El dramaturgo y poeta sevillano Juan de la Cueva (1543-1612) publicó en 1606 el Ejemplar poético, un tratado de preceptiva literaria en verso –lo componen tres extensas epístolas en tercetos encadenados–, que es la primera obra de esta naturaleza de nuestra literatura.
CUANTOS OIRÁN MIS LÁSTIMAS RIENDO…
Cuantos oirán mis lástimas riendo,
cuando más mi dolor les representen,
no dudo que en pláticas las cuenten
diferentes que yo las voy sintiendo.
Y sin considerar que estoy muriendo,
por devaneos míos las sustenten,
porque ajenas pasiones no se sienten,
si no es del que está en ellas padeciendo.
Al que sabe de amor las mías le ofrezco,
que el sabio puede mucho, aunque esté solo;
que no doy al vano vulgo mis querellas,
solo al que siente el mal que yo padezco.
Pues sola una centella, que da Apolo,
alumbra más que todas las estrellas.
Obras, 1582.
[EL VERSO ADVIERTA EL ESCRITOR PRUDENTE…]
El verso advierta el escritor prudente
que ha de ser claro, fácil, numeroso
de sonido, y espíritu excelente.
Ha de ser figurado, y copioso
de sentencias, y libre de dicciones
que lo hagan humilde u escabroso.
La elevación de voces y oraciones
sublimes, muchas veces son viciosas
y enflaquecen la fuerza a las razones.
Vanse tras las palabras sonorosas
la hinchazón del verso, y la dulzura,
tras las sílabas llenas, y pomposas.
Entienden que está en esto la segura
felicidad y luz de la poesía
y que sin esto es lo demás horrura,
Si el verso consta sólo de armonía
sonora, de razones levantadas,
ni fuerza a más, bien siguen esa vía.
Mas si las cosas han de ser tratadas
con puntual decoro del sujeto
faltaran, de ese modo gobernadas.
No explica bien el alma de un conceto
el que se va tras el galano estilo
a la dulzura del hablar sujeto.
Ni el que del vulgo sigue el común hilo
en término, y razones ordinarias
cual en su ditirámbica Grecilo.
Entrambas a dos cosas son contrarias
a la buena poesía, en careciendo
del medio, con las partes necesarias.
Ejemplar poético, 1606. Epístola I, vv. 49-78. Obra completa aquí.