Henri Cazalis

Teócrito, de Jean Charles Cazin

El poeta simbolista francés Henri Cazalis (1840-1909), también conocido por los seudónimos de Jean Caselli y Jean Lahor, concibe la poesía como medio de perfección ética: el poeta, asumiendo el dolor de los que sufren, contribuye a reestablecer la armonía universal.

VERSOS ÁUREOS

¿Vale la externa música del verso resonante
el silencio del alma que colma su deber,
acudiendo al ajeno, sencilla y vigilante,
y que al amar alcanza su premio y su placer?

En su decoro espléndido la forma es corruptora;
la embriaguez de belleza nos llega a hacer impuros:
para tu alma dorada busca otra inspiradora
que no sea la Venus de ojos dulces o duros.

Cumple con tu deber, deja la forma fatua;
la suprema belleza no es la del cuerpo inerte,
y dentro de ti mismo duerme la blanca estatua:
la obra de arte más alta es la virtud del fuerte.

Es el santo el más noble y más sublime artista
porque del fango saca el divino ser puro,
formando un ser de amor de una fiera egoísta,
como se esculpe un dios en un metal oscuro.

Y en el héroe humilde la lucha y sacrificio,
marchando hacia la muerte con blandura infinita,
de los augustos fines verás el ejercicio,
y dentro de tu alma su santo ejemplo imita.

A los que lloran, tristes, las penas que les hieren
llégate con amor, venlos a levantar:
luchando como luchan, muriendo como mueren,
¡te permiten vivir, te permiten soñar!

En esta extraña vida que es con ellos terrible
contempla cómo abren sus ojos agostados.
Sea tu religión la piedad indecible.
Aligera la carga de los desventurados.

De tu alma el mortal tedio su negra presa hacía
para así castigar tu incesante querer;
del gran renunciamiento de tu alma a la alegría
gusta el sabor austero y el sombrío placer.

Será labor primera ahogar tu hondo egoísmo:
imitarás al santo e imitarás al fuerte;
para vivir sin límites muere antes en ti mismo:
que para crecer tienes que atravesar la muerte.

Tendrás del héroe cierto el reposar profundo,
y libre de pasiones bajas, en este trance,
tu corazón unido al corazón del mundo
habitará un lugar que la muerte no alcance.

Cuando al alma de todos tu alma esté reunida
tanto que en su dolor sientas tu hondo dolor,
entonces vivirás tu eterna y santa vida:
al mezclarlo al de todos se aumentará tu amor.

Será entonces sublime, lleno del alto sino
de esta hora en que tu ser por siempre va a juntar
su destino liviano al humano destino
y, gota a gota, vuelve hacia el profundo mar.

La Ilusión, 1875. Traducción de Fernando Fortún.


Carlos Augusto Salaverry

La lavandera, de Francisco Laso de los Ríos

Carlos Augusto Salaverry (1830-1891) es el poeta más destacado del romanticismo peruano. En sus versos, musicales e intensos, el amor es la búsqueda de una felicidad o imposible o apenas entrevista y perdida de inmediato.

MI MUSA

Cuando aspiro en el ámbar trasparente
la narcótica escencia de la Habana,
y saboreo en rica porcelana
amargo el néctar de la Arabia ardiente;

un dios se agita en mi abrasada frente
que crea un universo y lo engalana:
sonora rima de mis labios mana,
cual de copiosa desbordada fuente.

Taño el laúd; pero al instante mismo
su antorcha celestial mi musa apaga,
y huye esquiva la faz, bañada en lloro:

el hombre no es ya un hombre, es un guarismo,
y el cántico de amor que más le halaga
¡es la nota metálica del oro!

Albores y destellos, 1871.


Elvio Romero

Los embolsados, de Carlos Colombino

Elvio Romero (Paraguay, 1926-2004) escribió, en palabras de Miguel Ángel Asturias, una «poesía invadida por la vida, por el juego, y el fuego de la vida». Sus versos, la mayoría de temática social, son claros y musicales, y transmiten gran intensidad emocional.

ESCRIBIR PARA LOS DE ABAJO

Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es hacer que la lluvia caiga
en calcinadas sementeras,
como aromar una vasija
resquebrajada por la seca,
prender a un árbol antiguo
nuevos ramajes con que crezca,
a las corolas que se mustian
olor que las tornen enhiestas;
abrir el cauce a una surgente
en un lugar lleno de piedras.

Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es corno dar vuelta una lágrima
y hallarle una sonrisa plena,
apartar los velos nocturnos
y adivinarles día de fiesta,
ir asustando a las perdices
esperando que nos sorprendan,
rasgar una roja guitarra
y verle el corazón que lleva,
arrebatarle la blancura
al jazmín mientras no florezca.

Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es como conversar con pájaros
a los que damos miga tierna,
es dar agua de coco a un niño
con sed de sorber su esencia,
como descubrirle el reverso
de las estrellas que contempla,
colgar potes de mieles claras
a la vista de su apetencia,
y amontonarle azul rocío
alrededor cuando despierta.

Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es ir a regar en rozados,
y a florecer sobre la arena,
es extender al aire libre
las manos y tomar la fuerza
de dos vientos que se fecundan
como dos semillas inmensas,
recibir los soplos que traen,
recoger las magias que llevan,
acercarse a la piel del alba
y recordarle que amanezca.

Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra,
es entregarles un mensaje,
decirles que no se doblega
el hombre entre cosas oscuras
heredadas de su pobreza,
que desde su fondo resurgen
las sembraduras de la tierra,
modelarles una fe firme,
cuanto se sabe y se confiesa,
¡es afilar la línea dura
con que se rompe las cadenas!

Escribir para los de abajo,
para los pobres de la tierra.

Los innombrables, 1970.


Andrés Bello

Retrato de Rafaela Díaz de Heria, anónimo

La Ilustración en Latinoamérica está asociada al escritor venezolano Andrés Bello (1781-1865), partidario de una poesía enraizada en la geografía, la historia y la cultura americanas, como muestra su extenso poema «Alocución a la poesía».

ALOCUCIÓN A LA POESÍA

Fragmentos de un poema titulado «América» 

I

Divina Poesía,
tú de la soledad habitadora,
a consultar tus cantos enseñada
con el silencio de la selva umbría,
tú a quien la verde gruta fue morada,
y el eco de los montes compañía;
tiempo es que dejes ya la culta Europa,
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo adonde te abre
el mundo de Colón su grande escena.
También propicio allí respeta el cielo
la siempre verde rama
con que al valor coronas;
también allí la florecida vega,
el bosque enmarañado, el sesgo río,
colores mil a tus pinceles brindan;
y Céfiro revuela entre las rosas;
y fúlgidas estrellas
tachonan la carroza de la noche;
y el rey del cielo entre cortinas bellas
de nacaradas nubes se levanta;
y la avecilla en no aprendidos tonos
con dulce pico endechas de amor canta.

¿Qué a ti, silvestre ninfa, con las pompas
de dorados alcázares reales?
¿A tributar también irás en ellos,
en medio de la turba cortesana,
el torpe incienso de servil lisonja?
No tal te vieron tus más bellos días,
cuando en la infancia de la gente humana,
maestra de los pueblos y los reyes,
cantaste al mundo las primeras leyes.
No te detenga, oh diosa,
esta región de luz y de miseria,
en donde tu ambiciosa
rival Filosofía,
que la virtud a cálculo somete,
de los mortales te ha usurpado el culto;
donde la coronada hidra amenaza
traer de nuevo al pensamiento esclavo
la antigua noche de barbarie y crimen;
donde la libertad vano delirio,
fe la servilidad, grandeza el fasto,
la corrupción cultura se apellida.
Descuelga de la encina carcomida
tu dulce lira de oro, con que un tiempo
los prados y las flores, el susurro
de la floresta opaca, el apacible
murmurar del arroyo trasparente,
las gracias atractivas
de Natura inocente,
a los hombres cantaste embelesados;
y sobre el vasto Atlántico tendiendo
las vagorosas alas, a otro cielo,
a otro mundo, a otras gentes te encamina,
do viste aún su primitivo traje
la tierra, al hombre sometida apenas;
y las riquezas de los climas todos
América, del Sol joven esposa,
del antiguo Oceano hija postrera,
en su seno feraz cría y esmera.


Vittoria Colonna

Sibila délfica, de Miguel Ángel

De las Rimas de Vittoria Colonna (1490-1547) se hicieron hasta diecinueve ediciones solo en el siglo XVI. Su poesía amorosa llora la pérdida de su marido, que murió luchando en el ejército de Carlos V. También cultivó la poesía religiosa y la política.

SOLO ESCRIBO PARA ALIVIAR EL DAÑO…

Solo escribo para aliviar el daño
que suele al pecho enviar la luz del mundo
y no para alumbrar a mi sol bello
al claro espíritu y al honrado despojo.

Justa razón a lamentar me lleva,
a doler que su gloria yo decrezca;
con otra pluma y palabras más sabias
hay que a la muerte arrebatar su nombre.

La pura fe, el ardor, la intensa pena
todos a mí me excusen, que el gran llanto
es tal, que tiempo ni razón lo frenan.

Amargo lagrimar, no dulce canto,
foscos suspiros que no voz serena
no de estilo mas de dolor presumo.

Rimas, 1538. Traducción de María Cinta Montagut.