El poeta israelí, de origen alemán, Yehuda Amijai (1924-2000) es una de las más importantes voces de la poesía hebrea del siglo XX. En sus versos, reelabora poéticamente la lengua coloquial para tratar, con humor, ironía o nostalgia, de los acontecimientos de la vida diaria.
SOY UN PROFETA POBRE
Soy un profeta pobre. Como un niño pobre que sólo tiene
dos colores. Yo pinto mi vida con guerra
y amor, con ruido y silencio.
Los grandes profetas tiraron la mitad de sus profecías
como cigarros humeantes a medio fumar.
Yo las recojo y hago con ellas profecías pobres.
En depósitos llenos de agua el agua está callada,
y en tuberías vacías gime y jada la no-agua.
Las palabras absorben “sangre, sudor y lágrimas”
y son arrojadas a la basura. Palabras de usar y tirar
como pañuelos de papel. Hombres de usar y tirar
esa es su eternidad.
Las palabras deberían haber estado vacías
y ser estrictas y severas, como la línea divisoria de las aguas.
Desesperación y esperanza, alegría y tristeza, tranquilidad y furia
tendrían que haber fluido hacia los dos lados
de un nuevo ciclo.
Soy un profeta pobre. Vivo en la esperanza de los demás,
como en un rayo de luz no destinado a iluminarme,
mi sombra es como mi apariencia, como mi imagen,
pero en mi cuerpo escondo una ilustre y bonita figura,
voy entre el vidente y su visión.
Soy un profeta pobre que al mediodía vuelve a su casa
a comer y descansar y por la tarde a dormir.
Tengo vacaciones y años sabáticos
y seguro de vida y pensión para la vejez.
Comencé mi vida tan abajo.
Cuando asciendo con embriaguez de alma,
cuando llego a lo alto de mis visiones,
me encuentro con gente cotidiana
que tiene hijos y trabajo, y preocupaciones familiares
e inquietudes caseras. Esas son mis visiones. Soy un profeta pobre.
También el puño fue una vez una mano abierta y dedos, 1889. Traducción de Raquel García Lozano.