Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864-Salamanca, 1936) pretendió adaptar el verso español a la meditación filosófica y metafísica. Su poesía se caracteriza por la austeridad formal y la preferencia por las figuras de pensamiento.

CREDO POÉTICO

Piensa el sentimiento, siente el pensamiento;
que tus cantos tengan nidos en la tierra,
y que cuando en vuelo a los cielos suban
tras las nubes no se pierdan.

Peso necesitan, en las alas peso,
la columna de humo se disipa entera,
algo que no es música es la poesía,
la pesada sólo queda.

Lo pensado es, no lo dudes, lo sentido.
¿Sentimiento puro? Quien en ello crea,
de la fuente del sentir nunca ha llegado
a la vida y honda vena.

No te cuides en exceso del ropaje,
de escultor, no de sastre es tu tarea,
no te olvides de que nunca más hermosa
que desnuda está la idea.

No el que un alma encarna en carne, ten presente,
no el que forma da a la idea es el poeta
sino que es el que alma encuentra tras la carne,
tras la forma encuentra idea.

De las fórmulas la broza es lo que hace
que nos vele la verdad, torpe, la ciencia;
la desnudas con tus manos y tus ojos
gozarán de su belleza.

Busca líneas de desnudo, que aunque trates
de envolvernos en lo vago de la niebla,
aun la niebla tiene líneas y se esculpe;
ten, pues, ojo, no las pierdas.

Que tus cantos sean cantos esculpidos,
ancla en tierra mientras tanto que se elevan,
el lenguaje es ante todo pensamiento,
y es pensada su belleza.

Sujetemos en verdades del espíritu
las entrañas de las formas pasajeras,
que la Idea reine en todo soberana;
esculpamos, pues, la niebla.

Poesías, 1907.


PARA DESPUÉS DE MI MUERTE

Vientos abismales,
tormentas de lo eterno han sacudido
de mi alma el poso,
y su haz se enturbió con la tristeza.
del sedimento.
Turbias van mis ideas,
mi conciencia enlojada,
empañado el cristal en que desfilan
de la vida las formas,
y todo triste,
porque esas heces lo entristecen todo.

Oye tú que lees esto
después de estar yo en tierra,
cuando yo que lo he escrito
no puedo ya al espejo contemplarme;
¡oye y medita!
Medita, es decir: ¡sueña!

«Él, aquella mazorca
de ideas, sentimientos, emociones,
sensaciones, deseos, repugnancias,
voces y gestos,
instintos, raciocinios,
esperanzas, recuerdos,
y goces y dolores,
él, que se dijo yo, sombra de vida,
lanzó al tiempo esta queja
y hoy no la oye;
¡es mía ya, no suya!»

Sí, lector solitario, que así atiendes
la voz de un muerto,
tuyas serán estas palabras mías
que sonarán acaso
desde otra boca,
sobre mi polvo
sin que las oiga yo que soy su fuente.

¡Cuando yo ya no sea,
serás tú, canto mío!

Tú, voz atada a tinta,
aire encarnado en tierra,
doble milagro,
portento sin igual de la palabra,
portento de la letra,
¡tú nos abrumas!

¡Y que vivas tú más que yo, mi canto!
Oh, mis obras, mis obras,
hijas del alma,
¿por qué no habéis de darme vuestra vida?,
¿por qué a vuestros pechos
perpetuidad no ha de beber mi boca?
¡Acaso resonéis, dulces palabras,
en el aire en que floten
en polvo estos oídos,
que ahora están midiéndoos el paso!
¡Oh, tremendo misterio!
En el mar larga estela reluciente
de un buque sumergido;
¡huellas de un muerto!
¡Oye la voz que sale de la tumba
y te dice al oído
este secreto:
yo ya no soy, hermano!
Vuelve otra vez, repite:
¡yo ya no soy hermano!
Yo ya no soy; mi canto sobrevíveme
y lleva sobre el mundo
la sombra de mi sombra,
¡mi triste nada!

Me oyes tú, lector, yo no me oigo,
y esta verdad trivial, y que por serlo
la dejamos caer como la lluvia,
es lluvia de tristeza,
es gota del océano
de la amargura.

¿Dónde irás a pudrirte, canto mío?
¿en qué rincón oculto
darás tu último aliento?
¡Tú también morirás, morirá todo,
y en silencio infinito
dormirá para siempre la esperanza!

Poesías, 1907.

POR DENTRO

I

¿Es que acaso conoces tú la angustia
de sentir tu regazo
sacudido de un ser que desconoces
y sin poder librarlo?
¿Ha sentido tu espíritu en congoja
los apuros de un parto
que no da a luz y queda entre dolores
como un esfuerzo vano?
¿Sabes lo que es sentir tus pensamientos
agitarse en la sombra, por debajo,
y no verles los ojos
ni de su voz sentir el dulce llanto?
¡Tener dentro del alma hijos que viven
atormentados,
que te piden la luz y tú no logras
darles descanso!
Algo grande se agita en mis entrañas,
algo que es soberano,
algo que vive
con un vivir oscuro y abismático.
Y ¿no será mejor que allí lo deje
sin al mundo sacarlo,
y que viva su vida de tinieblas
en hermético arcano,
sin cobrar voz ni forma,
sin tener que encarnar en cuerpo extraño?
Pues extraño a toda alma es todo cuerpo;
todo pensar callado,
así que toma voz y habla a los hombres
del mundo en el teatro,
pierde la oscuridad en que guardaba
todo el celeste encanto
de su virtud fluida,
y es cual duro guijarro,
en vez de ser esencia vaporosa
que del Sol a los rayos
se ha de bañar un día cuando vuelva
al seno del océano
de que surgió, perdida nubecilla,
que el viento de rechazo
me trajo al alma,
donde le doy amparo.

II

¡Oh, no poder dar luz a las tinieblas,
voz al silencio,
que mi dolor cantara
el salmo del misterio!
¡Oh, no poder decir lo que se muere
en sagrado secreto,
antes de haber nacido,
en el sepulcro-cuna de lo eterno!
¿Dónde está vuestro aroma de ambrosía,
¡oh, flores del invierno!,
que antes de abrir al Sol vuestras corolas
—¡dulce consuelo!—
volvisteis a los campos
a que la Muerte baña con su riego?
¡Cantar lo que no cabe
ni en palabras ni en tonos es mi empeño,
y decirte, mi amor, aquí, al oído,
mi corazón entero,
con su ritmo, sin música, ni letra,
con todo su silencio!
Terrible es la palabra
y su poder, poder de mal agüero.
Muere en ella la idea cuando nace,
enterrada en su cuerpo,
como muere al dar fruto
del todo nuestro anhelo.
Que al tocarte mi fiebre en ti despierte
la fiebre de tu seno,
y se fundan así nuestros ardores
en un mismo deseo.
Calla, mi amor, cierra tu boca fresca,
que así te quiero;
donde dejó su huella la palabra
no anida bien el beso.
Calla, que hay otro mundo
por dentro del que vemos,
un mundo en el que tejen las tinieblas
y es todo cielo.

Poesías, 1917.

EL VERBO FUE EN EL PRINCIPIO…

El Verbo fue en el principio
que la hermosura fabrica;
todo en él se justifica
hasta el ripio.

Cancionero. Diario poético, 1928-36.