Etiqueta: poesía pura

Ramón de Basterra

El chico de la carretilla, de Joan Sandalinas

La obra del poeta novecentista Ramón de Basterra (Bilbao, 1888-1928) trata sobre el paisaje, las gentes, las tradiciones y la historia del pueblo vasco; también sobre el destino, fecundo, de los pueblos hispánicos, la Sobrespaña. En lo formal, pasa por variados estilos: barroquismo, poesía pura, futurismo…

OFICIOS

Sombra. Callejas frescas con fachas de hidalgo:
trapos en los balcones de leño azul. Hay algo
que recuerda el silencio de oro de las colmenas.
Se labora moviendo a los labios apenas.
¿Durango, Azcoitia, Luno? Viven, triunfan las manos,
tejiendo cuerda, urdiendo la sandalia de aldeanos,
la alpargata. Igualmente mudos, entre madera
fresca, que como en rizos de propia cabellera,
se envuelve en sus virutas, labran los ebanistas.
En el camino quiebran las rígidas aristas
de los cantos, tric, trac, tric, los picapedreros;
indican, aijada alta, la rúa, los boyeros.
¿Quién dijo descontento en este bello mundo?
¡Amad, dulces hermanos de oficios, con profundo
amor, la piedra, el leño, la cuerda, que el destino
os puso entre las manos, como llavín divino
para que el universo sus tesoros os abra!
Por cuerda, leño y piedra, yo tengo la palabra.

La sencillez de los seres, 1923.


Mariano Brull

Mujeres junto al río (detalle), de Antonio Gattorno

Mariano Brull (Cuba, 1891-1956), tras una breve incursión en el intimismo posmodernista, sometió su poesía a una profunda depuración intelectual, siguiendo el modelo de Mallarmé y Valéry. La poesía (”Verdehalago”), entendida como puro juego sonoro (Brull es el creador de la jitanjáfora), se propone como medio de evasión de la realidad hostil (”Mundodolido”).

AMAR LO DELICADO Y OTOÑAL…

Amar lo delicado y lo otoñal,
el arte antiguo, la canción de ayer;
la clara transparencia del cristal
como una forma espiritual de ser.

Amar la gracia añeja del rosal
y en rosas nuestro ensueño florecer.
Para lo bello ser sensible, igual
que un alma sensitiva de mujer.

Vivir una emoción en cada cosa,
y una fruición benigna y amorosa
en todo afín espíritu dejar…

Y ver las cosas con el narcisismo
de hallar en todo el alma de uno mismo
y en todo el alma de uno mismo amar.

«Recitación a solas, I», La casa del silencio, 1916.


Jorge Guillén

Mujer leyendo, de Francisco Bores

La lírica del vallisoletano Jorge Guillén (1893-1984) es paradigma de la “poesía pura” o “intelectual”, a pesar del entusiasmo vital de sus versos.  Su lenguaje, muy elaborado, destaca por la densidad conceptual.

VIDA EXTREMA

I

Hay mucha luz. La tarde está suspensa
Del hombre y su posible compañía.
Muy claro el transeúnte siente, piensa
Cómo a su amor la tarde se confía.

…Y pasa un hombre más. A solas nunca,
Atentamente mira, va despacio.
No ha de quedar aquella tarde trunca.
Para el atento erige su palacio.

¿Todo visto? La tarde aún regala
Su variación: inmensidad de gota.
Tiembla siempre otro fondo en esa cala
Que el buzo más diario nunca agota.

¡Inextinguible vida! Y el atento
Sin cesar adentrándose quisiera,
Mientras le envuelve tanto movimiento,
Consumar bien su tarde verdadera.

¡Ay! Tiempo henchido de presente pasa,
Quedará atrás. La calle es fugitiva
Como el tiempo: futura tabla rasa.
¿Irá pasando todo a la deriva?

II

Humilde el transeúnte. Le rodea
La actualidad, humilde en su acomodo.
¡Cuántas verdades! Sea la tarea,
Si del todo vivir, decir del todo.

Una metamorfosis necesita
Lo tan vivido pero no acabado,
Que está exigiendo la suprema cita:
Encarnación en su perenne estado.

¡Sea el decir! No es sólo el pensamiento
Quien no se aviene a errar como un esbozo.
Quiere ser más el ser que bajo el viento
De una tarde apuró su pena o gozo.

¿Terminó aquella acción? No está completa.
Pensada y contemplada fue. No basta.
Más ímpetu en la acción se da y concreta:
Forma de plenitud precisa y casta.

Forma como una fuerza en su apogeo,
En el fulgor de su dominio justo.
El final es —ni hermoso ya ni feo.
Por sí se cumple, más allá del gusto.

Atraído el vigía. Ved: se expresa.
¿Cómo no ha de encontrar aquella altura
Donde se yergue un alma en carne presa
Cuando el afán entero al sol madura?

Ámbito de meseta. La palabra
Difunde su virtud reveladora.
Clave no habrá mejor que hasta nos abra
La oscuridad que ni su dueño explora.

Disputas, vocerío con descaro,
Muchedumbre arrojada por la esquina.
Lo oscuro se dirige hacia lo claro.
¿Quién tu sentido, Globo, te adivina?

Revelación de la palabra: cante,
Remóntese, defina su concierto,
Palpite lo más hondo en lo sonante,
Su esencia alumbre lo ya nunca muerto.

Más vida imponga así la vida viva
Para siempre, vivaz hasta su extrema
Concentración, incorruptible arriba
Donde un coro entre lumbres no se quema.

Llegó a su fin el ciclo de aquel hecho,
Que en sus correspondencias se depura,
Despejadas y limpias a despecho
De sus colores, juntos en blancura.

¡Alma fuera del alma! Fuera, libre
De su neblina está como una cosa
Que tiende un espesor en su calibre
Material: con la mano se desposa.

Trascendido el sentir. Es un objeto.
Sin perder su candor, ante la vista
Pública permanece, todo prieto
De un destino visible por su arista.

El orbe a su misterio no domeña.
Allí está inexpugnable y fabuloso,
Pero allí resplandece. ¡Cuánta seña
De rayo nos envía a nuestro foso!

El tiempo fugitivo no se escapa.
Se colmó una conducta. Paz: es obra.
El mar aquel, no un plano azul de mapa
¡Cuánto oleaje en nuestra voz recobra!

Y es otro mar, es otra espuma nueva
Con un temblor ahora descubierto
Que arrebata al espíritu y le lleva
Por alta mar sin rumbo a fácil puerto.

Y la voz va inventando sus verdades,
Última realidad. ¿No hay parecido
De rasgos? Oh prudente: no te enfades
Si no asiste al desnudo su vestido.

Palmaria así, la hora se serena
Sin negar su ilusión o su amargura.
Ya no corre la sangre por la vena,
Pero el pulso en compás se trasfigura.

Ritmo de aliento, ritmo de vocablo,
Tan hondo es el poder que asciende y canta.
Porque de veras soy, de veras hablo:
El aire se armoniza en mi garganta.

¡Oh corazón ya música de idioma,
Oh mente iluminada que conduce
La primavera misma con su aroma
Virgen a su central cénit de cruce!

La brisa del follaje suena a espuma:
Rumor estremecido en movimiento
De oscilación por ondas. ¡Cuánta suma
Real aguarda el paso del atento!

La materia es ya magia sustantiva.
Inefable el secreto —con su estilo.
¿Lo tan informe duele? Sobreviva
Su fondo y sin dolor. ¡Palabra en vilo!

Palabra que se cierne a salvo y flota,
Por el aire palabra con volumen
Donde resurge, siempre albor, su nota
Mientras los años en su azar se sumen.

Todo hacia la palabra se condensa.
¡Cuánta energía fluye por tan leve
Cuerpo! Postrer acción, postrer defensa
De este existir que a persistir se atreve.

Aquellas siestas cálidas de estío
Lo son con sus fervores más intensos.
Se acumula más frío en ese frío
De canción que en los tácitos inviernos.

No finge la hermosura: multiplica
Nuestro caudal. No es un ornato el mundo
De nuestra sed: un vino está en barrica.
¿Es más de veras el brebaje inmundo?

Poesía forzosa. De repente,
Aquella realidad entonces santa,
A través de la tarde trasparente,
Nos desnuda su esencia. ¿Quién no canta?

He aquí; Late un ritmo. Se le escucha.
Ese comienzo en soledad pequeña
Ni quiere soledad ni aspira a lucha.
¡Ah! Con una atención probable sueña.

Atención nada más de buen amigo.
Nació ya, nacerá. ¡Infiel, la gloria!
Mejor el buen silencio que consigo
Resguarda los minutos sin historia.

Minutos en un tren, por alamedas,
Entre doctores no, sin duda en casa.
Allí, lector, donde entregarte puedas
A ese dios que a tu ánimo acompasa.

Entonces crearás otro universo
—Como si tú lo hubieras concebido—
Gracias a quien estuvo tan inmerso
Dentro de su quehacer más atrevido.

¿El hombre es ya su nombre? Que la obra
—Ella—se ahínque y dure todavía
Creciendo entre virajes de zozobra.
¡Con tanta luna en tránsito se alía!

Eso pide el gran Sí: tesón paciente
Que no se rinda nunca al No más serio.
Huelga la vanidad. Correctamente,
El atentado contra el cementerio.

—Se salvará mi luz en mi futuro.
Y si a nadie la muerte le perdona,
Mis términos me valgan de conjuro.
No morirá del todo la persona.

En la palpitación, en el acento
De esa cadencia para siempre dicha
Quedará sin morir mi terco intento
De siempre ser. Allí estará mi dicha.

III

Sí, perdure el destello soberano
A cuyo hervor la tarde fue más ancha.
Refulja siempre el haz de aquel verano.
Hubo un testigo del azul sin mancha.

El testigo va ahora bajo el cielo
Como si su hermosura le apuntase
—Con una irradiación que es ya un consuelo—
El inicial tesoro de una frase.

Colaborando la ciudad atiza
Todos sus fuegos y alza más ardores
Sobre el gris blanquecino de ceniza.
Chispean deslumbrados miradores.

Cal de pared. El día está pendiente
De una suerte que exalte su carrera.
¡Algo más, algo más! Y se presiente
Con mucha fe: será lo que no era.

Impulso hacia un final, ya pulso pleno,
Se muda en creación que nos confía
Su inagotable atmósfera de estreno.
Gracia de vida extrema, poesía.

Cántico, 1950.


Juan Ramón Jiménez

La poesía del onubense Juan Ramón Jiménez (1881-1958) se caracteriza por el goce exaltado de lo bello, la búsqueda de un conocimiento profundo de la realidad a través de la poesía y el ansia de eternidad. También, por su hermetismo (es famosa su dedicatoria “a la inmensa minoría”) y su constante búsqueda de nuevas formas.

BALADA TRISTE DEL PÁJARO DE AGUA

Pájaro de agua,
¿qué cantas, qué cantas?

Desde los rosales
de mi jardín, llama
a esas nubes grises
cargadas de lágrimas…;
quisiera, en las rosas
ver gotas de plata.

¡Pájaro de agua!

A la tarde rosa
das una esperanza
de música gris,
de niebla dorada;
el sol está triste
sobre tu sonata.

¡Pájaro de agua!

Mi canto, también
es canto de lágrimas…
En mi primavera,
la nube gris baja
hasta los rosales
de mis esperanzas.

¡Pájaro de agua!

Amo el canto errante
y gris, que desgranas
en las hojas verdes,
en la fuente clara…
¡No te vayas nunca,
corazón con alas!

Pájaro de agua,
¿qué cantas, qué cantas?

Baladas de primavera, 1907.