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Francisco Bejarano

El mago, de Carmen García

La poesía de Francisco Bejarano (Jerez, 1945) se caracteriza por la musicalidad del verso, la sobriedad sentenciosa, el equilibrio entre emoción y belleza. El transcurrir del tiempo, el desengaño amoroso y la mitificación de la infancia son algunos de sus temas.

ARIA DE BRAVURA

Yo no quise la turbia
soledad de los versos,
sino la vida clara
sin reflejarla en ellos.

Conocer las desdichas
por los libros ajenos
en la plaza y el retiro
de mis días benévolos.

No pude. Aparecía
un pájaro siniestro
y yo le hacía frente
con las armas que tengo.

Las tardes, 1988.


Jaime Jaramillo Escobar

Estudiante muerto, de Alejandro Obregón

La poesía de Jaime Jaramillo Escobar (1932) o X-504, su seudónimo dentro del nadaísmo, movimiento literario subversivo de finales de los 50 en Medellín, se caracteriza por el uso de versículos sentenciosos e irónicos.

PERORATA

¡Señoras y señores, oh, señores!

Mirad esta caja roja. ¿La veis? En ella traigo mi poema, que se irá desenrollando ante vosotros, aquí frente a vuestras miradas, haciendo sonar sus crótalos de colores y estirando la cabeza para veros mejor y de vez en cuando lanzaros un picotazo.

Ya la voy a abrir, la estoy abriendo, ya se mueve, poned atención, el poema empezará a salir pronto de esta hermosa caja roja con música incorporada, esta caja de sorpresas tan liviana y tan bella.

Mientras muevo mi mano en su interior para amansar el poema, os voy diciendo, oh señores: no leáis poemas pesados, ni ásperos. El poema tiene que ser flexible, escurridizo, ondulante, con un cuerpo frío que os estremezca y en la cabeza una boca capaz de haceros cualquier cosa.

Atención, señores, ya empieza a salir el poema. Mientras sale, os voy diciendo, oh señores: no comáis poemas calientes; el buen poema se come frío.


Pedro Lastra

Contorsión, de Hugo Marín

La experiencia del exilio y la extranjería, el amor a los libros y la celebración de la amistad son temas recurrentes en la poesía del poeta y crítico literario Pedro Lastra (Chile, 1932).

ARTE POÉTICA

En un cielo ilegible he pintado mis ángeles
y es allí que combaten por mi alma,
y en la noche me llaman de uno y otro lado:
no en el día,
porque la luz les quita la palabra.

Noticias del extranjero, 1959-1998.


Macedonio Fernández

La Venus criolla, de Macedonio Fernández

El argentino Macedonio Fernández (1874-1952) cultivó una poesía de pensamiento, en torno a la Vida, la Muerte y el Amor, desde una visión idealista extrema. Fue una poesía cálida y conceptuosa a un tiempo, pudorosamente lírica y tocada por instantes con notas de fino humor.

POEMA DE POESÍA DEL PENSAR

A Jorge Luis Borges, con devolución de la Luna, este deterioro de astronomía y Astronomía de Enfrente.¹

INTENTO DE ESTA POEMÁTICA.

La máxima esperanza de Poesía es que el mundo (la Contingencia) sólo exista por consentimiento de la Conciencia en su naturaleza de amor, que como tal vive de lo idéntico y por ello aquiesce a ese modo de lo idéntico que es la regularidad, la uniformidad.

Lo que se ha llamado la «metafísica» de Poe es la metafísica que no pudo esperarse de un poeta, la de las moléculas; la metafísica del poeta es la naturaleza de la conciencia en su aptitud de recepción activa del acontecer o contingencia.

La poesía es cada acto de esta aceptación. ¿Por qué será que le place a la Conciencia ese consentimiento?


José Manuel Benítez Ariza

Menina 26, de Carmen Casanova

Menina 16, de Carmen Casanova

La poesía de José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963) se basa en la intensidad de la sugerencia. El sujeto poético de sus versos, desde la lucidez o desde el aturdimiento, analiza los resortes de la conciencia, a la búsqueda de algún tipo de certidumbre.

POÉTICA

Es posible que estemos confundidos;
que acaso por haberles
hecho excesivo caso a los dictados
de una noche confidencial,
o a los razonamientos
precisos del insomnio, muchas cosas
que parecían claras
permanezcan oscuras. Y que hayamos
olvidado otro modo de pensar
anterior, más abstracto, parecido
a ese juego de niños que consiste
en encajar figuras en un hueco
con forma de manzana, de triángulo,
de estrella (más bien pienso
en un niño obstinado, que se empeña
en poner el triángulo en el hueco
de la estrella)… O, tal vez,
en el fondo se trate de otro juego
más simple, consistente en juntar cosas
desiguales, que evocan otras cosas:
un caracol, un ábaco, un sombrero
que son el tiempo, el miedo, la cercana
presencia de la muerte (de la muerte,
que es un niño que encaja una figura
de pájaro en el hueco de una luna);
para acabar sacando del sombrero
–y aquí es inevitable hacer de mago,
son gajes del oficio–
un paraguas que se abre y del que salen
palomas silenciosas que nos dejan
un nudo en la garganta. Y uno, en ese
momento, balbucea como un niño
(otra vez ese niño de antes, ya
cansado y aburrido)
y se escucha a sí mismo y se consuela
buscando en el dibujo de la alfombra
la pieza que le falta, la silueta
cambiante de la nube
que se le escurre siempre entre los dedos.

Los extraños, 1998.