La poesía de Juan Sánchez Peláez (Venezuela, 1922-2003), próxima al surrealismo, está entreverada de sutil erotismo, humor terso y melancólico y memorable música verbal.
AUNQUE LA PALABRA SEA SOMBRA EN MEDIO, HOGAR EN EL AIRE…
Aunque la palabra sea sombra en medio, hogar en el aire,
soy otro, más libre, cuando me veo atado a ella,
en el alba o en la tempestad.
Por la palabra vivo en aguas plácidas y en filón extranjero,
fuera del inmenso hueco.
Lo huidizo y permanente, 1969.
ME PONGO A TEMBLAR EN LA NOCHE LLENA DE SONIDOS. ABSORTO…
Me pongo a temblar en la noche llena de sonidos. Absorto
en mi labor, no me doy cuenta que el tiempo transcurre.
Mi oficio es como la lluvia: acariciar, penetrar, hundirme.
Observo la tinaja oscura. Alumbro una lámpara en mi
duermevela. Siento mi arruga y mi enigma, pero ¿dónde el
hallazgo por venir, o una mañana clara en las calzadas?
Lo huidizo y permanente, 1969.
POÉTICA
No íbamos a incursionar en el sitio que ocupa el rayo con brazos de roble: su furia despejaría nuestra pobre cabeza, llena de vino y vanas ilusiones. Usted es quien me dirige la palabra, señor que dispone en fila las luces de bengala (repito su eco, trago su anhelo y su espina); usted es quien mancha el papel sobre la mesa, mientras la cacería verdadera ocurre donde no hay límites, quizás en esta grieta visceral al filo de la hermosa fabla y el lustre lejano.
Rasgos comunes, 1975.