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Guillén de Castro

El escritor valenciano Guillén de Castro (1569-1631) contribuyó, junto a autores como Lope de Vega y Tirso de Molina, a la creación y el éxito de una novedosa fórmula dramática: la comedia nueva. En algunas de sus obras, se pueden espigar declaraciones metapoéticas.

ESTE PAPEL TENGO ESCRITO…

Este papel tengo escrito,
desta noche imaginado,
donde pinto mi cuidado
y mis glorias solicito.

En versos doy a entender
las penas que estoy pasando;
que un enamorado
¿cuándo poeta dejó de ser?

Porque es de melancolía,
y de amor, proprios efetos,
y es oficio de discretos
el amor y la poesía.

Bien que entiendo, apruebo y toco
que locos les llama el mundo,
pero ¿qué ingenio profundo
no tiene punta de loco?

¿Con quién podría enviallos?
Que los versos tienen esto:
que si no se logran presto,
da poco gusto el lograllos.

Los malcasados de Valencia, 1608. Monólogo de Valerián.


Luis Carrillo y Sotomayor

Retrato de dama desconocida, de Rodrigo de Villandrando

El cordobés Luis Carrillo y Sotomayor (h.1585-1610) defendió el cultismo y la “dificultad docta” en su Libro de la erudición poética. Se le considera el antecedente más inmediato del culteranismo de Góngora.

DESPÍDESE DE SU MUSA AMOR

Ya no compuesto hablar, ya no que aspire
a laurel docto o a sagrada musa;
mándalo, ¡oh Musa!, Amor, que en mí rehúsa
menos que el pecho su rigor suspire.

Ya va fuera de mí verso que admire
en polido decir; mi llama excusa,
¡oh, sagrados despojos de Medusa!,
que en vuestras aguas este ardor respire.

Otro alentad en el licor dichoso,
que ya, ausente de vos, al mal presente,
desata el pecho un río caudaloso.

Adiós, pues trueca Amor por vuestra fuente,
(mirad cuál cantaré) de mi lloroso
pecho, en su ausencia larga, la corriente.

Obras, 1611 (póstumo).


Lope de Vega

Retrato de La Calderona, anónimo

Lope Félix de Vega Carpio (Madrid 1562-1635), uno de los mayores renovadores de la lírica en su tiempo, supo convertir en literatura cuanto vivió. Es, junto a Quevedo y Góngora, uno de los tres maestros indiscutibles de la poesía barroca española.

VERSOS DE AMOR, CONCEPTOS ESPARCIDOS…

Versos de amor, conceptos esparcidos,
engendrados del alma en mis cuidados;
partos de mis sentidos abrasados,
con más dolor que libertad nacidos;

expósitos al mundo, en que, perdidos,
tan rotos anduvistes y trocados,
que sólo donde fuistes engendrados
fuérades por la sangre conocidos;

pues que le hurtáis el laberinto a Creta,
a Dédalo los altos pensamientos,
la furia al mar, las llamas al abismo,

si aquel áspid hermoso no os aceta,
dejad la tierra, entretened los vientos:
descansaréis en vuestro centro mismo.

Rimas, 1604.


Francisco de la Torre y Sevil

Santa Catalina de Alejandría, de Antonio Vela Cobo

El catalán Francisco de la Torre y Sevil (1625-1681) cultivó las diversas corrientes temáticas de la poesía barroca: religiosa, heroica, amorosa y burlesca. Reunió sus poesías bajo el título de Entretenimiento de las musas (1654).

A LA PLUMA

Fértil vara, igual pincel,
regla cierta, alto compás,
aguda flecha que das
en el blanco del papel.
Con voz negra, lengua fiel,
índice del discurrir,
si eterna quieres vivir,
bien hiciste en trasladar
todo el aire del volar
al aire del escribir.

Entretenimiento de las musas, 1654.


Francisco Medrano

Magdalena penitente, de Francisco Zurbarán

La poesía del sevillano Francisco Medrano (1570-1607) se encuadra dentro de la escuela de Salamanca: la influencia de fray Luis de León es manifiesta en sus imitaciones y traducciones de Horacio y en la factura clásica de sus versos, alejados de la suntuosidad barroca.

SÉ QUE ALLÁ CORRE EL MUNDO ASAZ LIGERO…

SONETO I
A Hernando de Soria Galvarro.

Sé que allá corre el mundo asaz ligero
donde (fatal ministro de su muerte),
pródigamente ponzoñoso, vierte
más de dulzura el verso lisonjero.

Bien como a infante, pues, que sin entero
seso el remedio de su mal no advierte,
beba así el falso que a beber acierte,
felizmente engañado el verdadero.

Sólo aquél tocó el punto que, prudente,
con lo dulce templó lo provechoso.
(¿Y a quién fue Apolo, a quién, así clemente?)

Yo, Sorino, lo intento, cudicioso
del pro común; tú apruebas que lo intente:
suceso den los cielos venturoso.

Poesías líricas, 1606.