La poesía de Francisco Luis Bernárdez (Buenos Aires, 1900-1978) exalta el amor, la fe y los misterios de la naturaleza en versos clásicos y desnudos. Su obra se caracteriza por la claridad del estilo y el rigor silogístico de la construcción.
ALCÁNDARA
Después de haber volado tanto
vuelve a su alcándara el halcón.
El halcón es mi corazón
y la alcándara es este canto.
Mi vuelo es lento porque aguanto
con garra ardida a la emoción;
Fénix virtual cuyo plumón
en mi ardimiento es como amianto.
A mi vuelo, breve guarida
destinando van, una a una,
las alcándaras de la vida.
Y, en realidad, esta inquietud
va de una alcándara, la cuna,
a otra alcándara, el ataúd.
Alcándara, 1925.
RETORNO
Pobreza aleccionadora
de la montaña, que enseña
a vestirme de estameña
mis pensamientos de ahora…
(Estameña lugareña,
perfumada de aldeanía
como el sayal de estameña
de san Francisco de Umbría.)
Por fin, en la sed ajena
sea mi música franca
la taza de leche blanca
y la taza de agua buena.
Cada metáfora sea
una metáfora noble,
como este Cristo de roble
de la capilla de aldea,
cuyo iluminado leño
categorizado ha visto,
en metáfora de Cristo,
su cuerpo de árbol pequeño.
Las hojas de mi sencillo
libro, así, dignas serán
de cortar con el cuchillo
con que cortamos el pan.
Alcándara, 1925.
LA PALABRA
En cada ser, en cada cosa, en cada
palpitación, en cada voz que siento
espero que me sea revelada
esa palabra de que estoy sediento.
Aguardo a que la diga el firmamento,
pero su boca inmensa está callada;
la busco por el mar y por el viento,
pero el viento y el mar no dicen nada.
Hasta los picos de los ruiseñores
y las puertas cerradas de las flores
me niegan lo que quiero conocer.
Sólo en mi corazón oigo un sonido
que acaso tenga un vago parecido
con lo que esa palabra puede ser.
Poemas de carne y hueso, 1943.