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Juan de Salinas y Castro

La vendedora de pescado, de Juan van der Hamen

El sevillano Juan de Salinas y Castro (1559-1643) escribió poemas burlescos, algunos bastante agresivos, y epigramas y letrillas en tono hedonista, completamente alejados de la gravedad propia de su condición sacerdotal. Participó de la polémica entre conceptistas y culteranos, atacando la artificiosidad del lenguaje gongorino.

AL NUEVO LENGUAJE CULTO

Cultísima elocución,
tú que de artículos huyes,
y en los conceptos incluyes
tinieblas de Faraón;
diabólica contajión,
que aun en las letras te pegas,
guarte del fuego si llegas
al castillo de Triana
seta hereje culterana,
pues los artículos niegas.


Esteban Manuel de Villegas

Primavera, de Francisco Barrera

El riojano Esteban Manuel de Villegas (1589-1669) publicó sus poesías en 1618 con el título de Eróticas o amatorias. Sus imitaciones de Anacreonte iniciaron una moda que tendría su apogeo en el siglo XVIII.

DE LA LIRA

Quiero cantar de Cadmo,
quiero cantar de Atridas:
mas ¡ay! que de amor solo
sólo canta mi lira.
Renuevo el instrumento,
las cuerdas mudo aprisa;
pero si yo de Alcides,
ella de amor suspira.
Pues, héroes valientes,
quedaos desde este día,
porque ya de amor solo
sólo canta mi lira.

Eróticas o amatorias, 1618.


Bartolomé Leonardo de Argensola

El juicio final, de Francisco Pacheco

El poeta oscense Bartolomé Leonardo de Argensola (1562-1631) compuso canciones, epigramas, sátiras y epístolas morales, a la manera de Horacio, al que tradujo con su hermano Lupercio. Fue un defensor del clasicismo, frente al “estilo enigmático moderno” del Barroco.

YO VI UNA NINFA, QUE ENTRE ROSAS FUERA…

Yo vi una ninfa, que entre rosas fuera,
Guzmán, y entre jazmines blanca y lisa;
pero con metamórfosi improvisa
verde horror le ofuscó la tez primera.

Díjome: «Euterpe soy, que esta ribera,
que con sus flores céfiro divisa,
a mí, que aliento su nativa risa,
procura, ingrata, convertirme en fiera».

Si el Tormes, dije yo, mancilla, Euterpe,
tu lustre con escama tenebrosa,
¿quién se podrá quejar del Lago Averno?

¿Tú sólo ignoras, replicó la Diosa,
que el estilo enigmático moderno
es quien de ninfa me transforma en sierpe?

Rimas de Lupercio y del doctor Bartolomé Leonardo de Argensola, 1634.


Francisco Bances Candamo

Retrato de Doña Josefa Benavides, Marquesa de Villena, de Alonso Miguel de Tovar

El siguiente soneto, supuestamente de diferente autor, se incluye, sin embargo, en las tres ediciones de las Obras líricas del asturiano Francisco Bances Candamo (1662-1704), y es una sátira más del estilo culterano, al que no obstante se adscribe en gran parte su poesía.

HABIENDO LLEGADO A LA CORTE GRAN CANTIDAD DE POETAS CULTOS, LE ESCRIBIÓ ESTE SONETO UN AMIGO

Candamo, amigo, huyamos que en poetas
hierve Madrid. ¿A qué aguardáis? Huyamos
porque de presumidos de Candamos
fondo han dado en el Rastro cien carretas.

A Silveira y a Góngora varetas
ponen cazando voces sin reclamos
y a Mena y Garcilaso, nuestros amos,
las dulces liras vuelven en trompetas.

Salgamos luego y las penates musas
escondamos devotos en Batuecas
mientras que graznan aves tan confusas.

Salvemos nuestros usos y sus ruecas
porque si no, al tropel de garatusas
nos moriremos de dolor de muecas.

Obras líricas, 1720 (póstumo).


Juana Inés de la Cruz

Los desposorios de José y Asenet, de Cristóbal de Villalpando

Sor Juana Inés de la Cruz (México, 1651-1695), máxima figura del Barroco hispánico en América, dominó tanto la sutileza conceptista, como la brillantez culterana.

ESTOS VERSOS, LECTOR MÍO…

Prólogo al lector, de la misma Autora, que lo hizo y envió con la prisa de los traslados, obedeciendo al superior mandato de su singular patrona, la Excelentísima Señora Condesa de Paredes, por si viesen la luz pública: a que tenía tan negados Sor Juana sus versos, como lo estaba ella a su custodia, pues en su poder apenas se halló borrador alguno.

Estos versos, lector mío,
que a tu deleite consagro,
y sólo tienen de buenos
conocer yo que son malos,

ni disputártelos quiero,
ni quiero recomendarlos,
porque eso fuera querer
hacer de ellos mucho caso.

No agradecido te busco:
pues no debes, bien mirado,
estimar lo que yo nunca
juzgué que fuera a tus manos.

En tu libertad te pongo,
si quisieres censurarlos;
pues de que, al cabo, te estás
en ella, estoy muy al cabo.

No hay cosa más libre que
el entendimiento humano;
¿pues lo que Dios no violenta,
por qué yo he de violentarlo?

Di cuanto quisieres de ellos,
que, cuanto más inhumano
me los mordieres, entonces
me quedas más obligado,

pues le debes a mi musa
el más sazonado plato
(que es el murmurar), según
un adagio cortesano.

Y siempre te sirvo, pues,
o te agrado, o no te agrado:
si te agrado, te diviertes;
murmuras, si no te cuadro.

Bien pudiera yo decirte
por disculpa, que no ha dado
lugar para corregirlos
la prisa de los traslados;

que van de diversas letras,
y que algunos, de muchachos,
matan de suerte el sentido
que es cadáver el vocablo;

y que, cuando los he hecho,
ha sido en el corto espacio
que ferian al ocio las
precisiones de mi estado;

que tengo poca salud
y continuos embarazos,
tales, que aun diciendo esto,
llevo la pluma trotando.

Pero todo eso no sirve,
pues pensarás que me jacto
de que quizá fueran buenos
a haberlos hecho despacio;

y no quiero que tal creas,
sino sólo que es el darlos
a la luz, tan sólo por
obedecer un mandato.

Esto es, si gustas creerlo,
que sobre eso no me mato,
pues al cabo harás lo que
se te pusiere en los cascos.

Y a Dios, que esto no es más de
darte la muestra del paño:
si no te agrada la pieza,
no desenvuelvas el fardo.

Poemas de la única poetisa americana, musa décima, Soror Juana Inés de la Cruz, 1682.