Según Anderson Imbert, Guillermo Valencia (Colombia, 1873-1943) escribió “con corazón romántico, ojos de parnasiano y oído de simbolista”. El eje temático de su poesía es la lucha entre la carne y el espíritu, el vicio y la virtud, la concepción pagana de la vida y los valores perdurables del cristianismo.
CANCIÓN
En mi verso de miel
he cantado la hiel de la ausencia.
¡Oh ardid de la crüel que secó mi existencia!
En rubio hilo de oro
engarzo el verso ahora, labrado con primor;
y con vigor tranquilo canto cosas de amor.
Jardines perfumados de rosas
y gacelas de ojos negros, y undosas
sedas de las gacelas.
La crüel fue jardín de mi pasión. Su rostro
rosas de ese jardín, y las combas nevosas
de sus senos,
sus deleitosas peras, sus granadas sabrosas.
Sus formas de jazmín eran panales llenos.
De hoy más quiero vivir entre vírgenes tiernas,
mirar la móvil gracia de sus piernas,
flexibles como ramas de frescor matinal;
vivir entre beldades
intactas como perlas que tiñó el coral.
Al son de unos süaves laúdes, pronto el labio
a la colmada copa que da el escanciador;
y olvidar el dolor, tendido en las praderas morosas,
entre rosas
de negligente olor.
Y aspirar los sutiles aromas de la carne fugaz;
saborear la esquiva saliva de los labios en flor
con besos
de mimo ardiente y puro
prefiriendo los gruesos
labios, los de color oscuro.
Y mis ojos cansados reposarán en su mirar;
y en su jardín sin par
la aurora
nos hallará sentados juntos al agua canora
que fluye sin cesar.
Catay, 1929.
QUISIERA UN IDIOMA DE MÚSICA NO OÍDA…
Quisiera un idioma de música no oída,
y palabras henchidas de un sentido profundo,
jugosas como tallos que broten de la vida
aptas a revelar el misterio del mundo.
«Estrofas», en «Otras poesías», Obras poéticas completas, 1948