Cuatro líneas temáticas se dan en la poesía del barcelonés Guillermo Díaz-Plaja (1909-1984): la afectiva, en torno al amor conyugal y a los hijos; la religiosa, marcada por el anhelo de eternidad; la viajera; y la lúdica o culturalista, donde predominan los juegos retóricos.
ANTES
¡Oh! ¡No haber leído ningún libro!
Que mi poema fuera sólo
el roce del alma virgen con las cosas.
Como un inmenso párpado que se abre
para que el ojo sepa
que hay rosas de azul y de oro
bañadas en el aire transparente;
como un guante de seda
que hace más sensible al tacto
la frutada dulzura de una mano,
la tibia seguridad de una frente,
la fragilidad de una rosa;
como un sutil micrófono
capaz de dar una armonía de élitros,
un diapasón difícil,
el sonido del sueño,
la voz de Dios;
como una ávida papila
que capte los perfumes más recónditos:
el olor del recuerdo,
el perfume de las cosas perdidas,
el aroma del goce;
como una boca nueva
que paladee lo recién nacido,
los jugos de la vida y de la muerte,
el sabor de lo extraño,
la dulzura del alba.
Y nada más. Sólo
mi presencia en las cosas.
Sólo las cosas límpidas
en mis sentidos claros.
Vacación de estío, 1948.