El leonés Leopoldo Panero (1909-1962) es uno de los más importantes representantes de la poesía “arraigada” de la inmediata posguerra. La muerte, la transitoriedad de la vida, la religiosidad, el amor, el sosiego, la belleza de los paisajes, Dios como referente de esperanza y la familia como elemento integrador, son temas recurrentes en toda su poesía.
LA POESÍA
Oh sacudida desértica de hojas transparentes
Estremecidos rumbos palpitan en mi pecho sin salida
Se sienten sombras delirando por el aire acercan
Hasta la bella carne una conciencia en llamas
Hasta la bella carne donde late la espuma de la muchacha y el río.
Agresión de fantásticos cielos hermosamente vivos
Fingidas rocas únicas donde el mar se extasía
Tiembla conmovida alma
Se escapa milagrosa soledad de uno a otro
Nuestros labios repletos de sonrisas desnudas
Hacen más invencible la belleza del silencio que nos separa
Este silencio de tan áspera belleza que flota
Y que muerden las bocas clavándose cuchillos.
Oscilan alargadas luces y ascuas de viento
Entre mis dedos cantan los bosques tropicales.
En Noroeste, 1931.
ARTE POÉTICA
Más que decir palabras, quisiera dar la mano
a un niño, hundir el pecho contra la espuma viva,
y estar callado, llena la frente de oceano,
bajo un pino silente, palpitando hacia arriba.
Más que decir palabras, navegar en un llano
de espigas empujadas, ondeadas, donde liba
la inmensidad su jugo de noche de verano;
y en vez de soñar nombres que el viento los escriba.
Más que juntar canciones cogidas en la infancia
quisiera mis mejillas como un nido robado,
y el sabor de mis labios húmedos de ignorancia,
y la primera delicia del que nunca ha besado:
más que decir palabras ser su propia fragancia,
y estar callado, dentro del verso, estar callado…
En Papeles de Son Armadans, 1959.