fuego secreto, 1978.