El Ocaso. Gilgamesh VIII, de Alfonso Albacete

En la poesía del sevillano Javier Salvago (1950) se produce un distanciamiento del culteralismo de los años 70 mediante el uso de la ironía, la parodia y el tono coloquial. El paso del tiempo que no perdona, la estafa de la vida y la evocación del paraíso perdido de la infancia son algunos de sus temas.

VARIACIONES SOBRE UN TEMA DE MANUEL MACHADO

El médico me manda no escribir más. Al menos,
me pide que no ponga sobre la llaga el dedo,
que deje de arañarme por dentro como un gato
y, de escribir, que escriba con menos entusiasmo,
que me ande por las ramas –mejor, que fantasee
lo mismo que hacen otros–, que llene las paredes
de tapices, el suelo de mullidas alfombras
y dedique a Venecia y a Pisa algunas odas.
En suma, que no saque mis trapos a la calle
–si por trapos se entienden ciertas intimidades–
y que aprenda a ser pulcro, discreto y decadente
como algunos colegas bastante transigentes.
Total, para que el sueño me otorgue sus blanduras,
imitaré a la grey que aspira a ser oscura.
En un curso intensivo, me aprenderé los nombres
de cuantas telas haya y de todas las flores.
Celebraré los fastos, la gloria, la grandeza
de alguna corte antigua –mejor de ser siniestra–
y afinaré las cuerdas de mi rudo instrumento
para que en adelante suene a Renacimiento.
Si por alguna causa se me agotara el tema
siempre habrá alguna moda, liviana y pasajera,
algo que nos devuelva el sabor del pasado
o su olor, cuando menos, discretamente rancio.
Así que por la paz de un reposo perfecto
–con tal de que no deje testimonio del tiempo
que me tocó vivir–, todo vale. De acuerdo.

En la perfecta edad, 1982.

LA CULPA ES DE ESTE OFICIO

La culpa es de este oficio. De tanto darle vueltas
a todo, todo acaba perdiendo consistencia.

Tanto jugar con fuego, que el jugador se quema
y nada importa nada si no ofrece un buen tema.

Juro que algunas noches me habría muerto, sin pena,
de poderlo contar después en un poema.

En la perfecta edad, 1982.

CORRECCIONES

La vida se parece a esos poemas
que brotan, en principio, interminables,
retóricos, grandiosos y banales.

Luego vas corrigiendo hasta dejarlos
en lo poco que importa, en los dos versos
que dicen lo que todos ya sabemos.

Variaciones y reincidencias, 1985.

EPÍGRAFE

Me gustaría saber qué es lo que buscas,
qué intentas encontrar,
por qué has cogido
–sin demasiada fe, supongo–
este libro.

Yo no sé nada que tú ya no sepas,
que no nos puedan enseñar los años.
No hago juegos de magia.
No deslumbro.
Hablo sin vanidad de mis asuntos.

(A lo sumo, acompaño).

Variaciones y reincidencias, 1985.

MONSIEUR SALVAGO, POETA

Poeta, usted lo ha dicho, no doctor de la lengua
–aunque sea compatible– ni erudito ni oscuro
ratón de biblioteca.

Un hombre que ha vivido lo suyo, como todos,
y que lo ha ido contando para entenderse un poco.

No un poeta mayor, de la talla del Dante
–eso es mucho pedir en tiempos como éstos
de prisa y vanidades–.

Un poeta menor que, si no grande, al menos
peleó a su manera para intentar ser bueno.

Variaciones y reincidencias, 1985.

POÉTICA

Amar por el placer de amar,
pero no sólo.
Zambullirse en la vida
no sólo por el gusto de gozarla.
Probar todos los frutos
para saber qué ocultan y a qué saben.
Comer para rumiar.
Vivir para contarlo.

Volverlo a intentar, 1989.

OTRA EDAD

Se me pasó la edad de ser poeta
porque todo se pasa, es ley de vida;
aunque siga, por vicio o por querencia,

hablándole a un papel, la poesía
ya no es mi patria, ni mi territorio.
Sólo regreso a veces, de visita,

como quien vuelve a donde fue dichoso.

Los mejores años, 1991.

ARS MORIENDI

Escribo para llegar
serenamente al silencio,
que es el morir.
Para aprender a callar,
en paz conmigo, sin miedo,
libre, al fin.

Ulises, 1996.