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Rafael Lasso de la Vega

Mujer con abanico, de María Blanchard

Rafael Lasso de la Vega (Sevilla, 1890-1958) se inició en el modernismo, que abandonaría pronto para sumarse con entusiasmo a la aventura vanguardista. El dadaísmo y, sobre todo, el ultraísmo, tienen en él a uno de sus mejores representantes.

YO SOY EL QUE COMPRENDE, EL QUE ADORA Y SUSPIRA…

Yo soy el que comprende, el que adora y suspira.
Toda la primavera canta en mi corazón.
Siento con la armonía de la tierra que gira
y en el azul del cielo con la constelación.

Voy sobre los abismos, bajo el cielo, en Pegaso
volando, atento al ritmo de mi música interna;
y las formas se ofrecen, sagradas a mi paso,
con la expresión cendrada de su belleza eterna.

Porque todo en el mundo es bello eternamente,
y cada instante tiene su inefable emoción.
Canto con las estrellas, suspiro con la fuente
y sueño con la luna la célebre visión.

¡Oh, celeste visión del alma mía pura,
y de mi corazón, que sueña, iluminado
por el amor divino, por la eterna hermosura,
ante el tiempo infinito y el más allá ignorado!

Admiro la belleza del mundo… la alegría
profunda de las cosas, y el profundo dolor…
Sobre mi pecho alienta la divina armonía
como brisa que pasa y estremece la flor.

Un sol eterno y puro me alumbra noche y día…
¡Porque en mi corazón está el amor!

De «Las emociones inefables», en El corazón iluminado y otros poemas, 1919.


Oliverio Girondo

Pareja con guitarra, de Luis Seoane

La poesía del argentino Oliverio Girondo (1891-1967), vinculada en sus inicios al ultraísmo, destaca por su continua experimentación lingüística: tropos audaces, ritmos extraños, juegos ingeniosos, incursiones en el feísmo neobarroco y el surrealismo…

RESTRINGIDO PROPÓSITO

Demasiado corpóreo,
limitado,
compacto.

Tendré que abrir los poros
y disgregarme un poco.

No digo demasiado.

Persuasión de los días, 1942.


Leopoldo Marechal

Desnudo, de Alfredo Bigatti

Para Leopoldo Marechal (Argentina, 1900-1970), “la poesía es el idioma natural de lo metafísico”. Lo lírico y lo trascendente se hermanan en sus versos, caracterizados también por el uso de símbolos de gran eficacia plástica y la perfección formal.

INTRODUCCIÓN A LA ODA

Varón callado y hembra silenciosa
me dieron la privanza de la tierra:
El último yo soy, y el que despunta.

Los hombres de mi sangre cosechaban el mar,
pero no levantaron la canción entre peces:
Junto al mar el silencio
fue sudor de sus años,
estela de sus naves
y aroma de sus muertes;
porque el silencio entonces era un gran corazón
que no debe partirse.
El Primero y el Último es mi nombre:
el último callado
y el primero que suena.

En el día sin lanzas, amasé mi canción
con un barro durable.
Se habían pronunciado las palabras:
“Toda canción es flecha de destierro”.
Y en el día sin lanzas
por encima del hombro
disparé mi canción.
Fructificaba el árbol con altura de árbol
y al sol el buey mugía
con altura de buey;
pero mi voz, ¡oh, duelol, era más alta
que mi altura de hombre.

Y la muerte del árbol
estaba más distante que la muerte del buey;
pero mi muerte ya era un fuego vivo
y era mi canto el humo de mi muerte.

(Esta canción tiene los pies de niño
y el corazón del hombre:
pie que gira en el baile de la hoguera,
corazón que redobla
en la danza del humo.)

¡Qué bien pesaban en la tierra el árbol
y el hombre y sus pacientes animales!
La longitud era canción,
la latitud era canción
y era canción la altura.

Tres canciones atadas
componían el mundo
y al hombre y sus pacientes animales.
¡Oh, geometría en todo su verdor!
¡Oh, fuertes ataduras en el día sin lanzas!

Pero mi voz crecía
por sobre mi cabeza
y un nudo se soltaba en mi canción.

Odas para el hombre y la mujer, 1923.


Rogelio Buendía

Palomas, de José Caballero

La poesía del onubense Rogelio Buendía (1891-1969) se inicia en el Modernismo y a continuación recorre las más variadas tendencias de la poesía de la generación del 27: ultraísmo, neopopularismo, gongorismo y surrealismo.

LA POESÍA DE LO DESCONOCIDO

¡Oh, la dulce delicia de lo incógnito
que se esfuma en las calles y en los campos!

¡Oh, el anhelar saber quién es la dama
que cerca de nosotros ha pasado,
oliendo a violetas o a caléndulas
o al perfume fragante de los nardos!

Delicia del anónimo inocente
que sin querer firmarse está firmado.
al hablar de unos celos y un amor,
por una temblorosa y blanca mano.

Curiosidad ingenua que tenemos
por unos ojos y un perfil románticos…

Pensamiento infantil de nuestra mente
al escuchar de noche ciertos pasos,
que nos hacen rezar estremecidos,
creyéndolos de brujas y de trasgos.

Música que se queda en la memoria,
sin que sepa quién la habrá engendrado…

Versos que yerran por nuestro cerebro
y que locos acuden a los labios,
sin que jamás se sepa quién los hizo
sonar a río y a trascender a prado…

Carreta que se oculta en la vereda
de rosas y de lirios del ocaso,
sin dejar más que surcos paralelos
que acabarán no se sabe dónde y cuándo.

¡Poesía sagrada de lo incógnito,
tienes tú para mí todo el encanto
de lo que se ha tenido y que se va,
y de lo que se espera y no ha llegado!

«Cancionero de paz», en Del bien y del mal, 1913.


Juan Larrea

En el café, de Rafael Benet

El bilbaíno Juan Larrea (1895-1980) publicó sus primeros versos en las revistas ultraístas Grecia y Cervantes. Luego, militó en el creacionismo, animado por Huidobro. En París, entraría en contacto con el surrealismo y adoptaría el francés como lengua poética para, una vez rotos los vínculos con la lengua materna, alcanzar la máxima libertad creativa.

RAZÓN

Sucesión de sonidos elocuentes movidos a resplandor, poema
es esto
y esto
y esto
Y esto que llega a mí en calidad de inocencia hoy,
que existe
porque existo
y porque el mundo existe
y porque los tres podemos dejar correctamente de existir

Publicado en Favorables París Poema, nº 1, julio 1926.