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Oliverio Girondo

Pareja con guitarra, de Luis Seoane

La poesía del argentino Oliverio Girondo (1891-1967), vinculada en sus inicios al ultraísmo, destaca por su continua experimentación lingüística: tropos audaces, ritmos extraños, juegos ingeniosos, incursiones en el feísmo neobarroco y el surrealismo…

RESTRINGIDO PROPÓSITO

Demasiado corpóreo,
limitado,
compacto.

Tendré que abrir los poros
y disgregarme un poco.

No digo demasiado.

Persuasión de los días, 1942.


Vicente Gerbasi

Sin título, de Luisa Palacios

Vicente Gerbasi (1913-1992) es el principal representante de Viernes, grupo cercano al surrealismo, clave en la renovación de la poesía venezolana de los años 40. Su escritura es, a la vez, alucinada y armoniosa.

DOCUMENTO DE LOS SENTIDOS

He aquí un propósito de alucinado,
un paso más a orillas del abismo,
hacia el fondo agreste de la música,
donde duerme una pastora rodeada de yerbas del año:
hacer el relámpago sobre materiales de sombra,
iluminar hongos en rincones forestales,
despertar el agua en su silencio de serpientes azules.

He aquí que soy un habitante del sonido, de la humedad, del hueso,
en un espacio turbio de mercado,
donde se derraman las manzanas y las piñas,
donde brilla el ojo de la sardina.

Había dejado atrás a mis padres recogiendo bellotas en el crepúsculo,
vistiendo espantapájaros en una luz de confín.
Mis hijos vinieron de la sombra pastoreando conejos,
recogiendo estrellas en el césped.

¿Dónde estaba yo cuando descubrí la música
que hace desbordar las flores del día como en un espejo?
Mi edad había iniciado una cacería de venados bajo las palmas,
había guiado el entierro de un labriego
hacia el paraje lúcido de las cigarras.

¿Hacia dónde iba yo cruzando las noches del bambú
y la luz de los gavilanes?

Entré a la ciudad oyendo las campanas,
mirando las ventanas abiertas en un mes claro.

El perfil resume a los arcángeles,
despierta estatuas en el crepúsculo.
La ciudad después de la lluvia
es el espejo oscuro de los mendigos.

He aquí un propósito de alucinado:
fundar un espacio de lumbres, de escarabajos, de rostros
en el documento de los sentidos.

Los espacios cálidos, 1952.


José Barroeta

Inverlunios, de Karim Borjas

La muerte, la infancia, la familia y su aldea natal (Pampanito, en Trujillo, Venezuela) pueblan las visiones surrealistas de la poesía de José Barroeta (1942-2006). Sus versos constatan el vacío del vivir, la pérdida de todo lo amado.

ARTE DE ANOCHECER

Hay un arte de anochecer.
De la entrada del cuerpo al alma,
de la niebla a la redondez
y del círculo al cielo;
hay un arte de luz,
un campo donde anochecer
es mirar la vida
con el cuerpo cerrado.
Hay un arte de anochecer,
un descenso en la entrada del día
a la completa oscuridad.
Un intermedio donde es necesario
recibir y saber todo sin estremecimiento.
Hay un arte,
un paisaje a veces amable,
a veces torvo,
donde ascenso y descenso son accesorios
de la materia limpia.
Hay un arte de anochecer.
Quien haya vivido o soñado con bosques,
luces y demonios,
lo sabe.

«Fluvial», en Arte de anochecer, 1975.


Emilio Adolfo Westphalen

Ceremonia, de Fernando de Szyszlo

Emilio Adolfo Westphalen (1911-2001) formó parte del grupo surrealista peruano de los años 30. En la poesía, como en la revolución y el amor, ve el mismo imperativo: la falta de resignación, la esperanza a pesar de toda previsión razonable contraria.

POEMA INÚTIL

Empeño manco este esforzarse en juntar palabras
Que no se parecen ni a la cascada ni al remanso,
Que menos trasmiten el ajetreo de vivir.

Tal vez consiguen una máscara informe,
Sonriente complacida a todo hálito de dolor,
Inerte al desgarramiento de la pasión.

Con frases en tropel no llegan a simular
Victorias jubilosas de la sangre
O la quietud del agua sobre el suicida.

Nada dicen tampoco de la danza de amor y odio,
Alborotada, aplacada, extinta,
Ni del sueño que se ahoga, arrastrado
Por marejadas de sospecha y olvido.

Qué será el poema sino un espejo de feria,
Un espejismo lunar, una cáscara desmenuzable,
La torre falsa más triste y despreciable.

Se consume en el fuego de su impaciencia
Para dejar vestigios de silencio como única nostalgia,
Y un rubor de inexistente no exento de culpa.

Qué será el poema sino castillo derrumbado antes de erigido,
Inocua obra de escribano o poetastro diligente,
Una sombra que no se atreve a aniquilarse a sí misma.

Si al menos el sol, incorrupto e insaciable,
Pudiera animarlo a la vida,
Como cuando se oculta tras un rostro humano,
Los ojos abiertos y ciegos para siempre.

Belleza de una espada clavada en la lengua, 1980.


Enrique Gómez-Correa

La danza de la muerte, de Roberto Matta

Enrique Gómez-Correa (1915-1995) es uno de los cofundadores del grupo Mandrágora, el cual daría forma y sustento al experimento surrealista en Chile. Concibe la poesía como una forma de penetrar en lo desconocido y recomienda huir «de los concursos, de los premios literarios, de la lepra y de Neruda».

MANDRÁGORA, ARTE POÉTICO

1

Al toque del relámpago
Sacad de paseo vuestro espíritu
Hacia los acantilados del mundo exterior
Tomad la primera palabra que salte sobre el labio
Y lanzaos con ella al infinito.

El mundo es una invención de poetas
El poeta es una invención de la palabra
Y la palabra es el perfil del sueño.

Que el hombre se busque en su obscuridad
Que viva en sus mitos
Que dé rienda suelta a su locura.

Es siempre ese juego de peligros
Ese ir y venir de lo inteligible a lo ininteligible
La necesaria presencia actual de la inefable
Que se nos va que se nos va
Y que por un golpe de azar reconocemos y capturamos
En la angustia de la mañana en la angustia de la tarde en la angustia de la noche
En fin comprendes
En plena soledad.