José García Nieto (Oviedo, 1914-2001), fundador de la revista Garcilaso y uno de los máximos representantes de la poesía arraigada de posguerra, cultivó los metros tradicionales y trató del amor, la religiosidad y el paisaje en un tono sereno y clásico y con gran perfección formal.
NO SÉ SI SOY ASÍ NI SI ME LLAMO…
A cantar dulce, y a morirme luego.
GÓNGORA
No sé si soy así ni si me llamo
así como me llaman diariamente;
sé que de amor me lleno dulcemente
y en voz a borbotones me derramo.
Lluvia sin ocasión, huerto sin amo
donde el fruto se cae sobradamente
y donde miel y tierra, juntamente,
suben a mi garganta, tramo a tramo.
Suben y ya no sé dónde coincide
mi angustia con mi júbilo, ordenando
esta razón sonora y sucesiva.
Y estoy condecorado, aunque lo olvide,
por un antiguo nombre en que cantando
voy a mi soledad definitiva.
Poesía 1940-1943, 1944.
EL POETA
Acanto, hijo de Antinoo, fue devorado por los caballos de su padre y metamorfoseado en pájaro.
Erraba sin sosiego… Nadie sabe…
Verde su corazón era, y ardía
coronando a la piedra. Le pedía
vecindades al sol, júbilo al ave.
Era un arco hacia Dios. La forma grave
espuma, vuelo, soledad se hacía,
y el sueño, el aire, el agua repartía,
sola estrella, fiel ala, incierta nave.
Corceles desbocados de la tierra
le pusieron la voz y el alma en guerra;
quedó el verso flotando sobre el ruido,
y, abajo, el hombre, en su mortal estrecho,
con una rosa abierta por el pecho
y en pájaro sonoro convertido.
Tregua, 1951.
¡QUÉ FÁCIL HAS VENIDO…!
¡Qué fácil has venido
a mi voz, y en qué instante!
Eres tú; te conozco
porque es igual la tarde;
son las mismas las rosas
y está tan claro el aire
como aquel día. Brillan
las copas de los árboles.
Eres tú, verso mío
¡y has venido tan fácil!
Tregua, 1951.
LA PALABRA
Sientes mi sangre y bien te siente ella
por la senda que voy, palabra mía.
Después de tanto andar, ¿cómo podría
dejarte eternidad en cada huella…?
Ya sé que eres mortal. Y tu doncella
vestidura será memoria un día
sin sombra de verdor… ¡Si todavía
hablaras, oh, por mí, luz sin estrella!
Si pudiera olvidar lo que madura
dentro de ti… Tocada de hermosura
hoy, te miras mañana ya distante.
Voz que en la flor del labio se amortaja,
fuego que una ceniza torpe ataja,
grito que amor me dio para un instante.
La red, 1955.
EL SONETO
A Dámaso Alonso
He vuelto a estas paredes donde encierro
la acostumbrada voz de la amargura
y, junto a aquel verdor, la ya madura
fruta del corazón que, a cada yerro,
se duele de la rama en su destierro
y gana cargazón perdiendo altura;
pero, por ser buscada la clausura,
tibio es el muro y fácil es el hierro.
Hablo de ti, dogal, soneto mío,
que, sin talar, aprietas cada ramo,
que, sin cegar, corriges cada río.
Hablo de lo que ciñe y lo que doma:
de una sombra apretada en la que amo
y un ojo arriba donde Dios se asoma.
La red, 1955.
EL VERSO EN LA MONTAÑA
(San Rafael)
Me dan vergüenza…
Estos versos que escribo
me dan vergüenza.
Total, para que un día
alguien los lea.
O ni siquiera eso,
ni siquiera.
Estos versos, mi niño,
¿sabes tú
para qué los escribo?
(¿Y esa flor del romero,
sin ojos que la miren,
sola, diciendo…
¿para qué sirve?)
Total, para que nadie
venga y los lea,
mi niño,
¿para qué valen…?
Me dan vergüenza.
Geografía es amor, 1961.