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Hanni Ossott

Capa, de Eugenio Espinoza

El sentimiento de orfandad, la soledad y el desarraigo marcan la obra de Hanni Ossott (Caracas, 1946-2002). Su poesía, lúcida y desgarrada a un tiempo, se posa al ras del ser, revelando el arduo aprendizaje del existir.

UNA PLAYA SIN FIN

a Valentin Flamerich Ossott,
por los poemas que quiere escribir

Sí, habría que escribirlo así, elevado, devoto, casi total
si fuese posible, un gran poema
Pero hay interrupciones, los ruidos de la casa
La respiración del marido. El gato.

Y allí encontraría todo el mar
convulso él, alto, encrespado
golpeando playa y costa, insaciable
y el ardor, los cangrejos, siempre arrepentidos.
La culpa. — — Lo echado a perder, las cosas rotas.
Ese gran poema que lo contuviera todo.
Los vientos. — — La melancolía. — — El arrastre.
Las largas noches. — — Una enumeración de estados.
Fiebres. — — Calores.
Y habría miradas que cubran palabras para detenerlas.
Ojos fijos, casi silentes, propios.
Hablaría de la mentira
la casi insostenible mentira, al ras.
Expresaría lo imposible, instalado en el centro del corazón
como esperanza.
El poema podría ser como un fluir de aguas
en torno a un centro improbable.
Estarían allí los árboles, los amantes, las fuentes,
Dios, la respiración; la sangre, los libros, las muñecas,
las estrellas.

Habría que escribirlo así, abrazado a una totalidad
que se borra en la muerte
como si todo se desvaneciera y se creara
eternamente.
Habría que decir que en él late la pasión
una sangre bullente, una efervescencia.
Un poema fuego
honra de algún dios
honra de un lar de la casa, de un resquicio
atento a la tensión de la calidez.

Si se pudiera, si se pudiera escribir
el poema innumerable
el único, el entero
tenso, vibrante
el atravesado por la gravedad y la divinidad
el zanjado por el horror.

Pero el gato nos ocupa
la cocina nos llama
la solicitud nos distrae.

También irían allí atravesadas las calles, los hombres
las pugnas, las separaciones
y «los pájaros que nos hablan en griego» cuando enloquecemos
de tanto no entender.
Por ello daríamos un salto al infinito. Por ello, el poema.
Si llegase.
Y si llega, viene con él la dicha de ver
La felicidad de contar todos los números del universo
las funciones, los espectáculos
las rarezas, las individualidades
si llegase
la totalidad inundaría mi alma.
Lo absoluto invadiría.
Un dios se haría en nosotros.

Estoy ahora en una playa sin fin. — — Soy estrella y musgo
Me encrespo.
El poema ha llegado de mi carencia, de mi pobreza.

El reino donde la noche se abre, 1987.


Pío Baroja

Pío Baroja, dibujo de Ricardo Baroja

El único libro de poemas del gran novelista donostiarra Pío Baroja (1872-1956) recoge, bajo el título de Canciones del suburbio, versos decididamente prosaicos y humorísticos. Están escritos con desaliño retórico, ternura e ironía.

PRÓLOGO UN POCO FANTÁSTICO

Locura, humor, fantasía,
ideas crepusculares,
versos tristes y vulgares,
eterna melancolía,
angustias de hipocondría,
soledad de la vejez,
alardes de insensatez,
arlequinada, zozobra,
rapsodias en donde sobra
y falta mucho a la vez.

Viviendo en tiempo brutal,
sin gracia y sin esplendor,
no supe darles mejor
contextura espiritual.
Es un pobre Carnaval
de traza un tanto harapienta,
que se alegra y se impacienta
con murmurar y gruñir,
con el llorar y reír
de su musa turbulenta.

Y como no hay más recurso
que escuchar a esta barroca
furia, que siga su curso
y que lance en su discurso
la amargura de su boca.

Cancionero del suburbio, 1944.


Vicente Espinel

Bodegón de Juan Sánchez Cotán

Vicente Espinel (Ronda, 1550-Madrid, 1624) fue humanista, músico, poeta y narrador. En sus Rimas (1591), muy celebradas por autores como Lope de Vega, ensaya diversas formas métricas. A la décima se le denomina también espinela en su honor.

EN EL ABRIL DE MIS FLORIDOS AÑOS…

En el abril de mis floridos años,
cuando las tiernas esperanzas daba
del fruto, que en mi pecho se ensayaba,
para cantar mis bienes, y mis daños,

so especie humana, y disfrazados paños
se me ofreció una idea, que volaba
con mi deseo igual, mas tanto andaba,
que conocí de lejos mis engaños:

porque, aunque en el principio iguales fueron
mi pluma, y su valor en competencia
llevando el uno al otro en alto vuelo,

a poco rato mis sentidos vieron,
que a su ardor no haciendo resistencia
mi pluma, se abrasó, y cayó en el suelo.

Diversas rimas, 1591.


Manuel del Palacio

La confesión, de Vicente Palmaroli González

El poeta ilerdense Manuel del Palacio (1831-1906) cultivó muy diversas formas poéticas: leyendas, cantares, «chispas» (próximas a las «humoradas» campoamorianas), poemas sentimentales y filosóficos, sátiras políticas… Fue uno de los grandes sonetistas de la segunda mitad del siglo XIX.

MI LIRA

En cada corazón hay una lira
cuya voz nos aflige o nos encanta;
cuando la pulsa el entusiasmo, canta;
cuando la hiere la maldad, suspira.

Ruge al contacto de la vil mentira;
el choque de la duda la quebranta,
y al soplo del amor y la fe santa,
himnos entona, con que al mundo admira.

Yo la mía probé, y estoy contento:
¡bendito tú, Señor, que me la diste
templada en la bondad y el sentimiento,

y las cuerdas en ella no pusiste
del necio orgullo, del afán violento,
del odio ruin y de la envidia triste!

Melodías íntimas, 1884.

 


Medardo Ángel Silva

Composiciones figurativas, de Luis Crespo Ordóñez

Medardo Ángel Silva (Ecuador, 1898-1919) escribió, bajo la influencia de su maestro Baudelaire, versos intensos y refinados, expresión de su espíritu melancólico e insatisfecho. 

EL PRECEPTO

Deja la plaza pública al fariseo, deja
la calle al necio y tú enciérrate, alma mía,
y que sólo la lira interprete tu queja
y conozca el secreto de tu melancolía.

En los brazos del Tiempo la juventud se aleja,
pero su aroma nos embriaga todavía
y la empañada luna del Recuerdo refleja
las arrugas del rostro que adoramos un día.

Y todo por vivir la vida tan de prisa,
por el fugaz encanto de aquella loca risa,
alegre como un son de campanas pascuales,

por el beso enigmático de la boca florida,
por el árbol maligno cuyas pomas fatales
de empozoñadas mieles envenenan la Vida.

«Poesías sueltas», en Poesías escogidas, 1926.