Payaso, de Federico García Lorca

El granadino Federico García Lorca (Granada, 1898-1936), miembro fundamental de la generación del 27, aunó en su poesía inspiración popular e innovación vanguardista. Un sentimiento trágico de la vida recorre su poesía y su teatro.

SOBRE UN LIBRO DE VERSOS

Dejaría en el libro
Este toda mi alma.

Este libro que ha visto
Conmigo los paisajes
Y vivido horas santas.

¡Qué pena de los libros
Que nos llenan las manos
De rosas y de estrellas
Que se esfuman y pasan!
¡Qué tristeza tan honda
Es mirar los retablos
De dolores y penas
Que un corazón levanta!

Ver pasar los espectros
De vidas que se borran,
Ver al hombre desnudo
En Pegaso sin alas,
Ver la Vida y la Muerte,
la síntesis del mundo,
Que en espacio profundo
Se miran y se abrazan.

Un libro de poesías
Es el Otoño muerto.
Los versos son las hojas
Negras en tierras blancas,
Y la voz que lo lee
Es el soplo del viento
Que hunde en los pechos
–Entrañables distancias–.

El poeta es un árbol
Con frutos de tristeza
Y con hojas marchitas
De llorar lo que ama.
El poeta es el médium
De la Naturaleza
Que explica su grandeza
Por medio de palabras.

El poeta comprende
Todo lo incomprensible
Y a cosas que se odian
Él hermanas las llama.
Sabe que los senderos
Son todos imposibles
Y por eso en lo oscuro
Va por ellos con calma.

En los libros de versos,
Entre rosas de sangre,
Van desfilando tristes
Y eternas caravanas
Que hirieron al poeta
Que lloraba en la tarde,
Rodeado y ceñido
Por sus propios fantasmas.

Poesía es Amargura,
Miel celeste que mana
De un panal invisible
Que fabrican las almas.

Poesía es lo imposible
Hecho posible. Arpa
Que tiene en vez de cuerdas
Corazones y llamas.

Poesía es la vida
Que cruzamos con ansia
Esperando al que lleve
Sin rumbo nuestra barca.
Libros dulces de versos
Son los astros que pasan
Por el silencio mudo
Al reino de la Nada,
Escribiendo en el cielo
Sus estrofas de plata.

¡Oh, qué penas tan hondas
Y nunca remediadas,
Las voces dolorosas
Que los poetas cantan!

Como en el horizonte
Descanso las miradas.
Dejaría en el libro
Este, ¡toda mi alma!

1918. En Poemas inéditos de juventud.


CANCIÓN MENOR

Diciembre de 1918
GRANADA

Tienen gotas de rocío
Las alas del ruiseñor,
Gotas claras de la luna
Cuajadas por su ilusión.

Tiene el mármol de la fuente
El beso del surtidor,
Sueño de estrellas humildes.

Las niñas de los jardines
Me dicen todas adiós
Cuando paso. Las campanas
También me dicen adiós.
Y los árboles se besan
En el crepúsculo. Yo
Voy llorando por la calle,
Grotesco y sin solución,
Con tristeza de Cyrano
Y de Quijote,
redentor
De imposibles infinitos
Con el ritmo del reloj.

Y veo secarse los lirios
Al contacto de mi voz
Manchada de luz sangrienta,
Y en mi lírica canción
Llevo galas de payaso
Empolvado. El amor
Bello y lindo se ha escondido
Bajo una araña. El sol
Como otra araña me oculta
Con sus patas de oro. No
Conseguiré mi ventura,
Pues soy como el mismo Amor,
Cuyas flechas son de llanto,
Y el carcaj el corazón.

Daré todo a los demás
Y lloraré mi pasión
Como niño abandonado
En cuento que se borró.

Libro de poemas, 1921.

EL CANTO QUIERE SER LUZ…

El canto quiere ser luz.
En lo oscuro el canto tiene,
hilos de fósforo y luna.
La luz no sabe qué quiere.
En sus límites de ópalo,
se encuentra ella misma,
y vuelve.

Canciones, 1921-1924.

POEMA DOBLE DEL LAGO EDEN

Nuestro ganado pace, el viento espira
Garcilaso

Era mi voz antigua
ignorante de los densos jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.

¡Ay voz antigua de mi amor,
ay voz de mi verdad,
ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!

Estás aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pesado,
mientras mis ojos se quiebran en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos.

Déjame pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.
Déjame pasar, hombrecillo de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y los alegrísimos saltos.

Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato.

Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!

Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
¡Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco!

Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.

Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo.

No, no, yo no pregunto, yo deseo,
voz mía libertada que me lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado.

Así hablaba yo.
Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
Me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen patitas de paje
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios.

Poeta en Nueva York, 1929-30.