La poesía de la paraguaya Delfina Acosta (1956) gira en torno a las alegrías y las penas del ser humano. Gracias a la expresión sencilla e íntima de sus versos, que no desdeña el humor o la ironía, consigue comunicar a sus lectores su visión nostálgica, dolorida, de la vida.
DISCÚLPAME…
Discúlpame, si puedes, por mis versos,
Neruda, de mil sábanas poeta,
pues yo no sé escribir cantando al agua,
a aquel frescor primero de la hierba,
igual que tú, en tu Chile de araucarias.
Yo sólo sé escribir palabras quietas
en este pueblo donde todo muere
volviéndose en las manos simple piedra.
Sucede, sin embargo, algunas veces,
que el corazón procura alguna fiesta,
y salgo a andar, alegre y bien vestida,
por el camino y luego estoy de vuelta.
Me ocurre que me río, que mi risa,
igual al llanto mío desespera.
De mi costado izquierdo sale un verso
apasionado y triste que gotea.
Ah… si entonara como tú, Neruda;
si alzara por los vientos los poemas
mejores de mi vida en dulce nota.
Si el verso hablara a Dios sin una queja.
Sollozo sin su madre, fuego triste,
jardín quemado que no dio violeta,
invierno sin cerilla, espectro frío
es todo lo que tengo por cosecha.
Versos esenciales, 2001.
POESÍA
Sólo tu voz es dulce, poesía,
porque por ella he sido yo narrada.
Con tierna obstinación tus ojos pones
donde clavé, vencida, mi mirada.
Ya te mandaron a morir, mas tú
como una flor del campo te levantas.
La hoguera preparada para ti
en tus lozanos pétalos se lava.
Porque eres mustia entre las bestias todas,
garza de invierno, yo te siento hermana.
Vestimos un amor desesperado,
que nos desnuda el pecho y las espaldas.
Debajo de borrascas vas y vienes
como una cabellera de palabras
y enferma caes de capullos nuevos,
de aroma fresco y pena enamorada.
Versos de amor y de locura, 2007.