Categoría: Literatura portuguesa

Ana Cristina Cesar

Catalina, de María Gato

Los poemas de Ana Cristina Cesar (Brasil, 1952-1983) empiezan y terminan in media res, sin resolver la tensión que instauran, como si lo único que importara fuera dinamitar el sentido.

MIRO MUCHO TIEMPO EL CUERPO DE UN POEMA…

miro mucho tiempo el cuerpo de un poema
hasta perder de vista lo que no sea cuerpo
y sentir separado entre los dientes
un hilo de sangre en las encías

Escenas de abril, 1979. Traducción de Teresa Arijón y Sandra Almeida.


Mario Quintana

Niña triste y enferma, de José Pancetti

La poesía del brasileño Mario Quintana (1906-1994) es poesía sencilla, profunda, certera, del sentido común y de la expresión clara. Acerca del carácter autobiográfico de su poesía, aseguró “nunca escribí una coma que no fuese una confesión”.

EL POEMA

Un poema como un sorbo de agua bebido a oscuras.
Como un pobre animal palpitando herido.
Como una pequeñita moneda de plata perdida para siempre en el bosque
[nocturno.
Triste.
Solitario.
Único.
Herido de mortal belleza.

El aprendiz de brujo, 1950.


Carlos Drummond de Andrade

La negra, de Tarsila do Amaral

Carlos Drummond de Andrade (1902-1987) es uno de los mejores poetas del Brasil. El tono irónico, desenfadado, de su poesía, así como su preferencia por los temas cotidianos, figuran entre las novedades que aportó a la lírica de su país.

BÚSQUEDA DE LA POESÍA

No hagas versos sobre acontecimientos.
No hay creación ni muerte ante la poesía.
Ante ella es un sol estático la vida,
ni calienta ni ilumina.
Las afinidades, los cumpleaños, los incidentes personales nada cuentan.
No hagas poesía con el cuerpo,
ese excelente y confortable cuerpo, tan adverso a la efusión lírica.
Tu gota de bilis, tu careta de gozo o de dolor en lo oscuro son indiferentes.
No me reveles tus sentimientos,
que se aprovechan del equívoco e intentan el largo viaje.
Lo que piensas y sientes, eso aún no es poesía.

No cantes a tu ciudad, déjala en paz.
El canto no es el movimiento de las máquinas ni el secreto de las casas.
No es música oída cuando pasas; rumor del mar en las calles junto a la línea de
[espuma.
El canto no es la naturaleza
ni los hombres en sociedad.
Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza, nada significan.
La poesía (no saques poesía de las cosas)
omite el sujeto y el objeto.

No dramatices, no invoques,
no indagues. No pierdas tiempo en mentir.
No te aburras.
Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,
vuestras mazurcas y supersticiones, vuestros esqueletos de familia
desaparecen en la curva del tiempo, son algo inútil.

No recompongas
tu sepultada y melancólica infancia.
No osciles entre el espejo y la
memoria que se disipa.
Si se disipó no era poesía.
Si se partió cristal no era.

Penetra sordamente en el reino de las palabras.
Allí están los poemas que esperan ser escritos.
Están paralizados, pero sin desesperación,
hay calma y frescura en la intacta superficie.
Helos aquí solos y mudos, en estado diccionario.
Convive con tus poemas antes de escribirlos.
Ten paciencia, si oscuros. Calma si te provocan.
Espera que cada uno se realice y consuma
con su poder de palabra
y su poder de silencio.
No fuerces al poema a desprenderse del limbo.
No recojas del suelo el poema ya perdido.
No adules al poema. Acéptalo
como él aceptará su forma definitiva y concentrada
en el espacio.

Acércate y contempla las palabras.
Cada una
tiene mil facetas secretas bajo la faz neutra
y te pregunta, sin interés por la respuesta,
pobre o terrible, que le des:
¿Has traído la llave?

Observa:
yermas de melodía y de concepto
se refugiaron en la noche, las palabras.
Húmedas aún e impregnadas de sueño,
ruedan en un difícil río y se transforman en desprecio.

Una rosa del pueblo, 1945. Traducción de Pablo del Barco


Antero de Quental

Praia das Maçãs, de José Malhoa

El portugués Antero de Quental (1842-1891) pasó del romanticismo de influencia lamartiniana a la poesía de compromiso social, tras su conversión al socialismo. En sus Sonetos (1886) se refleja la lectura de pensadores pesimistas como Schopenhauer.

A UN POETA

Surge et ambula!

Tú que duermes, espíritu sereno,
a la sombra de cedros seculares,
como un levita al pie de los altares,
ajeno a luchas y fragor terreno,

¡despierta, es hora! El sol, alto ya y pleno,
ha ahuyentado las larvas tumulares…
Un mundo nuevo, al fondo de los mares,
espera el tiempo de dejar su seno…

¡Escucha la gran voz de esas legiones!
¡Son hermanos que se alzan, son canciones
de guerra, son la voz que nada abate!

Álzate, pues, soldado del Futuro,
y con rayos de luz del sueño puro
¡haz, soñador, la espada del combate!

Sonetos, 1886. Traducción de José Antonio Llardent.


José Jorge Letria

Tradición III, de Luzia Lage

La poesía del portugués José Jorge Letria (1951) va de la canción política a la poesía reflexiva, con desencantadas referencias personales.

SE ESCRIBE PARA EL DESDÉN

Se escribe para el desdén, para el vacío,
esperando un día, que puede ser el siguiente,
en que alguien dirá: valió la pena.
Se cuentan a través del techo, se cuentan los versos
del enamoramiento y de la guerra,
se cuentan las islas y las pasiones
y sobre todo se intenta escribir, crédulamente,
con la inocencia de quien descubre petróleo
en una maceta de hierbabuena y sigue adelante,
indiferente a la riqueza y a la posesión. Se escribe
para el desprecio de los que aman otra escritura
y se enredan en ella como las prostitutas
en la bajeza de las camas del lucro garantizado.
Se escribe para no ser leído, para la muerte,
para la ironía de los que dicen: tampoco
era mal poeta, pero escribió demasiado.
Se escribe para el bandolín y para la quimera,
para la queja y para los celos, para después
de la muerte, pluma apuntada a los sesos, a la espera
de que alguien se levante y diga: aprendí
a gustar de la poesía leyendo su silencio,
saboreando su dolor. Se escribe para
gustar de la aventura, como en la prosa de Salgari;
con miedo de que un crítico llegue y diga:
está fuera del canon, cede a la facilidad.
Se escribe para no tener poder, para la nada,
rostro caído sobre la página de adoración de los sonidos.
Se escribe burlescamente, con los ojos puestos
en personajes que se confunden con el musgo
de las casas alucinadas por el tedio. Se escribe,
siempre se escribe para el desdén,
para fingir las voces que prometen
la gloria en la miseria de los libros. Se escribe
para el alma que se queda, mucho después
de que dejemos de escribir, de vivir
estúpidamente en la soledad de lo que escribimos.
Y puede ser que otro día,
al día siguiente, alguien abra el libro,
la gaveta, la caja de los miedos, sonámbulo:
estuvo aquí un poeta, noto su olor,
la forma, el alborozo de la ausencia, la rabia,
la desesperación de no querer partir.
Mucho respeto, que aquí vivió un poeta,
en la más peligrosa curva de las palabras
que matan, liberan y rescatan. Fin.

Los mares interiores, 2001. Traducción de Jordi Virallonga.