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Ida Vitale

Dama, de Óscar García Reino

La poesía de Ida Vitale (Uruguay, 1923) huye de la efusión sentimental y del esteticismo retórico para indagar con precisión e inteligencia en la realidad que la rodea.

LA PALABRA

Expectantes palabras,
fabulosas en sí,
promesas de sentidos posibles,
airosas,
aéreas,
airadas,
ariadnas.

Un breve error
las vuelve ornamentales.
Su indescriptible exactitud
nos borra.

Oídor andante, 1972.


José Hierro

José Hierro (Madrid, 1922-2002) señaló en su poesía dos caminos: el reportaje y la alucinación. El primero «trata, de una manera directa, narrativa, un tema». En el segundo «se habla vagamente de emociones» y «todo aparece como envuelto en niebla».

PARA UN ESTETA

Tú que hueles la flor de la bella palabra
acaso no comprendes las mías sin aroma.
Tú que buscas el agua que corre transparente
no has de beber mis aguas rojas.

Tú que sigues el vuelo de la belleza, acaso
nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda
ni cómo vida y muerte –agua y fuego– hermanadas
van socavando nuestra roca.

Perfección de la vida que nos talla y dispone
para la perfección de la muerte remota.
Y lo demás, palabras, palabras y palabras,
¡ay, palabras maravillosas!

Tú que bebes el vino en la copa de plata
no sabes el camino de la fuente que brota
en la piedra. No sacias tu sed en su agua pura
con tus dos manos como copa.

Lo has olvidado todo porque lo sabes todo.
Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras.
Y olvidas las raíces («Mi Obra», dices), olvidas
que vida y muerte son tu obra.

No has venido a la tierra a poner diques y orden
en el maravilloso desorden de las cosas.
Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas
sin alzar vallas a su gloria.

Nada te pertenece. Todo es afluente, arroyo.
Sus aguas en tu cauce temporal desembocan.
Y hechos un solo río os vertéis en el mar
«que es el morir» dicen las coplas.

No has venido a poner orden, dique. Has venido
a hacer mole la muela con tu agua transitoria.
Tu fin no está en ti mismo («Mi Obra», dices), olvidas
que vida y muerte son tu obra.

Y que el cantar que hoy cantas será apagado un día
por la música de otras olas.

Quinta del 42, 1952.


Dámaso Alonso

Don Quijote de la Mancha, de Joaquín Peinado

Dentro de la poesía pura hay que situar la obra inicial del madrileño Dámaso Alonso (1898-1990). Ya en la posguerra, escribe Hijos de la ira (1944), obra fundamental en lo que él mismo denominó poesía desarraigada, es decir, la de aquellos para quienes el mundo es “un caos y una angustia, y la poesía una frenética búsqueda de ordenación y de ancla”.

CÓMO ERA

¿Cómo era, Dios mío, cómo era?
JUAN R. JIMÉNEZ

La puerta, franca.
Vino queda y suave.
Ni materia ni espíritu. Traía
una ligera inclinación de nave
y una luz matinal de claro día.

No era de ritmo, no era de armonía
ni de color. El corazón la sabe,
pero decir cómo era no podría
porque no era forma, ni en la forma cabe.

Lengua, barro mortal, cincel inepto,
deja la flor intacta del concepto
en esta clara noche de mi boda,

y canta mansamente, humildemente,
la sensación, la sombra, el accidente,
mientras Ella me llena el alma toda!

Poemas puros, poemillas de la ciudad, 1921.


Luis Rosales

Arlequín, de Celso Lagar

El granadino Luis Rosales (1910-1992), destacado miembro de la generación del 36, reivindica la intimidad como núcleo de irradiación del poema. El versículo largo y fluido, de poderosa inventiva verbal, le sirve para encauzar una densa materia lírica: recuerdos personales, episodios narrativos, digresiones vitales, consideraciones históricas…

SOBRE EL OFICIO DE ESCRIBIR

Estoy en mi despacho
y al mirar la ventana el cristal disciplina mis ojos;
un cristal es igual que un amor,
cuando miras tras él todo se hace misterio.
Detrás de la ventana está la sierra,
es el marco del cuadro,
y en su jurisdicción
las distancias establecen sus límites, pero el límite está en ti mismo,
pues lo interior y lo exterior son solamente aspectos de una misma frontera.
Aunque este pensamiento no es muy original quisiera registrarlo:
el paisaje lo han hecho las distancias.
Al través del cristal contemplo La Peñota
–sus pinos pusilánimes y salteados,
su desamparo vegetal–
y aquí,
junto a la linde de la casa,
las hojas de los robles son pestañas en torno a un ojo que no ves,
su vaivén me distrae y hace imposible el pueblo
con sus tejados gateando durante todo el día para quedarse en paz cuando
[llega la noche.
Hay una ordenación en la cual las distancias más que alejar, sitúan,
pero en fin lo que importa es llegar,
llegar a no sé dónde,
pero las hojas son tan frágiles que no se sabe cómo llegaron hasta el árbol;
viven en su alumnado y el viento que las mueve las alegra,
me recuerdan mi infancia,
aquellos ojos claros que tenían alumbrado de gas y me miraban arropándome.
El tiempo es como un foso;
detrás del tiempo están;
me gustaría saber en dónde alumbran.
Sobre el pretil de la ventana hay siempre un muerto bueno;
salta a la comba con el aire,
pero tú no te puedes morir,
amiga mía,
no te puedes morir porque ya estamos siendo un mismo luto,
y estoy en mi despacho aprendiendo a escribir,
es lo de siempre,
para que no se desvanezca todo necesito escribirlo,
y aprender a vivir en la nueva frontera.


José García Nieto

Arquitectura rural, de Rafael Alonso

José García Nieto (Oviedo, 1914-2001), fundador de la revista Garcilaso y uno de los máximos representantes de la poesía arraigada de posguerra, cultivó los metros tradicionales y trató del amor, la religiosidad y el paisaje en un tono sereno y clásico y con gran perfección formal.

NO SÉ SI SOY ASÍ NI SI ME LLAMO…

A cantar dulce, y a morirme luego.
GÓNGORA

No sé si soy así ni si me llamo
así como me llaman diariamente;
sé que de amor me lleno dulcemente
y en voz a borbotones me derramo.

Lluvia sin ocasión, huerto sin amo
donde el fruto se cae sobradamente
y donde miel y tierra, juntamente,
suben a mi garganta, tramo a tramo.

Suben y ya no sé dónde coincide
mi angustia con mi júbilo, ordenando
esta razón sonora y sucesiva.

Y estoy condecorado, aunque lo olvide,
por un antiguo nombre en que cantando
voy a mi soledad definitiva.

Poesía 1940-1943, 1944.