El poeta leonés Juan Carlos Mestre (1957) concibe la poesía como reducto de la imaginación, el misterio y el prodigio. Del surrealismo toma el gusto por el versículo y un lenguaje poético irracional, alucinante; también la rebeldía y la protesta.
ELOGIO DE LA PALABRA
Esta palabra no ha sido pronunciada contra los dioses, esta palabra y la sombra de esta palabra han sido pronunciadas ante el vacío, para una multitud que no existe.
Cuando la muerte acabe, la raíz de esta palabra y la hoja de esta palabra arderán en un bosque que otro fuego consume.
Lo que fue amado como cuerpo, lo escrito en la docilidad del árbol único, será consolación en un paisaje lejano.
Como la inmóvil mirada del pájaro ante la ballesta, así la palabra y la sombra de esa palabra aguardan su permanencia más allá de la revelación de la muerte.
Sólo el aire, únicamente lo que del aire al aire mismo trasmitimos como testamento de lo nombrado, permanecerá de nosotros.
La luz, la materia de esta palabra y el ruido de la sombra de esta palabra.
La poesía ha caído en desgracia, 1992 .
LUGAR
Aquí, bajo el número exacto de estas sílabas, yace un río de adelfas de marfil y caballos oscuros que tortura el deseo.
Esta es la casa de los taxidermistas, el pabellón de las enfermeras y los matemáticos, de todos los que tienen obsesiones blancas bajo los sauces de la vejez y el remordimiento.
Pero esta es también la cueva de los cazadores y los bellos animales que se desangran melancólicamente cerca del fuego frío de la muerte.
Esta es la atmósfera del aparecimiento, el hielo desnudo de ese cuerpo que yace en la ermita entre dos frascos con flores.
Aquí cada palabra, cada gota de tristeza arrancada a la nada, es una medalla de diamante perfecto, la consolación, el vértigo que entregas de tus pasos a otro al acercarte al vacío.
Este es el poema, el resplandor erigido en la libertad de la jaula, la cicatriz en la médula de este tiempo que pasa sin duración en nosotros.
La poesía ha caído en desgracia, 1992 .