La poesía de Antonio Colinas (1946) mantiene un sostenido equilibrio entre emoción y meditación, experiencia vital y experiencia cultural. Para este leonés, lo propio de la palabra poética es «su necesidad de fulgor, de intensidad, de emoción, de pureza formal».
EL POETA
Quien mida y valore la existencia
con arreglo a verdad, debe tener
en cuenta todo aquello que madura
y luego se corrompe.
Suma de perfecciones
y desesperaciones,
el orbe gira tenso y contiene,
por igual, vida y muerte.
Supremo testimonio del poeta
coronado de gozo y de dolor.
Su ojo está atento a los límites
vacíos
del cielo y de la tierra,
al cíclico y fúnebre
declinar de la Historia,
de colmadas y extensas estaciones.
Todo dura en la vida y es eterno
mientras el hombre no interprete o cante.
Para aquél que ha soñado intensamente
arde el mundo y se agota.
Siente la savia y siente la ceniza
aquél que osa hablar con el Misterio.
Llamas negras se escapan del cerco de los labios.
Y son los labios urnas en la noche.
Jardín de Orfeo, 1988.