Categoría: Literatura hispanoamericana

Eduardo Chirinos

El viaje, de Luz Letts

La poesía del peruano Eduardo Chirinos (1960-2016) pretende, en palabras de Álvaro Salvador, “el gran aliento poético de la tradición culturalista, en la que el personaje poético se enmascara continuamente tras los pretextos mitológicos o intertextuales, aunque con plena conciencia irónica de su fracaso, del fracaso del profeta que finge ser”.

PARA EVITAR LA MÚSICA DE LAS SIRENAS

ESBOZO PARA UNA POÉTICA DEL MAR

Has de saber ante todo
que la poesía nos conduce a desconfiar del mar.
El mar es fuente de metáforas fáciles: muerte y nacimiento conviven en sus
[aguas,
del mar nace la vida y nuestras vidas
son los ríos que van a dar en la mar / que es el morir.
Peligroso bañarse entre sus aguas y aún mojarse los pies;
el mar seduce, su canto arrulla y nos ofrece salmos de gloria,
la música de las sirenas.
Pero no es conveniente la gloria: un poeta oscuro será siempre más valioso
[que cien héroes muertos, no lo olvides.

(La historia es pródiga.
Algunos anclaron sus cuerpos en aguas tan profundas que vieron peces
[ahogados y algas transparentes,
otros salpicaron la espuma y humedecieron sus bocas sin atreverse a entrar.
Los primeros no han vuelto o han desaparecido antes que sus jóvenes
[esposas,
los segundos han vuelto y se emborrachan
o han enloquecido en las tabernas.)

Parece un refugio, es cierto. La inmensidad del cielo se refleja en su piel
[y ofrece la ilusión de un vacío cósmico;
pero es sólo un falso espejo, una galaxia con azotea y sótano,
una inútil galería de aguas.
El mar impresiona, todos lo sabemos.
Comerciantes y marinos han surcado sus aguas y explorado sus profundidades.
Los pescadores han logrado una fuente de ingreso y maldicen la marea,
los novios se acogen a su luz y gozan del amor en horas de la tarde.
Pero son los niños quienes realmente saben del mar.
Ellos refuerzan sus castillos de arena con murallas de arena
y temen el advenimiento de las aguas.
Que sea parecido tu temor, conserva siempre más cuidado:
una ojeada es peligrosa, un brevísimo baño y estarás perdido.
Egeo cedió y fue un ahogado ilustre.
Odiseo lo supo y arriesgó su vida por caer en tentación
mas tú no caigas.
Hoy día pocos recuerdan su memoria
y un poeta oscuro será siempre más valioso que cien héroes muertos,
no lo olvides.

Archivo de huellas digitales, 1984.


Rafael Pombo

Estancieros de las cercanias de Vélez, de Carmelo Fernández

En la amplia producción poética del colombiano Rafael Pombo (1833-1912), publicada póstumamente entre 1916 y 1917, aparecen los principales temas del romanticismo: el amor y la mujer, la religión y la filosofía, la naturaleza, la patria y el pueblo.

A LA POESÍA

Vicio divino, que a groseros vicios
Me hiciste despreciar,
Y las mil vanidades y artificios
Sacro elixir que al corazón y al alma
Das juventud sin fin,
Y entre abrojos y fango, etérea calma
Y alas de serafín,
Con que volver al aire primitivo,
Al gusto primicial
Y juicio puro, y al entero activo
Ser todo personal.
Libre del yugo de años mil, y de hombres,
Y de hábito y refrán,
Para llamar las cosas por sus nombres
Otra vez, como Adán;
Señalar el cauce del derecho,
Y por sobre el saber
Y modo y ley del hombre, siempre estrecho,
Los del Supremo Ser.
Y así del mar ir a su fuente arcana
Y del acto al motor
Y adelantándose a la marcha humana
Servir de gastador.
O revolar por cuantas cosas bellas
Hizo Dios con querer
Y el alma ufana regalando en ellas
Vivir, sentir, creer.
Genio de amor inagotable, ardiente,
Eterno, universal,
Que a pasado y futuro haces presente,
Y real a lo ideal;
Y a un hombre solo, humanidad entera,
Con cuyo corazón
Toda ella lucha, y cree, ama, y espera,
Y llora su aflicción:
Siempre, ¡oh poesía! te adoré en privado
Como a dios familiar.
Nunca a exponerte me atreví al mercado
Ni profané tu altar.
Tu néctar mismo, la embriaguez del canto
Fue mi rico laurel,
Y el tierno abrazo, la sonrisa, el llanto
Que arrebaté con él.
Y una, y ciento, y mil veces te bendigo
Por más de un dulce sí,
Y más de un noble corazón amigo
Conquistados por ti.
Ese es mi oro, el único, tú sabes,
A que tengo afición,
Yo que no sueño en poseer más llaves
Que las del corazón.


Delmira Agustini

Rancho y luna, de José Cuneo

La poesía de Delmira Agustini (Uruguay, 1886-1914) se inscribe dentro de la línea decadentista del modernismo hispánico y oscila entre polos opuestos: el placer y el dolor, el deseo y la impotencia, el Bien y el Mal, el Amor y la Muerte… El uso de símbolos originales y sugestivos y una lograda musicalidad son algunos de sus valores.

REBELIÓN

La rima es el tirano empurpurado,
Es el estigma del esclavo, el grillo
Que acongoja la marcha de la Idea.
¡No aleguéis que es de oro! ¡El Pensamiento
No se esclaviza a un vil cascabeleo!
Ha de ser libre de escalar las cumbres
Entero como un dios, la crin revuelta,
La frente al sol, al viento. ¿Acaso importa
Que adorne el ala lo que oprime el vuelo?

¡Él es por sí, por su divina esencia,
Música, luz, color, fuerza, belleza!
¿A qué el carmín, los perfumados pomos?…
¿Por qué ceñir sus manos enguantadas
A herir teclados y brindar bombones
Si libres pueden cosechar estrellas,
Desviar montañas, empuñar los rayos?
¡Si la cruz de sus brazos redentores
Abarca el mundo y acaricia el cielo!
Y la Belleza sufre y se subleva…
¡Si es herir a la diosa en pleno pecho
Mermar el torso divinal de Apolo
Para ajustarlo a ínfima librea!

¡Para morir como su ley impone
El mar no quiere diques, quiere playas!
Así la Idea cuando surca el verso
Quiere al final de la ardua galería,
Más que una puerta de cristal o de oro,
La pampa abierta que le grita «¡Libre!».

El libro blanco (Frágil), 1907.


Pablo de Rokha

Visión nocturna, de Ana Cortés

El chileno Pablo de Rokha (1894-1968), es uno de los principales representantes de la poesía vanguardista en su país. Su obra es hermética, provocativa y audaz, con incursiones en el tremendismo y lo grotesco.

BALADA DE PABLO DE ROKHA

Yo canto, canto sin querer, necesariamente, irremediablemente, fatalmente, al azar de los sucesos, como quien come, bebe o anda y porque sí; moriría si no cantase, moriría si no cantase; el acontecimiento floreal del poema estimula mis nervios sonantes, no puedo hablar, entono, pienso en canciones, no puedo hablar, no puedo hablar; las ruidosas, trascendentales epopeyas me definen, e ignoro el sentido de mi flauta; aprendí a cantar siendo nebulosa, odio, odio las utilitarias labores, zafias, cuotidianas, prosaicas y amo la ociosidad ilustre de lo bello; cantar, cantar, cantar… –he ahí lo único que sabes, Pablo de Rokha.

* * *

Los sofismas universales, las cósmicas, subterráneas leyes dinámicas, dinámicas me rigen, mi canción natural, polifónica se abre, se abre más allá del espíritu, la ancha belleza subconsciente, trágica, matemática, fúnebre, guía mis pasos en la oscura claridad; cruzo las épocas cantando como un gran sueño deforme, mi verdad es la verdadera verdad, el corazón orquestal, musical, orquestal, dionisíaco, flota en la augusta, perfecta, la eximia resonancia unánime, los fenómenos convergen a él, y agrandan su sonora sonoridad sonora, sonora; y estas fatales manos van, sonámbulas, apartando la vida externa –conceptos, fórmulas, costumbres, apariencias–, mi intuición sigue los caminos de las cosas, vidente, iluminada y feliz; todo se hace canto en mis huesos, todo se hace canto en mis huesos.

* * *

Pus, llanto y nieblas lúgubres, dolor, sólo dolor mamo en los roñosos pechos de la vida, no tengo casa y mi vestido es pobre; sin embargo, mis cantares absurdos, inéditos, modestísimos suman el pensamiento, todo el pensamiento de la raza y la voz del instante; soy un país hecho poeta, por la gracia de Dios; desprecio el determinismo de las ciencias parciales, convencionales, pues mi sabiduría monumental surge pariendo axiomas desde lo infinito, y su elocuencia errante, fabulosa y terrible, crea mundos e inventa universos continuamente; afirmo o niego, y mi pasión gigante atraviesa tronando el pueblo imbécil del prejuicio, la mala aldea clerical de la rutina.

* * *

Atardeciendo me arrodillé junto a una inmensa y gris piedra humilde, democrática, trágica, y su oratoria, su elocuencia inmóvil habló conmigo en aquel sordo lenguaje cosmopolita e ingenuo del ritmo universal; hoy, tendido a la sombra de los lagos, he sentido el llanto de los muertos flotando en las corolas; oigo crecer las plantas y mori, los viajeros planetas degollados igual que animales, el sol se pone al fondo de mis años lúgubres, amarillos, amarillos, amarillos, las espigas van naciéndome, a medianoche los eternos ríos lloran a la orilla de mi tristeza y a mis dolores maximalistas se les caen las hojas; –…“buenos días, buenos días árbol”, dije al reventar la mañana, sobre las rubias cumbres chilenas, y más tarde clamaba: «estrellas, sois estrellas, oh! prodigio…”

* * *

Mis pensamientos hacen sonar los siglos, todos los siglos; voy caminando, caminando, caminando musicalmente y mis actos son himnos, cánticos naturales, completamente naturales; las campanas del tiempo repican cuando me oyen sentirme; constituyo el principio y la razón primordial de todas las tonadas, el eco de mis trancos restalla en la eternidad, los triángulos paradójicos de mi actitud resumen el gesto, el gesto, la figura del superhombre loco que balanceó la cuna macabra del orbe e iba enseñándole a hablar.

* * *

Los cantos de mi lengua tienen ojos y pies, ojos y pies, músculos, alma, sensaciones, grandiosidad de héroes y pequeñas costumbres modestas, simplísimas, mínimas, simplísimas de recién nacidos, aúllan y hacen congojas enormes, enormemente enormes, sonríen, lloran, sonríen, escupen al cielo infame o echan serpientes por la boca, obran, obran lo mismo que gentes o pájaros, dignifican el reino animal, el reino vegetal, el reino mineral, y son bestias de mármol, bestias, bestias cuya sangre ardiendo y triste, triste, asciende a ellos desde las entrañas del globo, y cuyo ser poliédrico, múltiple, simultáneo, está en los quinientos horizontes geográficos; florecen gozosos, redondos, sonoros en octubre, dan frutos rurales a principios de mayo y junio o a fines de agosto, maduran todo el año y desde nunca, desde nunca; anarquistas, estridentes, impávidos, crean un individuo y una gigante realidad nueva, algo que antes, antes, algo que antes no estaba en la tierra, prolongan mi anatomía terrible hacia lo absoluto, aún existiendo independientemente, ¡tocad su cuerpo, tocad su cuerpo y os ensangrentaréis los dedos miserables!…

* * *

Ariel y Calibán, Egipto, Grecia, Egipto y sobre todo Chile, los cuadrados países prehistóricos, Jesús de Nazareth, los cielos, las montañas, el mar y los hombres, los hombres, las oceánicas multitudes, ciudades, campos, talleres, usinas, árboles, flores, sepulcros, sanatorios, hospicios u hospitales, brutos de piel terrosa y lejano mirar lleno de églogas, insectos y aves, pequeñas, armoniosas mujeres pálidas; el cosmos idiota, maravilloso, maravilloso, maravilloso, maravilloso orienta mis palabras, y rodaré sonando eternamente, como el viejo nidal, como el viejo nidal, como el viejo nidal en donde anidan todos los gorjeos del mundo…

Los gemidos, 1922.


Álvaro Yunque

A la orilla del río, de Quinquela Martín Benito

El argentino Álvaro Yunque (1889-1982) es autor de versos de gran llaneza expresiva y acento popular. En su obra, condena la hipocresía y la mezquindad, y se indigna ante las injusticias que sufren los hombres y los pueblos.

POESIA DE LA CALLE

Poesía de la calle,
cosa de todos, sin dueño;
yo te aprisiono un segundo,
sólo un segundo en mi verso.

Poesía de la calle,
torna a la calle de nuevo;
de todos sé y de ninguno,
¡como una ramera, verso!

Versos de la calle, 1924.