Los desposeídos, de Ezequiel Padilla

La del hondureño Roberto Sosa (1930-2011) es una poesía social, política y de protesta. Sin embargo, está libre de la retórica gracias a su inmediata apelación a la inteligencia del lector a través de la precisión de su diseño y la persuasión moral de su alegato.

ESTA LUZ QUE SUSCRIBO

Esto que escribo
nace
de mis viajes a las inmovilidades del pasado. De la seducción
que me causa la ondulación del fuego
igual
que a los primeros hombres que lo vieron y lo sometieron
a la mansedumbre de una lámpara. De la fuente
en donde la muerte encontró el secreto de su eterna juventud.
De conmoverme
por los cortísimos gritos decapitados
que emiten los animales endebles a medio morir.
Del amor consumado.
Desde la misma lástima, me viene.
Del hielo que circula por las oscuridades
que ciertas personas echan por la boca sobre mi nombre. Del centro
del escarnio y de la indignación. Desde la circunstancia
de mi gran compromiso, vive como es posible
esta luz que suscribo.

Un mundo para todos dividido, 1971.

ARTE ESPACIAL

Llevo conmigo un abatido búho.

En los escombros levanté mi casa.
Dije
mi pensamiento a hombres de imágenes impúdicas.

En la extensión me inclino hecho paisaje, y siento,
vuelta música, la sombra de una amante sepultada.

Dentro de mí se abre el espacio
de un mundo para todos dividido.

Estos versos devuelven lo que ya he recibido:
un mar de fondo,
las curvas del anzuelo,
el coletazo de un pez ahogado en sangre,
los feroces silbidos enterrados, la forma
que adoptó la cuchillada, el terror congelado entre mis dedos.

Comprendo que la rosa no cabe en la escritura.

En una cuerda bailo hasta el amanecer
temiendo –cada instante– la breve melodía de un tropiezo.

Un mundo para todos dividido, 1971.