Entre los cultivadores de la fábula esópica en la Ilustración española, destaca el poeta alavés Félix María de Samaniego. Sus recreaciones formaron a generaciones enteras de escolares. Su poesía está presidida por la intención moral y la sencillez y claridad del estilo.
EL PARTO DE LOS MONTES
Con varios ademanes horrorosos
los Montes de parir dieron señales.
Consintieron los hombres temerosos
ver nacer los abortos más fatales.
Después que con bramidos espantosos
infundieron pavor a los mortales,
estos Montes, que al mundo estremecieron,
un Ratoncillo fue lo que parieron.
Hay autores, que en voces misteriosas,
estilo fanfarrón y campanudo,
nos anuncian ideas portentosas;
pero suele a menudo
ser el gran parto de su pensamiento,
después de tanto ruido, sólo viento.
Fábulas en verso castellano, Libro II, 1781.
A DON TOMÁS IRIARTE
En mis versos, Iriarte,
ya no quiero más arte
que poner a los tuyos por modelo.
A competir anhelo
con tu numen, que el sabio mundo admira,
si me prestas tu lira,
aquella en que tocaron dulcemente
Música y Poesía juntamente.
Esto no puede ser: Ordena Apolo
que, digno sólo tú, la pulses solo.
¿Y por qué sólo tú? Pues cuando menos,
¿no he de hacer versos fáciles, amenos,
sin ambicioso ornato?
¿Gastas otro poético aparato?
Si tú sobre el Parnaso te empinases,
y desde allí cantases:
Risco tramonto de época altanera,
«Góngora que te siga», te dijera.
Pero si vas marchando por el llano,
cantándonos en verso castellano
cosas claras, sencillas, naturales,
y todas ellas tales,
que aun aquel que no entiende poesía
dice: Eso yo también me lo diría,
¿por qué no he de imitarte, y aun acaso
antes que tú trepar por el Parnaso?
No imploras las sirenas ni las musas,
ni de númenes usas;
ni aun siquiera confías en Apolo.
A la naturaleza imploras sólo,
y ella, sabia, te dicta sus verdades.
Yo te imito: No invoco a las deidades,
y por mejor consejo,
sea mi sacro numen cierto viejo,
Esopo, digo. Díctame, machucho,
una de tus patrañas, que te escucho.
Fábulas en verso castellano, Libro III, 1781.