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Ernestina de Champourcín

Parejas en un café, de Pere Pruna

La alavesa Ernestina de Champourcín (1903-1999) cultivó una poesía intimista en torno al amor humano y al divino, bajo la influencia de Juan Ramón Jiménez y San Juan de la Cruz. Concibió el poema como un medio de introspección en el que el yo se encuentra, a la vez, con Dios, con los otros y consigo mismo.

DESHOJÉ LA FLOR DE MIS RIMAS…

Deshojé la flor de mis rimas
en el triste jardín de las almas.

Entre oros de lluvia, el ocaso
deshacía unas nubes de plata,
y en el bosque otoñal una estrella
derramaba
su quieta esperanza.
Había almas oprimidas y rotas
por luchar entre falsas batallas;
almas frías desnudas de ensueño,
almas débiles que el mundo captara;
casi todas enfermas de hastío,
casi todas llorando olvidadas.
Para ellas, poetas sin liras,
perfumé de piedad mis palabras;
para ellas tejí las quimeras
de una dicha imposible y extraña,
y sembré de ideales la noche,
para que ellas pudieran cantarla…

Deshojé la flor de mis rimas
en el triste jardín de las almas…

«Acordes nocturnos, IX», En silencio, 1926.


Jorge Guillén

Mujer leyendo, de Francisco Bores

La lírica del vallisoletano Jorge Guillén (1893-1984) es paradigma de la “poesía pura” o “intelectual”, a pesar del entusiasmo vital de sus versos.  Su lenguaje, muy elaborado, destaca por la densidad conceptual.

VIDA EXTREMA

I

Hay mucha luz. La tarde está suspensa
Del hombre y su posible compañía.
Muy claro el transeúnte siente, piensa
Cómo a su amor la tarde se confía.

…Y pasa un hombre más. A solas nunca,
Atentamente mira, va despacio.
No ha de quedar aquella tarde trunca.
Para el atento erige su palacio.

¿Todo visto? La tarde aún regala
Su variación: inmensidad de gota.
Tiembla siempre otro fondo en esa cala
Que el buzo más diario nunca agota.

¡Inextinguible vida! Y el atento
Sin cesar adentrándose quisiera,
Mientras le envuelve tanto movimiento,
Consumar bien su tarde verdadera.

¡Ay! Tiempo henchido de presente pasa,
Quedará atrás. La calle es fugitiva
Como el tiempo: futura tabla rasa.
¿Irá pasando todo a la deriva?

II

Humilde el transeúnte. Le rodea
La actualidad, humilde en su acomodo.
¡Cuántas verdades! Sea la tarea,
Si del todo vivir, decir del todo.

Una metamorfosis necesita
Lo tan vivido pero no acabado,
Que está exigiendo la suprema cita:
Encarnación en su perenne estado.

¡Sea el decir! No es sólo el pensamiento
Quien no se aviene a errar como un esbozo.
Quiere ser más el ser que bajo el viento
De una tarde apuró su pena o gozo.

¿Terminó aquella acción? No está completa.
Pensada y contemplada fue. No basta.
Más ímpetu en la acción se da y concreta:
Forma de plenitud precisa y casta.

Forma como una fuerza en su apogeo,
En el fulgor de su dominio justo.
El final es —ni hermoso ya ni feo.
Por sí se cumple, más allá del gusto.

Atraído el vigía. Ved: se expresa.
¿Cómo no ha de encontrar aquella altura
Donde se yergue un alma en carne presa
Cuando el afán entero al sol madura?

Ámbito de meseta. La palabra
Difunde su virtud reveladora.
Clave no habrá mejor que hasta nos abra
La oscuridad que ni su dueño explora.

Disputas, vocerío con descaro,
Muchedumbre arrojada por la esquina.
Lo oscuro se dirige hacia lo claro.
¿Quién tu sentido, Globo, te adivina?

Revelación de la palabra: cante,
Remóntese, defina su concierto,
Palpite lo más hondo en lo sonante,
Su esencia alumbre lo ya nunca muerto.

Más vida imponga así la vida viva
Para siempre, vivaz hasta su extrema
Concentración, incorruptible arriba
Donde un coro entre lumbres no se quema.

Llegó a su fin el ciclo de aquel hecho,
Que en sus correspondencias se depura,
Despejadas y limpias a despecho
De sus colores, juntos en blancura.

¡Alma fuera del alma! Fuera, libre
De su neblina está como una cosa
Que tiende un espesor en su calibre
Material: con la mano se desposa.

Trascendido el sentir. Es un objeto.
Sin perder su candor, ante la vista
Pública permanece, todo prieto
De un destino visible por su arista.

El orbe a su misterio no domeña.
Allí está inexpugnable y fabuloso,
Pero allí resplandece. ¡Cuánta seña
De rayo nos envía a nuestro foso!

El tiempo fugitivo no se escapa.
Se colmó una conducta. Paz: es obra.
El mar aquel, no un plano azul de mapa
¡Cuánto oleaje en nuestra voz recobra!

Y es otro mar, es otra espuma nueva
Con un temblor ahora descubierto
Que arrebata al espíritu y le lleva
Por alta mar sin rumbo a fácil puerto.

Y la voz va inventando sus verdades,
Última realidad. ¿No hay parecido
De rasgos? Oh prudente: no te enfades
Si no asiste al desnudo su vestido.

Palmaria así, la hora se serena
Sin negar su ilusión o su amargura.
Ya no corre la sangre por la vena,
Pero el pulso en compás se trasfigura.

Ritmo de aliento, ritmo de vocablo,
Tan hondo es el poder que asciende y canta.
Porque de veras soy, de veras hablo:
El aire se armoniza en mi garganta.

¡Oh corazón ya música de idioma,
Oh mente iluminada que conduce
La primavera misma con su aroma
Virgen a su central cénit de cruce!

La brisa del follaje suena a espuma:
Rumor estremecido en movimiento
De oscilación por ondas. ¡Cuánta suma
Real aguarda el paso del atento!

La materia es ya magia sustantiva.
Inefable el secreto —con su estilo.
¿Lo tan informe duele? Sobreviva
Su fondo y sin dolor. ¡Palabra en vilo!

Palabra que se cierne a salvo y flota,
Por el aire palabra con volumen
Donde resurge, siempre albor, su nota
Mientras los años en su azar se sumen.

Todo hacia la palabra se condensa.
¡Cuánta energía fluye por tan leve
Cuerpo! Postrer acción, postrer defensa
De este existir que a persistir se atreve.

Aquellas siestas cálidas de estío
Lo son con sus fervores más intensos.
Se acumula más frío en ese frío
De canción que en los tácitos inviernos.

No finge la hermosura: multiplica
Nuestro caudal. No es un ornato el mundo
De nuestra sed: un vino está en barrica.
¿Es más de veras el brebaje inmundo?

Poesía forzosa. De repente,
Aquella realidad entonces santa,
A través de la tarde trasparente,
Nos desnuda su esencia. ¿Quién no canta?

He aquí; Late un ritmo. Se le escucha.
Ese comienzo en soledad pequeña
Ni quiere soledad ni aspira a lucha.
¡Ah! Con una atención probable sueña.

Atención nada más de buen amigo.
Nació ya, nacerá. ¡Infiel, la gloria!
Mejor el buen silencio que consigo
Resguarda los minutos sin historia.

Minutos en un tren, por alamedas,
Entre doctores no, sin duda en casa.
Allí, lector, donde entregarte puedas
A ese dios que a tu ánimo acompasa.

Entonces crearás otro universo
—Como si tú lo hubieras concebido—
Gracias a quien estuvo tan inmerso
Dentro de su quehacer más atrevido.

¿El hombre es ya su nombre? Que la obra
—Ella—se ahínque y dure todavía
Creciendo entre virajes de zozobra.
¡Con tanta luna en tránsito se alía!

Eso pide el gran Sí: tesón paciente
Que no se rinda nunca al No más serio.
Huelga la vanidad. Correctamente,
El atentado contra el cementerio.

—Se salvará mi luz en mi futuro.
Y si a nadie la muerte le perdona,
Mis términos me valgan de conjuro.
No morirá del todo la persona.

En la palpitación, en el acento
De esa cadencia para siempre dicha
Quedará sin morir mi terco intento
De siempre ser. Allí estará mi dicha.

III

Sí, perdure el destello soberano
A cuyo hervor la tarde fue más ancha.
Refulja siempre el haz de aquel verano.
Hubo un testigo del azul sin mancha.

El testigo va ahora bajo el cielo
Como si su hermosura le apuntase
—Con una irradiación que es ya un consuelo—
El inicial tesoro de una frase.

Colaborando la ciudad atiza
Todos sus fuegos y alza más ardores
Sobre el gris blanquecino de ceniza.
Chispean deslumbrados miradores.

Cal de pared. El día está pendiente
De una suerte que exalte su carrera.
¡Algo más, algo más! Y se presiente
Con mucha fe: será lo que no era.

Impulso hacia un final, ya pulso pleno,
Se muda en creación que nos confía
Su inagotable atmósfera de estreno.
Gracia de vida extrema, poesía.

Cántico, 1950.