De la naturaleza de las cosas es el único ejemplo de épica científica que nos ha llegado de la Antigüedad: expone la doctrina física del epicureísmo. Su autor, Tito Lucrecio (h. 99 a. C. – h. 55 a. C.), adaptó el metro latino a la divulgación científica, componiendo “versos claros sobre una cosa oscura”.
ESCUCHA LAS VERDADES QUE ME FALTA…
Escucha las verdades que me falta
hacerte conocer por modo claro.
Bien conozco que son bastante oscuras;
pero mi corazón ha sacudido
con fuerte tirso la esperanza grande
de gloria, y juntamente ha derramado
suave amor de las musas en mi pecho;
del que agitado con briosa mente
recorro los lugares apartados,
de las Piérides antes nunca hollados:
agrádame acercarme a fuentes puras,
y agotarlas bebiendo, y nuevas flores
agrádame coger para guirnalda
insigne con que ciña mi cabeza
de un modo que las musas a ninguno
hayan antes las sienes adornado:
primero, porque enseño grandes cosas,
de la superstición rompo los lazos
anudados que el ánimo oprimían
después, porque compongo versos claros
sobre una cosa oscura, realzando
con poética gracia mis escritos.
De la razón en esto no me aparto:
así, cuando los médicos intentan
hacer beber a un niño amargo ajenjo,
los bordes de la copa untan primero
con el licor de miel dulce y dorado,
para que, seduciendo y engañando
la impróvida niñez, hasta los labios
el amargo brebaje apure en tanto
y engañado no muera, sino que antes
convaleciendo así se restablezca;
del mismo modo, porque las más veces
parece trato yo de asuntos tristes
para aquellos que no han jamás pensado,
y que al vulgo disgustan de los hombres,
con el suave canto de las musas
quise explicarte mi sistema todo
y enmelarte con música pieria,
por si acaso pudiera de este modo
tenerte seducido con mis versos,
hasta que entera y fiel Naturaleza
sin velo ante tus ojos se presente.
De la naturaleza de las cosas, I, fragmento. Traducción de José Marchena.