Mujer con abanico, de María Blanchard

Rafael Lasso de la Vega (Sevilla, 1890-1958) se inició en el modernismo, que abandonaría pronto para sumarse con entusiasmo a la aventura vanguardista. El dadaísmo y, sobre todo, el ultraísmo, tienen en él a uno de sus mejores representantes.

YO SOY EL QUE COMPRENDE, EL QUE ADORA Y SUSPIRA…

Yo soy el que comprende, el que adora y suspira.
Toda la primavera canta en mi corazón.
Siento con la armonía de la tierra que gira
y en el azul del cielo con la constelación.

Voy sobre los abismos, bajo el cielo, en Pegaso
volando, atento al ritmo de mi música interna;
y las formas se ofrecen, sagradas a mi paso,
con la expresión cendrada de su belleza eterna.

Porque todo en el mundo es bello eternamente,
y cada instante tiene su inefable emoción.
Canto con las estrellas, suspiro con la fuente
y sueño con la luna la célebre visión.

¡Oh, celeste visión del alma mía pura,
y de mi corazón, que sueña, iluminado
por el amor divino, por la eterna hermosura,
ante el tiempo infinito y el más allá ignorado!

Admiro la belleza del mundo… la alegría
profunda de las cosas, y el profundo dolor…
Sobre mi pecho alienta la divina armonía
como brisa que pasa y estremece la flor.

Un sol eterno y puro me alumbra noche y día…
¡Porque en mi corazón está el amor!

De «Las emociones inefables», en El corazón iluminado y otros poemas, 1919.

AH, ESA RIMA DE FUEGO…

Ah, esa rima de fuego,
–como mi corazón de llama,
agitado en la noche, brillante y sin sosiego…
Una estrella anhelante que se inflama,
un resplandor que deja de luz ciego
al que intenta mirar!

Ay, yo quisiera
así poder cantar
¡la imposible canción, tan verdadera!
la íntima, la ardiente, la suprema
y sonora canción
del rojo incendio en que se quema
por su propia pasión,
¡sin consumirse nunca, mi fuerte corazón!

De «Las inquietudes», en El corazón iluminado y otros poemas, 1919.

DADA

De la revista Grecia, en Poemas dispersos del período ultraísta, 1918-1922.

BALADA DEL ULTRA

Las manos extendidas al aire recogen este aliento que vibra.
Noche hermana de las cumbres celestes. Péndulos del ritmo en el gran acorde
[sin lengua.
Aquello que es profundo ama el silencio de los signos.
Despierta la ciudad poco a poco bañándose en el río.
El azul enarbola los mástiles viajeros en su inmovilidad.
Todo es un tránsito.
Palabras mías ancladas al movimiento. ¿Quién vio la flecha donde va?
Los animales desconocen la envidia, los hombres la sinceridad.
Es ya de día y no sabemos el color de la levita de Dios.
Canta el esfuerzo. ¿A dónde vamos?
Fábricas, laboratorios. ¿Qué significáis?
Nadie te comprende. Hombre excelso, pies ligeros.

Ultraísmo: alegría de ser poeta.

El mundo pesa mucho
imán que tira de los nombres.
Las frases atan como el hierro y la tierra abruma los hombros de la Humanidad.
Pocos se escapan de su prisión sin muros.
Que os libertéis canta la rana peluda entre la yerba fresca de rocío.
Y el lago verde lleno de burbujas que se rompen bajo las estrellas
muestra sus parajes recónditos de Capella y del Al Aaraaf
¿más allá o más acá del sistema de tres perpendiculares entre sí?
Un siglo perfumista se alborota.
Por todas partes hay periódicos embadurnados de cosmético.
Los teatros, las redacciones, los cafés son peluquerías confortables con todos
[los adelantos modernos.
Pero nosotros hemos roto las amarras y se va el muelle y todo el puerto
hasta desaparecer detrás de cada hora.

Ultraísmo: la alegría de ser poeta.

Allí donde el silencio se rompió las musas danzaron.
Fragmentos de dioses y ruinas.
Bajo la vegetación nueva aún es bello el viejo friso roto.
Un silencio pasa como el agua sobre el arco.
Cristo el nazareno, inventor de los mendigos, agostó los aljibes.
Arquitectos reconstructores trasiegan moldes.
Parlamentarios agridulces cogen rosas de espinas.
La turbamulta romántica se lamenta de pasiones que no sintió nunca.
Desequilibrados que muestran su miseria se quejan de todo y de sí mismos
como perros aullándole a la luna.
Hoy las musas danzan vestidas de ciudades, de mares y campiñas.
Apolo toma el tranvía para ir a la imprenta.
Y desnudos nos bañamos al sol que estalla bajo todos los meridianos.

Ultraísmo: alegría de ser poeta.

De la revista Ultra, en Poemas dispersos del período ultraísta, 1918-1922.

UNIVERSOS

Yo amo los cantos que llevan dentro
aire, agua, tierra y fuego,
los cantos que son claros, ligeros y diáfanos,
vivientes como mundos lanzados al azul,
con algo de magia y de prodigio,
cual pompas de jabón que no se rompen.

Yo canto para que dancen bajo el cielo
los que vendrán un día.

El mundo no envejece, se renueva,
se hace más puro, más ágil y sincero,
y el porvenir es siempre joven.

La vida es voluntad alegre y bella,
y el arte el juego más sublime de los juegos.

Las visiones del mundo son profundas
en las aguas más hondas y tranquilas,
pero vuestra mirada ha de ser pura.

Malditos son los que producen
el lodo de las aguas removidas.

La esfera de cristal concentra el orbe en iris,
y es ella misma un orbe sutil y transparente.

De la revista Ultra, en Poemas dispersos del período ultraísta, 1918-1922.

POÉTICA

Nubes al sesgo del ocaso

Paso del viento por las hojas

Luz en los huecos de las ramas

Gotas de estrellas en la sombra

Besos del agua en los estanques

Ecos sin voz – ritmos sin temas

Vosotros sois los mejores poemas

1931. Oaristes, 1941.

CUANDO YO ERA NIÑO…

Cuando yo era niño
la azotea de mi casa de Sevilla
era el puente de un barco
Un barco que viajaba según iban cambiando
los días y el color de las tardes
Y justamente debajo
había en el piso principal
un vetusto salón
que era la cámara del barco
en la que demoraban unos graves señores
embutidos en trajes antiguos de Almirante
Eran los retratos de mis antepasados

Cuando yo era niño
la biblioteca de casa era la iglesia de un convento
y los escaños del coro eran los estantes
Y en medio había una vitrina
con libros genealógicos abiertos sobre atriles
Viejas cartas ejecutorias
miniadas en rico pergamino
que eran Antifonarios
en los que se cantaban los oficios de Vísperas
como en la Catedral
Y los rayos de sol que caían de los altos ventanales
eran ángeles con lámparas

Cuando yo era niño
en todos los lugares donde me llevaban la primera vez
había cosas nuevas
desconocidas para mí
Y yo las recordaba sin embargo
Cosas que me miraban fijamente
hablándome a los ojos
como espejos
con un lenguaje de cuentos
Espejos de historias sin palabras
que sólo yo entendía
Y esos espejos eran poemas
Y los poemas
algunos son los mismos que yo escribí después
Y los otros
son los que no se escribirán jamás

Prestigios (1911-1916), 1942.