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Carlos Augusto Salaverry

La lavandera, de Francisco Laso de los Ríos

Carlos Augusto Salaverry (1830-1891) es el poeta más destacado del romanticismo peruano. En sus versos, musicales e intensos, el amor es la búsqueda de una felicidad o imposible o apenas entrevista y perdida de inmediato.

MI MUSA

Cuando aspiro en el ámbar trasparente
la narcótica escencia de la Habana,
y saboreo en rica porcelana
amargo el néctar de la Arabia ardiente;

un dios se agita en mi abrasada frente
que crea un universo y lo engalana:
sonora rima de mis labios mana,
cual de copiosa desbordada fuente.

Taño el laúd; pero al instante mismo
su antorcha celestial mi musa apaga,
y huye esquiva la faz, bañada en lloro:

el hombre no es ya un hombre, es un guarismo,
y el cántico de amor que más le halaga
¡es la nota metálica del oro!

Albores y destellos, 1871.


Andrés Bello

Retrato de Rafaela Díaz de Heria, anónimo

La Ilustración en Latinoamérica está asociada al escritor venezolano Andrés Bello (1781-1865), partidario de una poesía enraizada en la geografía, la historia y la cultura americanas, como muestra su extenso poema «Alocución a la poesía».

ALOCUCIÓN A LA POESÍA

Fragmentos de un poema titulado «América» 

I

Divina Poesía,
tú de la soledad habitadora,
a consultar tus cantos enseñada
con el silencio de la selva umbría,
tú a quien la verde gruta fue morada,
y el eco de los montes compañía;
tiempo es que dejes ya la culta Europa,
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo adonde te abre
el mundo de Colón su grande escena.
También propicio allí respeta el cielo
la siempre verde rama
con que al valor coronas;
también allí la florecida vega,
el bosque enmarañado, el sesgo río,
colores mil a tus pinceles brindan;
y Céfiro revuela entre las rosas;
y fúlgidas estrellas
tachonan la carroza de la noche;
y el rey del cielo entre cortinas bellas
de nacaradas nubes se levanta;
y la avecilla en no aprendidos tonos
con dulce pico endechas de amor canta.

¿Qué a ti, silvestre ninfa, con las pompas
de dorados alcázares reales?
¿A tributar también irás en ellos,
en medio de la turba cortesana,
el torpe incienso de servil lisonja?
No tal te vieron tus más bellos días,
cuando en la infancia de la gente humana,
maestra de los pueblos y los reyes,
cantaste al mundo las primeras leyes.
No te detenga, oh diosa,
esta región de luz y de miseria,
en donde tu ambiciosa
rival Filosofía,
que la virtud a cálculo somete,
de los mortales te ha usurpado el culto;
donde la coronada hidra amenaza
traer de nuevo al pensamiento esclavo
la antigua noche de barbarie y crimen;
donde la libertad vano delirio,
fe la servilidad, grandeza el fasto,
la corrupción cultura se apellida.
Descuelga de la encina carcomida
tu dulce lira de oro, con que un tiempo
los prados y las flores, el susurro
de la floresta opaca, el apacible
murmurar del arroyo trasparente,
las gracias atractivas
de Natura inocente,
a los hombres cantaste embelesados;
y sobre el vasto Atlántico tendiendo
las vagorosas alas, a otro cielo,
a otro mundo, a otras gentes te encamina,
do viste aún su primitivo traje
la tierra, al hombre sometida apenas;
y las riquezas de los climas todos
América, del Sol joven esposa,
del antiguo Oceano hija postrera,
en su seno feraz cría y esmera.


Francisco Martínez de la Rosa

Mercurio, de Ramón Barba

Al granadino Francisco Martínez de la Rosa (1787-1862), autor de uno de los más célebres dramas del Romanticismo español, La conjuración de Venecia (1834), le debemos, sin embargo, una Poética en verso, continuadora, por sus postulados clasicistas, de la de Boileau.

CANTO I

DE LAS REGLAS GENERALES DE COMPOSICIÓN

(FRAGMENTO)

Si el noble anhelo de la eterna fama
que nuestros patrios vates merecieron
vuestros fogosos ánimos inflama,
no os arrojéis, oh jóvenes hispanos,
con temerario afán a la ardua empresa;
ni con incierto paso
holléis a ciegas la escabrosa vía
que a la cumbre conduce del Parnaso.
Temed antes, temblad: una es la senda,
los precipicios mil; quien en sí propio,
del arte los preceptos desdeñando,
vanamente confía,
del Ícaro tal vez remonta el vuelo;
mas deshechas las alas mal seguras,
despéñase con mengua al hondo suelo.

Si igual hado teméis, consultad antes
cien veces y otras cien las propias fuerzas,
y ved si grato el cielo
os otorgó la ardiente fantasía,
el genio creador, digno tan solo
del sacro lauro del divino Apolo.
Con tan sublime don favorecidos,
no dudéis aspirar en vuestros cantos
al digno galardón: natura bella
os mostrará las gracias, los encantos
a los ciegos profanos escondidos;
y alzando el sacro velo,
ofrecerá benigna a vuestros ojos
el propio, el solo, el único modelo.

Su fiel imitación continuo sea
vuestro estudio y solaz, sin que del arte
el duro anhelo ni el afán se vea.
desdeñando sacar una vil copia
con baja esclavitud, libre campea
el genio creador, compara, elige,
forma de mil objetos una idea;
y ornando a su placer su propia hechura,
émulo de natura,
la iguala, la corrige, la hermosea.


Duque de Frías

Venus y Cupido, de José Ginés

La obra de Bernardino Fernández de Velasco y Pimentel Frías, duque de Frías (1783-1851), se sitúa en el período de transición entre la poesía ilustrada y la romántica. Es poesía civil o de circunstancias, muy influida por la de su amigo Juan Nicasio Gallego.

MI MUSA Y MI CORAZÓN

A mi amigo D. Juan Nicasio Gallego
ROMANCE

Desde los añosos muros,
Y entre las torres feudales
Que fueron de mis abuelos
Solaz, mansión y baluarte;

Ofreciéndose a mi vista
Montes, villas y lugares
De los célebres Toledos,
De la gran Toledo alcaides;

Anhelo, mi caro amigo,
El que mis versos alcancen
La aprobación de las Musas,
La dicha de que te agraden.

Mas ¿cómo inflamar el estro
Que ilustra el canto del vate,
Cuando la mano resiste
Pulsar la lira süave,

Pues de mi antigua existencia
Sólo han venido a quedarme
Ambos ojos para el llanto,
El pecho para pesares?

Si para alegrar el mundo,
Luces vertiendo a millares,
Rompe el sol la noche umbría,
El sol para mí no nace.

Si con sus abiertas hojas
La rosa embalsama el aire;
Si desde el búcaro olores
Del clavel difunde el cáliz;

Si al rayar la blanca aurora,
Su canto ensayan las aves;
Si refleja el claro arroyo
Los vergeles de su margen;

Si del árbol de Minerva
Se puebla el monte y el valle;
Si entre blanco azahar brotada,
Luce la poma fragante;

Para mí naturaleza,
Con sus galas admirables,
Ni embelesa mis sentidos
Ni da consuelo a mis males.

Ya me desdeñan las Musas,
Y bien pueden desdeñarme:
Eco en mi numen no tienen
Las fabulosas deidades.


Adam Mickiewicz

Retrato de Adam Mickiewicz, de Walenty Wankowicz

La poesía del poeta romántico polaco Adam Mickiewicz (1798-1855), patriótica y exaltada, aporta una visión subjetiva de la naturaleza, a la vez que expresa, desde el destierro, la nostalgia por la patria lejana.

AJUDAH

Recostado en la roca del Ajudah, me gusta
ver las embravecidas olas, cuando en estrechas
filas negras estallan o, como nieve argéntea,
magníficas circulan en miles de arco iris.

Tocan la playa, en ondas pequeñas se deshacen,
invaden las orillas cual tropa de ballenas,
la tierra, triunfadoras, conquistan y se vuelven
otra vez, esparciendo conchas, perlas corales.

Así en tu corazón, joven poeta, grandes
tempestades levanta la pasión a menudo;
pero cuando la lira suenas, a hundirse corre,

sin herirte, en las ondas del olvido, y tras ellas
deja inmortales cantos, con que luego los siglos
tejerán la corona que tus sienes adorne.

Sonetos de Crimea, 1826. Traducción de Juan Rejano.