Categoría: Literatura salvadoreña

Claribel Alegría

Claribel Alegría (1924-2018), poeta salvadoreña, aunque nacida en Nicaragua, es una de las voces femeninas esenciales de la poesía centroamericana. Su poesía es expresión de la conciencia femenina y revolucionaria americanista.

MI CANTO

Mi canto como un árbol
tiene raíces hondas.
Ya no le basta el cuerpo.

Son de fuego sus ramas
y quiere florecer,
estallar en el aire.

Rompe mi carne, canto.
Qué importa si yo muero.
Escaparé a la angustia de saberme cárcel.
Y subiré en un tallo a escucharte.

Anillo de silencio, 1948.

ARS POÉTICA

Yo,
poeta de oficio,
condenada tantas veces
a ser cuervo
jamás me cambiaría
por la Venus de Milo:
mientras reina en el Louvre
y se muere de tedio
y junta polvo
yo descubro el sol
todos los días
y entre valles
volcanes
y despojos de guerra
avizoro la tierra prometida.

Variaciones en clave de mí, 1988.


Hugo Lindo

Reflejo, de Noé Canjura

Para Hugo Lindo (El Salvador, 1917-1985), la poesía es una forma de conocimiento; de ahí, su atracción por las sutilezas emocionales y los meandros del pensamiento, que permiten esclarecer lo que hay más allá.

DE LA POESÍA

I

Bien: es lo que decíamos ahora.
Encenderse de lámparas sin motivo aparente.
Alzar copas maduras
y beber los colores de la nieve
como quien bebe alas de paloma
o brinda con angélicas especies.

II

Claro: lo que decíamos ahora.
¿Para qué detener en las palabras
lo que se va por ellas, y revierte
en el propio minuto del encanto
a su silencio tenue?
¿Para qué definir lo que pudiera
relatarse jeroglíficamente?

III

Exactamente: de eso hablábamos.
De no decir el nombre de las cosas
ni aquella calidad de las aprieta,
sino sólo su sombra,
mejor dicho, el milagro
sonoro de su aroma.
Dejar que las palabras
por sí solas,
tomen hacia el prodigio
la ruta aérea de las hojas.

Sinfonía del límite, 1953.


Carmen González Huguet

Carrusel, de César Menéndez

La poesía de Carmen González Huguet (El Salvador, 1958) gira en torno a la memoria histórica, la identidad femenina, el goce y el dolor de amar… Su dominio de las formas tradicionales se manifiesta sobre todo en la perfección y rotundidad de sus sonetos.

¿POR QUÉ, PARA QUE LA OBRA SEA DIVINA…?

Según siente Celesti-
Libro, en mi opinión, divi-
Si encubriera más lo huma-.

Miguel de Cervantes

¿Por qué, para que la obra sea divina,
Tendría que encubrirnos más lo humano?
No rechaza al invierno ni al verano
La tierra, ni la flor a cada espina.

Con ancha libertad y disciplina
El arte forja su esplendor ufano
Y el fruto escancia su sabor lozano
A salvo de la envidia y de su inquina.

Tartufo, de tu hueste vengadora
Sálvanse el coño, el culo y cada teta,
Toda la fauna exótica y la flora

De la corte de Venus, la saeta
Feroz que no da tregua ni la implora
A criaturas vivas del planeta.

2006. Publicado en El invisible anillo, 2006.


David Escobar Galindo

Sin título, de Benjamín Cañas

La fecunda y controvertida obra de David Escobar Galindo (El Salvador, 1943) abarca desde los temas eternos, como el amor y la muerte, a los problemas sociales más inmediatos de El Salvador.

ARS POÉTICA

¡Belleza, flor de sueño, al fin alientas
después de tanto espanto y tanto llanto!
Porque también tu gracia puede tanto,
tanto más que el crujir de las afrentas.

Después de la dolencia del espanto,
cómo surgen tus músicas sedientas:
surtidores que ayer fueron tormentas
murmullos que mañana serán canto.

Se escondió tu vigilia donde pudo,
durmió entre los escombros hecha un nudo,
se ocultó en un rincón de la cornisa.

Pero ha venido el tiempo del sosiego.
¡Y tú, belleza, manantial de fuego,
renaces otra vez de la ceniza!

Doy fe de la esperanza, 1985-1992.


Roque Dalton

Nuestramérica, reflexiones de identidad, de Romeo Galmadéz

La poesía del salvadoreño Roque Dalton (1935-1975) se caracteriza por el contenido político y la experimentación a partir de los recursos de la narrativa, el periodismo y otros discursos no poéticos.

POR QUÉ ESCRIBIMOS

Uno hace versos y ama
la extraña risa de los niños,
el subsuelo del hombre
que en las ciudades ácidas disfraza su leyenda,
la instauración de la alegría
que profetiza el humo de las fábricas.

Uno tiene en las manos un pequeño país,
horribles fechas,
muertos como cuchillos exigentes,
obispos venenosos,
inmensos jóvenes de pie
sin más edad que la esperanza,
rebeldes panaderas con más poder que un lirio,
sastres como la vida,
páginas, novias,
esporádico pan, hijos enfermos,
abogados traidores
nietos de la sentencia y lo que fueron,
bodas desperdiciadas de impotente varón,
madre, pupilas, puentes,
rotas fotografías y programas.
Uno se va a morir,
mañana,
un año,
un mes sin pétalos dormidos;
disperso va a quedar bajo la tierra
y vendrán nuevos hombres
pidiendo panoramas.
Preguntarán qué fuimos,
quienes con llamas puras les antecedieron,
a quienes maldecir con el recuerdo.
Bien.
Eso hacemos:
custodiamos para ellos el tiempo que nos toca.

La ventana en el rostro, 1962.