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Pilar Paz Pasamar

Bodegón, de Alfonso Fraile

La poesía de la gaditana Pilar Paz Pasamar (1933), miembro de la generación del 50, indaga en las preocupaciones del ser humano, deteniéndose en las pequeñas cosas que dan sentido a la existencia.

LA POESÍA

Por ti, te lo confieso, busqué en el Diccionario
nuevas palabras para nombrarte enriquecida,
extraños nombres de aves, de flores y de pájaros,
nombres que al escribir tu nombre se me olvidan.

Nada aprendí. Lo siento. Los libros no me aportan
otra cosa que dulces golpes de agua escondida,
como si una marea subiere por mi pecho
y un bajamar total me dejase rendida.

Mis palabras de ahora son las mismas palabras
como siempre que espero, mi esperanza es la misma
de encerrarte en un canto total en donde quepan
todas aquellas cosas que no son para escritas.

Para decir tu nombre mejor, yo convocara
todas las primaveras del mundo y las que existan
cuando mi boca quede hundida para siempre
en la tierra, y yo pueda cantarte desde arriba.

Pero es así, y te cumplo de esta inútil manera,
de este modo deforme con que tejo sin prisa
el tapiz amoroso donde he de echar mi cuerpo
cuando esté la tarea rebosada y cumplida.

Acato el mutilado sonido que me tañes,
las imprevistas flores, tus fugas y visitas.
Déjame que te nombre como puedo nombrarte:
la Nunca Poseída.

Abreviado mar, 1957.


José Agustín Goytisolo

Caballo de Troya, de Josep Maria Subirachs

La poesía de José Agustín Goytisolo (Barcelona, 1928-1999), miembro destacado de la generación del 50, se caracteriza por el tono melancólico, la sátira social y el lenguaje claro y directo.

EL OFICIO DEL POETA

Contemplar las palabras
sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura.

Así es el viejo oficio
del poeta, que comienza
en la idea, en el soplo
sobre el polvo infinito
de la memoria, sobre
la experiencia vivida,
la historia, los deseos,
las pasiones del hombre.

La materia del canto
nos lo ha ofrecido el pueblo
con su voz. Devolvamos
las palabras reunidas
a su auténtico dueño.

Algo sucede, 1968.


Rafael Guillén

Collage de las cruces, de Antoni Tàpies

La poesía de Rafael Guillén (Granada, 1933), miembro de la generación del 50, trata sobre el amor, el paso del tiempo y el misterio de la existencia humana, en versos clásicos, melancólicos y con un mesurado culturalismo.

SOBRE TODA PALABRA

No es fácil retener cuanto de cierto
lleva cada palabra, rescatada
por la verdad del borde de la nada.
La medida es un eco, un eco muerto.

La verdad no es la rama; es el injerto
propicio al viento fuerte y a la helada.
No es cuerda ni metal; es la tonada,
la alada melodía del concierto.

Propicia al viento fuerte y a la ruina,
camina la verdad, triunfa y camina
de palabra en palabra, paso a paso.

¡Y es gozo recibir su luz violenta,
y sentir cómo nace y se sustenta
del mismo manantial de su fracaso!

Antes de la esperanza, 1953-55.


Aquilino Duque

Desnudo, de Ricardo Macarrón

El poeta y ensayista de pensamiento liberal Aquilino Duque (Sevilla, 1931) considera la poesía “más como cántico que como sermón, más como revelación que como testimonio”. En sus versos se percibe el magisterio de los grandes poetas andaluces del siglo XX, del modernismo y del 27.

DIALÉCTICA

Somos la inmensa mayoría;
somos todos iguales y mediocres.
Tú, poeta, no olvides que eres masa;
canta en el coro y nunca se te ocurra
salir de formación o adelantarte,
que el que destaca es un insolidario
reo de lesa historia, y tú no debes
olvidar que nosotros olvidamos
piadosamente tus orígenes.
¿Que fuiste un precursor?
¿Que tu palabra precedió a la aurora?
Somos la luz, la eternidad es nuestra.
Vivimos en aurora permanente.
Limítate a cantarla y, si dudases
aún, ven y pregunta, que doctores
tiene la santa madre historia.
¿Qué soberbia es la tuya
de buscar la verdad por cuenta propia?
¿Quién eres tú, que no te basta
esta ración de luz que se te asigna?
Ten calma. Algunas veces la verdad
es históricamente inoportuna.
Es cuestión de aguardar algunos años,
algunos siglos como mucho,
¿y qué son unos siglos cuando piensas
en la paradisíaca eternidad
que ganarás con tu silencio?
Esgrime el arma que te damos
y asesina cadáveres,
momias propiciatorias,
que el mundo de hoy está bien hecho
pues obra nuestra es.
Ya no hay contradicciones:
en nuestra sociedad, sino dialéctica.
Somos progreso, libertad, justicia.
La Historia está de nuestra parte.
Todo aquél que no canta con nosotros
canta contra nosotros.
Este es el juego, si lo aceptas
te leeremos todos, pues en ti
fulgirá, espejo colectivo,
la elevación de nuestro pensamiento.
Si no lo aceptas, abre tu escritorio
oloroso a manzanas putrefactas
y saca esa pistola que despeja
las dudas de una vez y para siempre.
A florecer, rosal planificado.
Y tú, viola tricolor,
flor ojerosa, pensamiento viudo,
no hagas escenas de mal tono
sobre la tumba de ese desdichado
zángano de la superestructura,
de ese poeta anónimo
que no tuvo bastante
con perder las cadenas.

1964. De palabra en palabra, 1972.


José Manuel Caballero Bonald

Figuras, de Juan Manuel Gutiérrez Montiel

Para José Manuel Caballero Bonald (Jerez, 1926) escribir es buscar en el laberinto de la memoria y del lenguaje la palabra precisa para dar cuenta de lo vivido, de lo salvado de la ruina del tiempo.

SOBRE EL IMPOSIBLE OFICIO DE ESCRIBIR

Por aquella palabra
de más que dije entonces, trataría
de dar mi vida ahora. ¿Vale algo
comprobarlo después de consumidos
tantos esfuerzos
para no mentir?

Toco
tu vientre y se desplaza el tiempo
como la sangre
en un embudo mientras
a ciegas nos buscamos. Sólo el riesgo
común ocupa el mundo, arrasa
el derredor, lo exprime
como una esponja, desordena
el engranaje de los hechos.

¿Cómo
poder saldar entonces
la ambigüedad de la memoria?

El imposible oficio de escribir
aproximadamente
la historia terminal del anteayer
de la vida, y más cuando
un incierto futuro se intercala
entre lo timorato y lo arrogante
me suele contagiar
de esa amorfa molicie
que entumece los goznes del deseo.

Pero no cejo nunca. Paraísos
vagamente resueltos
entre la oxidación del ocio, surgen
como reclamos, brillan
en ocasiones
con juvenil sabor a culpa.

¡Escapar de la mella de los días
iguales! En tanta libertad
¿se anudarán imágenes
que a su obstinado uso
me condenen, reduzcan el amor
a sus simulaciones? Lo que aquí
no está escrito es ya la única
prueba de que dispongo
para reconocerme, interrumpir
mi turno de erosión entre recuerdos
apremiantes.

Por aquella palabra
de más que dije entonces, trataría
de dar mi vida ahora.

Descrédito del héroe, 1977-93.