Abel Robino

Ánforas, de Abel Robino

La poesía del argentino Abel Robino (1952) está marcada por la experiencia del exilio: la ausencia, la pérdida, el desarraigo son los temas que la recorren. Su estilo se caracteriza por el uso de imágenes deslumbrantes, de hondo patetismo.

ARTE POÉTICA

Lo invisible es fácil de ver y yo diré la verdad :
en mi juventud, escudriñé el cielo con un ojo fanático
mitad cólera, mitad estupor
esperando que de lo alto se anunciase el día
y me descubriese así la boca abierta al infinito.

En la edad sin razón, siguiendo consejos llegué a probar
con un escorpión sobre la lengua,
qué otra cosa que unas pocas tinieblas a descubrir
se le puede pedir a la delicada virtud de un aguijón.

Con los años y las ruinas de la ilusión intenté
vislumbrar algo, arrancando de mi mente todo convencimiento
de lo real y tan solo agité la cabeza en un largo sí,
en un largo no.

Desahuciado visité la muerte en la fosa de los elefantes
donde oí decir de nada sirve venir a enumerar huesos
perdidos mientras lo singular y desconocido,
como una pulga, salta entre nosotros.

Lo invisble es fácil de ver y yo diré la verdad :
solo es necesario desinfectar el misterio
y larga vida a las promesas,
y larga vida a sus inocentes.

Hiel por hiel, 1997.


Guillermo Rodríguez Rivera

La mano creadora, de Juan Francisco Elso

Guillermo Rodríguez Rivera (Cuba, 1943) forma parte del grupo de poetas que se dio a conocer a través de la revista El Caimán Barbudo, y que, bajo el magisterio de Roberto Fernández Retamar, se propuso la interiorización en el discurso poético del proceso revolucionario cubano.

ARTE POÉTICA

Y sobre todo esto: sé sincero contigo mismo
y de ello seguirá, como la noche al día,
que no podrás engañar a ninguno.
William Shakespeare

Creo que fue hace dos o tres meses,
viendo desde lo alto los automóviles de La Habana;
los automóviles destruidos que, como bestias,
se revuelcan en las calles de La Habana;
mirando la luz mortecina en la avenida espaciosa,
no concebida para la penumbra;
viendo las gentes tensas, impacientes,
ocupadas, ansiosas, aburridas;
las gentes que deambulaban sin saber qué hacer,
o que marchaban desesperadas por una tarea frenética;
las gentes mal vestidas que en mi patria trabajan
para que el día de mañana no sea una triste metáfora
en las páginas de este, de otro libro;
creo que fue hace dos o tres meses, repito,
que empecé a escribir un poema más bien breve
en el que hablaba serena, económicamente,
de la violencia de los ojos de una mujer
y en el que me atenía, por supuesto,
a las fórmulas poéticas más recientes,
en el que empleaba varias hermosas frases hechas
que después hacía estallar sin contemplaciones,
con velocidad, con ternura.

Pero mi mano, la palma de mi mano
y ese lugar donde se juntan el aire, mis zapatos y mi alma,
no podía encontrarlos en aquellas palabras que escapaban,
que corrían,
para dejarme solo y vano y mudo.

PARA SER UN POETA SOCIAL,
ELIJA ENTRE LAS TRES FÓRMULAS SIGUIENTES:

a) La metafórica legítima, reconocida y prestigiosa. Caballo de batalla de los viejos poetas (más de 50 años).
Ejemplo:

«y sobre las cenizas
llegan los milicianos, llegan
como rosadas caracolas
que golpean mi corazón».

b) La conversacional, elegante, moderna, personal, propia para poetas entre los 30 y los 40.
Ejemplo:

«porque es grande como el amor,
definitivo como el amor
esto que construimos».

c) La antipoética ortodoxa, rebelde, juvenil, novedosa, atractiva: la fórmula ideal para el poeta joven.
Ejemplo:

«ancha como la espalda de mi padre,
la revolución es así,
del carajo».

Pero cuando uno es, exactamente,
un miliciano y se mira al espejo y no halla
una caracola rosada enfrente;
cuando uno sabe que lo que construimos es como el amor,
pero también es como el odio y como tantas,
tantas cosas;
cuando las espaldas estrechas de mi padre
(que nunca llegó a entender verdaderamente la Revolución)
se están pudriendo ya
bajo la tierra…

por eso, entre las fórmulas de lujo,
¿CÓMO HACER UN POEMA?
seguía yo escribiendo mi poema,
¿CÓMO DECIR LO QUE DEBO DECIR?
hablando de aquellos ojos terribles
hasta que fui al balcón y miré, vi desde el balcón
la gente que subía, yo que bajaba
y que era uno más entre las hileras de gentes;
yo, construyendo un mundo que me deja nacer
porque me aplasta,
buscando un sitio donde comer algo, el cuerpo aquí
y el alma en el futuro;
yo, trabajando, lleno de esperanza,
dispuesto a disparar contra la muerte;
yo, leyendo un periódico de cuatro páginas casi sin noticias,
tan lejano.
Creo que fue hace dos o tres meses
que rompí aquel poema;
que arrojé al viento de La Habana el montón de papeles
que voló sobre la avenida,
mientras la gente alzaba la cabeza;
que comprendí que el único modo real de decir todo era,
sencillamente,
decir todo.

El libro rojo, 1970.


Osvaldo Ulloa

Todavía te busco y no te encuentro, detalle XX, de Javier Azurdia

Osvaldo Ulloa (Chile, 1954-2008), discípulo aventajado de Ernesto Cardenal, es autor de breves poemas, de lenguaje sencillo y natural, en torno a la trascendencia del amor. Conjuga la tradición clásica del epigrama con referentes e imágenes muy contemporáneos.

NO TENÍA QUÉ COMER…

No tenía qué comer
pero te tenía a ti, poesía
no tenía donde dormir
pero te tenía a ti, poesía
no tenía qué ponerme
pero te tenía a ti, poesía
y cuando me empezó a ir bien
cuando empecé a comer bien
cuando tuve una blanda cama
cuando fueron varias mis camisas
cuando ella empezó a amarme de veras
entonces tú creyendo que era feliz
te fuiste lejos
dejándome ciego sordo mudo.

Poemas de amor, 1996.


Piedad Bonnett

La vecina de enfrente, de Heriberto Cogollo

Según Piedad Bonnett (1951), los poemas expresan «las incertidumbres eternas de una manera siempre nueva». La crítica reconoce en ella a una de las más valiosas voces de la poesía colombiana contemporánea, capaz de indagar, con un lenguaje hondo y transparente, en las más profundas galerías del alma.

VUELTA A LA POESÍA

Otra vez vuelvo a ti.
Cansada vengo, definitivamente solitaria.
Mi faltriquera llena de penas traigo, desbordada
de penas infinitas,
de dolor.
De los desiertos vengo con los labios ardidos
y la mirada ciega
de tanto duro viento y ardua arena.
Abrazada de sed,
vengo a beber de tus profundos manantiales,
a rendirme en tus brazos,
hondos brazos de madre, y en tu pecho
de amante, misterioso,
donde late tu corazón como un enigma.
Ahora
que descansando estoy junto al camino,
te veo aparecer en cada cosa:
en la humilde carreta
en que es más verde el verde de las coles,
y en el azul en que la tarde estalla.
Humilde vuelvo a ti con el alma desnuda
a buscar el reflejo de mi rostro,
mi verdadero rostro
entre tus aguas.

De círculo y ceniza, 1989.


Francisco José Cruz

Frenhofer, de Miki Leal

En la poesía del sevillano Francisco José Cruz (1962) predomina la expresión directa, irónica y reflexiva. El poema se convierte en una crónica lúcida de la realidad.

EL TRAVIESO

Siempre hay que recordarle al poema
que tiene que ayudarnos a escribirlo.
Su carácter ausente casi nunca
colabora con la necesidad
de decir que tenemos.
Él tiene la manía incorregible
de no expresar lo que pensamos,
de proponernos otras cosas
e incluso, con frecuencia, de callarse.

Por esto, debemos obligarlo
a escuchar cada palabra que decimos
—si es posible en voz alta—
hasta que consigamos que se siente
en la arena remota de algún folio
y con sus dedos de aire vaya haciendo
el dibujo preciso de la voz.

El poema no aguanta aquí sentado
y a los pocos renglones ya desobedece,
trazando con los pies
los garabatos que le van saliendo
a la vez que se acerca hasta la orilla
del folio y allí naufraga,
como un niño advertido del peligro
que implica no hacer caso a quien lo cuida.

Maneras de vivir, 1997.