La alavesa Ernestina de Champourcín (1903-1999) cultivó una poesía intimista en torno al amor humano y al divino, bajo la influencia de Juan Ramón Jiménez y San Juan de la Cruz. Concibió el poema como un medio de introspección en el que el yo se encuentra, a la vez, con Dios, con los otros y consigo mismo.
DESHOJÉ LA FLOR DE MIS RIMAS…
Deshojé la flor de mis rimas
en el triste jardín de las almas.
Entre oros de lluvia, el ocaso
deshacía unas nubes de plata,
y en el bosque otoñal una estrella
derramaba
su quieta esperanza.
Había almas oprimidas y rotas
por luchar entre falsas batallas;
almas frías desnudas de ensueño,
almas débiles que el mundo captara;
casi todas enfermas de hastío,
casi todas llorando olvidadas.
Para ellas, poetas sin liras,
perfumé de piedad mis palabras;
para ellas tejí las quimeras
de una dicha imposible y extraña,
y sembré de ideales la noche,
para que ellas pudieran cantarla…
Deshojé la flor de mis rimas
en el triste jardín de las almas…
«Acordes nocturnos, IX», En silencio, 1926.