Emilio Ferrari (Valladolid, 1850-1907), discípulo de Núñez de Arce, busca en la poesía la realidad sencilla, común, dentro de la cual hay que saber encontrar los destellos ideales. Dedicó algunas poesías burlescas a la naciente estética modernista, a la que caracterizó como gongorismo a la francesa.
LA NUEVA ESTÉTICA
Un día, sobre asuntos de la clase,
firmaron las gallinas un uckase,
y desde el Sinaí del gallinero
promulgaron su ley al mundo entero.
Disponíase allí, por de contado,
que el vuelo de las águilas robusto
debe ser condenado
como un cursi lirismo de mal gusto;
que, en vez de labrar nidos en la altura,
se escarbe, sin cesar, en la basura;
que, para dilatar los horizontes,
ras con ras decapítense los montes,
y dejando al nivel todo Himalaya,
del muladar que su corral domina,
en adelante, no haya
más vuelos que los vuelos de gallina.
Esto el volátil bando
decretó, la invención cacareando.
Mas, a pesar del alboroto, infiero
que la gente después, según costumbre,
siguió admirando al águila en la cumbre
y echando las gallinas al puchero.
Por mi camino, 1908.