Categoría: Literatura inglesa

Thomas Wyatt

Retrato de Ana Bolena, anónimo

El poeta y diplomático inglés Thomas Wyatt (1503-1542), tras su primer viaje a Italia, en 1527, se convierte al petrarquismo. Desde entonces, se esforzará por adaptar los motivos y las formas métricas de la poesía italiana a la lengua inglesa.

SOBRE PALABRAS ENGAÑOSAS

Dondequiera que un hombre las buscase
siempre hermosas palabras hallaría;
tan asequibles son que nada valen,
pues viento solamente es su sustancia.
Eso sí: voces bellas y juiciosas…
armonía tan dulce ¿cuándo es vista?

Epigramas. Traducción de Paco García.


Margaret Atwood

Calisto, de Tony Scherman

La poesía de Margaret Atwood (Canadá, 1939) comparte con su obra narrativa y ensayística el interés por los mitos culturales y literarios, los derechos humanos, el papel de la mujer en la sociedad y los problemas medioambientales. Su lengua poética se caracteriza por la contención retórica, el ritmo cuidado y el uso de la paradoja.

LAS PALABRAS SIGUEN SU VIAJE

¿Sufren en realidad los poetas más
que otra gente? ¿No es sólo
que a ellos les toman fotos
y se les ve hacerlo?
Los manicomios están llenos de aquellos
que nunca escribieron un poema.
La mayoría de los suicidas no son
poetas: una buena estadística.

Algunos días sin embargo quiero, todavía,
ser como otra gente;
pero entonces voy y hablo con ellos,
esa gente que se supone que son
distintos, y se parecen mucho a nosotros,
excepto que carecen de esa cosa
que pensamos que es una voz.
Nos decimos entre nosotros que ellos son más débiles
que nosotros, menos definidos,
que ellos son lo que nosotros definimos,
que les estamos haciendo un servicio,
que nos hace sentir mejor.
Ellos son menos elegantes en el dolor que nosotros.

Pero mira, dije nosotros. Aunque pueda odiar tus tripas
individualmente, y nunca quiera verte,
aunque prefiera pasar el rato
con dentistas, porque aprendo más,
hablé de nosotros en plural, nos uní
como los miembros de alguna caravana de la muerte
que es como nos veo, viajando juntos,
las mujeres con velo y de una en una, con esa mirada
hacia adentro y los ojos desviados,
los hombres en grupo, con sus bigotes
y pasatiempos y baladronadas

en el lugar al que estamos pegados, el lugar que hemos escogido,
un peregrinaje que tomó un rumbo equivocado
en alguna parte hace mucho y terminó
aquí, a plena luz
del sol, y las sombras duras rojinegras
desplegadas por cada piedra, cada árbol muerto misterioso
en sus particularidades, su doble gravedad, pero flotando
también en la aureola de piedra, de árbol,

y no estamos más malditos en realidad que nadie, mientras vamos
juntos a través de este terreno lunar
donde todo está seco y agoniza y está
tan vivo, hacia las dunas, desvaneciéndonos fuera de campo,
desvaneciéndonos fuera de la vista de los demás,
desvaneciéndonos incluso fuera de nuestra propia vista,
buscamos agua.

Luna nueva, 1984. Traducción de Luis Marigómez.


Raymond Carver

Niño malo, de Eric Fischl

La poesía del estadounidense Raymond Carver (1938-1988) comparte algunos rasgos con sus magistrales cuentos: el interés por lo cotidiano; la capacidad de trasmitir intensas emociones a partir de hechos aparentemente irrelevantes; el tono coloquial; y la empatía con otros seres, como él, solitarios y perdedores.

POEMAS

Han llegado todos los días este mes.
En una ocasión dije que los escribía
porque no tenía tiempo para nada
más. Queriendo decir, por supuesto,
para nada mejor, mejor que para simples
poemas y versos. Ahora los escribo
porque me apetece.
Más que otra cosa porque
estamos en febrero
cuando no sucede gran cosa
normalmente. Pero este mes
han florecido los alerces,
y ha salido el sol todos los
días. Es cierto que mis pulmones
se han recalentado como un horno.
Y qué me da a mí si hay gente
que está esperando que se le caiga
el otro zapato, donde me afecte.
Bueno, aquí está pues. Adelante.
Póntelo. Espero que se ajuste
como un zapato.
Lo suficientemente ajustado, sí,
pero suave para que el pie tenga espacio
para respirar un poco. Levántate. Date
la vuelta. ¿Lo sientes? Irá adonde
tú vayas, y estará allí contigo
al final de tu viaje.
Pero de momento quédate descalzo. Sal
afuera un rato, y juega.

Un sendero nuevo a la cascada, 1989. Traducción de Juan Vázquez.


Billy Collins

Cabinas telefónicas, de Richard Estes

El poeta estadounidense Billy Collins (1941) pretende valerse de los más sencillos detalles de la vida cotidiana para rebelarse contra la tradición literaria más grandilocuente.

INTRODUCCIÓN A LA POESÍA

Les pido que cojan un poema
y lo sostengan a la luz
como a una diapositiva a color

o que aprieten un oído contra su panal.

Digo: soltar un ratón en un poema
y observar cómo busca la salida,

o caminar al interior de la habitación del poema
y palpar las paredes en busca de un interruptor.

Quiero que hagan esquí acuático
sobre la superficie del poema
saludando al nombre del autor en la orilla.

Pero todo lo que quieren hacer
es atar el poema a una silla con una cuerda
y torturarle hasta sacarle una confesión.

Comienzan a golpearle con una manguera
para descubrir lo que realmente significa.

La manzana que asombró a París, 1988. Traducción de Julio Mas Alcaraz.


William Butler Yeats

Rose, Shamrock, y Thistle, de George W. Joy

La poesía del irlandés William Butler Yeats (1865-1939) cantó en sus comienzos los mitos antiguos de Irlanda con un lenguaje musical exquisito. Luego, abandonó los excesos ornamentales buscando una poesía más desnuda.

A LA ROSA QUE ESTÁ SOBRE LA CRUZ DEL TIEMPO

¡Rosa roja, orgullosa Rosa, triste Rosa de mis días!
Acércate mientras canto antiguas tradiciones:
Cuchulain combatiendo con la fiera marea,
el canoso Druida, criado en el bosque, de ojos calmos,
que sumió en sueños a Fergus, y en la ruina,
y tu propia tristeza, de la que las estrellas, envejecidas
de bailar con sandalias de plata sobre el mar,
cantan con su alta y solitaria melodía.
Acércate: que, no cegado ya por el destino humano,
bajo las ramas del amor y el odio hallo
en cuantas cosas necias viven sólo un día,
la belleza eterna, errante en su camino.

¡Acércate, acércate, mas deja
un hueco con que llenar tu aliento!
Para no oír más cosas vulgares que imploran,
la larva que se oculta en su agujero,
el ratón que junto a mí cruza la hierba
y esperanzas mortales que se afanan y pasan;
sino que sólo busque las extrañas cosas dichas
por Dios a los que han muerto ya hace mucho
y aprenda a cantar con una lengua ignota.
Acércate; quiero, antes que mi tiempo acabe,
cantar a la vieja Eire y sus leyendas.
¡Rosa roja, orgullosa Rosa, triste Rosa de mis días!

La rosa, 1893. Traducción de Antonio Rivero Taravillo.