Los poemas, breves, desnudos y precisos, del ciudadrealeño José Corredor-Matheos (1929) incorporan a la tradición europea de la poesía pura o esencial, la expresión justa y la tonalidad serena de la poesía oriental.
SI FUERA ESTE POEMA…
Si fuera este poema
el último que hicieses
¿tendría más valor
que otro cualquiera?
Todo poema es único
y tu muerte lo escucha
con el mismo deleite,
con igual impaciencia.
Y tu poema empieza, 1976-1987
¿LLEGARÉ YO A ESCRIBIR…?
A Carmen Borja
¿Llegaré yo a escribir
alguna vez
el poema que me abra
ese paisaje
donde pueda perderme
entre los árboles
y aspirar los perdidos
aromas de la infancia?
¿Cuándo podré crear
un mundo tan real
como irreal es éste
en el que vivo?
Todo lo que he logrado
es escribir poemas
que son sólo poemas.
No dan sombra sus árboles,
ni frutos.
En ellos no hay aromas,
ni el silencio que anuncia
que el poema se ha escrito.
El don de la ignorancia, 2004
EL POEMA SE OCULTA…
A Jaime Siles
El poema se oculta
en el poema,
igual que la montaña,
se oculta en la montaña,
y hasta el nombre de Dios,
en los nombres de Dios.
Escribes las palabras
y el poema se oculta
entre una letra y otra,
la montaña, en los granos
de arena del desierto,
como el nombre de Dios
entre los números.
El agua, allá en la playa,
disuelve cielo y rocas,
disuelve las palabras,
disuelve los deseos
de vivir.
No busques el poema
en el poema,
no busques la montaña
en la montaña,
ni los nombres de Dios
en el nombre de Dios.
Que los nombres, al fin,
sean un solo nombre,
y un número los números.
Contempla la montaña
como es
y deja que el poema
solo sea poema,
que los nombres de Dios
se borren con las olas,
y verás el poema
florecer,
descender la montaña
hasta tus pies,
disolverse en las aguas
las palabras,
los nombres y los números.
Y que el poema sea.
El don de la ignorancia, 2004
TUS PALABRAS NO SON…
Tus palabras no son
las que esperabas.
No abren las heridas
más profundas,
ni los gozos más íntimos,
tal vez definitivos.
Estás mudo, expectante,
y sabes, sin embargo,
que nada hay que esperar.
La posible amenaza,
la noticia feliz,
la misma paz posible
o imposible,
siempre están por llegar.
Hay acaso palabras
que pueden abrir puertas
y cerrarlas,
pero no las conoces.
Escribes porque sí.
El ruido de la pluma
en el papel,
el rumor que va entrando
por la abierta ventana
y el silencio,
sobre todo el silencio,
te dictan lo que escribes.
Aunque no es escribir
lo que te importa.
Un pez que va por el jardín, 2007