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Ángeles Mora

La poesía de Ángeles Mora (Rute, Córdoba, 1952) pretende romper con todo un inconsciente ideológico femenino a través de la ironía. La crónica sentimental de los sucesos diarios, escrita en el lenguaje de todos los días, es la base de su poética.

PARA HABLAR CONTIGO

De aquellos borradores que perdí
o que olvidé
o que se fueron,
qué parte de mí misma se salvó,
cuánto dejé de ser
escapando al abismo de unos versos.

Hasta dónde pudieron conducirme
tantos caminos inexplorados,
tantas lianas rotas en un bosque
cargado de silencios.

Y de tantas palabras que busqué,
la sola condición de mi existencia,
cuáles no confluyeron
en esta oscuridad de luna nueva
y estrellas que se fugan por el cielo.

La tierra es un lugar para vivir
pero los versos son la propia vida.

Sé que soy yo
pues me escribí en lo negro de tus ojos.

Contradicciones, pájaros, 2001.


Juan Bonilla

Rooms, de Dionisio González

La poesía de Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, 1966) transmite, con aparente desenfado, meditaciones profundas sobre la vida cotidiana y su falta de sentido, sobre la pérdida del amor, sobre la muerte… La ironía, el ingenio, los guiños a otros autores están muy presentes en sus versos.

LA AMBICIÓN DE GOTTFRIED BENN

Con un poema devolver a las tabernas al alcohólico
que hubiera prometido no probar nunca jamás el vino.
Con un poema hacer sentir el síndrome
de abstinencia a quien se hubiera jurado
no volver a inyectarse ni una gota de heroína.
Con un poema erguir en las entrañas de un amante
la certidumbre de que se destruye
cada vez que el amor le roba un gesto.
Con un poema hacer abandonar toda esperanza
a quienes sueñan con un mundo mejor.

Buscaba ese poema Gottfried Benn al final de su vida
y por fortuna para todos no consiguió encontrarlo.
Pero latiendo en su fracaso aún podemos oír ese rumor:
la poesía se propone pronunciar una verdad intolerable,
si sus palabras no te alcanzan de una manera física
–puñetazo en el hígado, en los labios mordisco, un vértigo en los ojos–
entonces no es más que onanismo.

El belvedere, 2002,


Vicente Tortajada

Meninas, de José Barreiro Gómez

La poesía de Vicente Tortajada (Sevilla, 1952-2003), austera, meditativa e irónica, muestra un gran dominio del oficio. La ciudad, la noche, la literatura ajena y las obras de arte son el punto de partida para la reflexión sobre la soledad, la muerte, la locura.

EL RARO CONSUELO QUE DA LA PROFESIÓN

Puedo leer en Roma, junto a Piazza de Spagna:
«Il poeta inglese Giovanni Keats
mente maravigliosa
cuanto precoce mori
in questa casa il 24
febraio de 1821
nel’anno ventiscesimo della sua etá».
Puedo oír a Gogol y sentir sus palabras,
en su extrema –«pero ¿qué les he hecho?
¿por qué me han torturado?»– y última delgadez.
En la casa de Poe, recortes de diarios:
«muchedumbres que rinden el tributo a sus obras»
–y fuera, en la pared, el cuidado graffiti
«El sucio el asqueroso degenerado Bob
estuvo aquí de Boston, de North End, Mass.
Podrido hijo de puta»–, en la casa de Poe.
Puedo ver a Lelian llorando por un vaso.
O a mi querido Bécquer…
Puedo evitar los ojos de Mishima,
su sangre ante millones de latas de cerveza…
Perdida para siempre la gracia de su mar.
Puedo pensar en Lowry viviendo en Eridanus,
rezando a Dios para encontrar su rostro
en la tierra profunda o en las cumbres del aire,
en el nocturno viento o en las barrancas donde
telarañas de otoño flotan en el crepúsculo?
Bebiendo su after shave.
Pero todo se aclara: Tal vez esos recortes
de prensa, o las selected letters,
y gritos, sobre todo, restos de hambre, vicios
recogidos en las casas-museos
o el dinero oficial para las biografías,
sean un raro consuelo…
(Y fuera, en la fachada,
«el sucio el asqueroso degenerado Bob
estuvo aquí de Boston, de North End, Mass.
podrido hijo de puta.)
Quizá el raro consuelo que da la profesión.

Pabellones, 1990.


Leopoldo Sánchez Torres

Tú Jane, yo Tarzán., de Amable Villarroel

Leopoldo Sánchez Torres (Asturias, 1963) es, además de poeta, el director del «Aula de las metáforas», la única biblioteca española especializada en poesía. Su obra poética registra el paso de los días, con nostalgia e ironía, en un lenguaje leve, pero sugerente.

LAS CALLES QUE HAN LLORADO NUESTRA DICHA…

Las calles que han llorado nuestra dicha.
La luz pequeña y blanca del invierno.
El río de palabras que nos lleva
al mar de incertidumbre de la noche.

Monedas, candelabros, aguafuertes,
espadas, catedrales, taxis, nubes.
El rumor de una página de sal
en la dura oquedad de un cuarto oscuro.

Un grito, una promesa, una violeta.
La maraña del tiempo, la memoria.
La negra segadora en ese cuadro
que cuelga en las paredes de la vida.

La naranja del mundo inquieta espera
que le quite la piel algún poema.

Lugares comunes, 1991.


Leopoldo Alas

La casa verde, de Isabel Gutiérrez

Cotidianeidad, ficcionalización de lo vivido y un lenguaje sobrio, suavemente literaturizado, son las características de la poesía de Leopoldo Alas Mínguez (La Rioja, 1962-2008), sobrino-nieto de Clarín.

POÉTICA

En los tiempos que corren, salvo si tengo miedo,
prefiero estar sin preguntarme nada.
No importa dónde quedan los días que han pasado
ni entender si es eterna la vida, breve o larga.
Lo único que pido son sentimientos claros
y ver la luz del sol cuando despierto.

Comprendo que se va estrechando el cerco
y que el azar me tiende inesperadas trampas.
Los sueños no me alteran porque sé que son vanos
y olvidar me libera de penosas jornadas.
En mañanas oscuras, pocas veces al año,
me cubro con la sábana y lloro por los muertos.

La condición y el tiempo, 1992.