La poesía de José Watanabe (Perú, 1946-2007) se caracteriza por una cierta mirada irónica del mundo cotidiano y la sabiduría con la que convierte cualquier anécdota en una parábola llena de significados.
DE LA POESÍA
El niño entró en la sombra de su árbol de extramuros
donde dejaba diariamente sus quehaceres de intestino.
Y si otro niño en árbol vecino se acuclillaba
y se aliviaba
brotaba entre ambos
la honrosa complicidad en la depuración
del buen animal.
Esta vez, sin embargo,
una visión suspende al niño, lo fija
con estupor
bajo su árbol:
En medio de una anterior limpieza
crecía
una incipiente y trémula plantita.
Y lo estremeció la imaginación del viaje
de la pequeña menestra
a lo largo de su cuerpo, su recorrido indemne,
incontaminado
y defendiendo
en su íntimo y delicado centro
el embrión vivo.
Y en la memoria del niño,
con difícil contento,
comenzó a elevarse para siempre
la planta mínima, tu principio, tu verde banderita,
poesía.
Historia natural, 1994.
FLORES
La madreselva se cerró al amanecer
y yo, sin su perfume, seguí creyendo en la poesía.
Es difícil persistir en la poesía, más aún
cuando ella misma nos desorienta:
en la desesperación
yo escribí los poemas más sosegados.
¡Casi enloquezco pidiendo calma!
Ahora, después de la noche en blanco
y ningún verso, estoy en paz.
La madreselva, ya lo dije, se cerró al amanecer.
Otras flores habrá a lo largo del día.
Los lirios que pone mi mujer en la sala,
las rosas que dejan caer los cortejos fúnebres,
las flores carnívoras que se cierran tan violentamente
que apenas dejan ver a la abeja que matan.
De estas flores aprenderé, una vez más,
que la poesía que tanto amo solo puede ser
una fugaz y delicada acción del ojo.
Banderas detrás de la niebla, 2006.