Categoría: Literatura cubana

Fayad Jamis

Che, de Fayad Jamis

Dentro de la generación poética cubana del 50, destaca la voz de Fayad Jamis (México, 1930- Cuba, 1988), por su compromiso político humanista y por la unión de imágenes surrealistas y coloquialismo.

LA VIDA

¿Querías que el poema fuera solo
la sombra de la lila el recuerdo de la fuente
el día puro ahogándose en mi angustia?
¿Querías que el poema sólo hablara en voz baja
en medio de la tarde
cuando el sueño con olor a savia entra en los nidos
y tantas cosas vivas parecen estar muertas?
Pero ahora mientras tú me escuchas la primavera estalla
y mi poema no tiene lilas ni venas adormecidas
sino el cercano rumor de la realidad
Yo mismo me muevo y trabajo y remuevo
cosas viejas e inútiles y siento
cómo respiran mis hermanos de lucha
y mientras fumo nace este poema
y mientras crece mi poema
canta en mi patria la primavera
Querías que sólo hablara mi silencio
y ahora mis huesos gritan y mi voz no está sola
y te digo que la noche es hermosa en la ventana
y más hermosa en el sudor de los que luchan
en el taller o en la trinchera
en este instante en que una estrella de alas blancas
perfora la oscuridad del mundo
Pues aunque esperes que de mi poema
la sombra de una lila caiga en la tarde
sólo verás caer mi puño cerrado y en mis versos
florecerá con todos sus fuegos la vida.

Por esta libertad, 1962.


Lourdes Casal

Sin título, de Gustavo Segui

La cubana Lourdes Casal (1938-1981) vivió mucho tiempo exiliada en Nueva York, hecho fundamental en su literatura. La relación entre espacio, memoria y subjetivación es el eje principal sobre el que se apoya su obra poética.

HAY NOCHES COMO ÉSTAS…

Hay noches como éstas,
San Bartolomés de la palabra
en que los versos oprimidos
estallan con violencia inesperada.
Palabras
juntan
revolución.

Palabras juntan revolución, 1981.


Dolan Mor

Lektor, de René Francisco

La poesía de Dolan Mor (Cuba, 1968) está llena de humor inteligente, autoironía y guiños culturales al lector. Su versatilidad estilística se evidencia en el recurso al heterónimo.

ARTE POÉTICA

“No hables en tus poemas del ruiseñor
de Wilde, ni menciones amor, perfume, labio o rosa
–me dice en los manuales Ariel Rivadeneira–
y yo evito poner en cada verso escrito
un ala, algún jardín, la luna de Virgilio,
y hasta a veces me niego, sentado
en el alféizar, a mirar las heladas
del invierno en España, porque queman
las ramas de los árboles todos y la niebla
me invita a escribir con nostalgia
“y ese signo, nostalgia, –me dicen
los manuales– es señal del pasado,
y se debe escribir sin alma, con estilo,
igual que si torcieras el cuello
de una garza con desprecio en tus dedos”.

“Habla de cibernética y de física cuántica,
menciona blog, pantalla, correos
electrónicos” –me aconsejan los críticos–.
Y yo sumo las cifras o despejo ecuaciones,
digo leyes, neones, sistemas invisibles
que arman genios, científicos.
También menciono genes, vídeos,
ordenadores, y hay instantes, incluso,
que hablo sin meditar y construyo asonantes
al decir aeropuertos, submarinos, aviones
y algún laboratorio (…), móviles, cines, clones.

Pero aunque logre versos posmodernos
siguiendo los consejos de sabios
que hablan de poesía como hablar
de la historia, de mercados, teoremas
que establecen los pliegues en las cuerdas
del tiempo, no he logrado escribir
el poema perfecto, e incluso
cuando leo alguna línea aislada
de Wilde entre las sábanas, y todos
mis maestros (con diplomas de masters
y perfil de doctores) se divierten
en bares o en los pubs de internet,
yo lloro como dama sin remedio
y me jode el viejo de Quevedo,
y me arriesgo, en la cama, a que digan
los críticos en los post o en revistas:
“¡qué anticuado y qué griego se volvió
Dolan Mor leyendo a los antiguos!,
si hasta le creció un día, encima
de las cejas, (en lugar de la gorra
ladeada sobre un piercing) un ramo
de laurel…
Pero logró dos cosas: pasar
imperceptible delante de los hombres,
como dijo Epicuro, y escribir con la espalda
inclinada en la hoja
, sin cederle la mano
al influjo variable del tiempo y de las modas”.

2006. Inédito en libro.


Juana Borrero

Fantasía de primavera, dibujo de Juana Borrero

La poeta cubana Juana Borrero (1877-1896) murió con sólo 18 años. Sus poemas, sensuales, melancólicos y dolientes, asombran por la insólita precocidad de su autora y por el halo de misterio que los envuelve.

EL IDEAL

¡Yo lo siento en mi alma!… Él me reanima
Y me presta el calor del entusiasmo,
Él me muestra a lo lejos, siempre verde
Laurel inmarcesible y codiciado!

Él inspiró los cánticos fugaces
Do rimé mis primeros desengaños,
Él me conduce ahora sonriente
Por la senda difícil del trabajo.

Cuando a veces me postra el desaliento
O la nostalgia ardiente del pasado,
Él me ilumina un porvenir glorioso
Con el fulgor benéfico de un astro.

Donde quiera me lleve he de seguirle
Y aunque deba morir en suelo extraño
Yo cruzaré tras él siempre serena
La inmensidad grandiosa del Océano.

¡Oh patria! Si la muerte inexorable
No me detiene con su helada mano
En mitad de la senda peligrosa
A donde en pos de mi ideal me lanzo,

Tu recuerdo que siempre irá conmigo
Me dará nuevo ardor ante el obstáculo…
¡Yo salvaré mi nombre del olvido!
¡Yo lucharé por conquistarte un lauro!

1893. Rimas, 1895.


Virgilio Piñera

Interior con balcón, de Carmelo González

El cubano Virgilio Piñera (1912-1979), dramaturgo, narrador y poeta vinculado en sus inicios literarios a la revista Orígenes, es autor de versos de lenguaje barroco y desgarrado. El debate entre vida y literatura es uno de los ejes temáticos de su poesía.

POEMA PARA LA POESÍA

Avanza el mar y quiere el blondo pez ensimismarse lentamente,
ensimismarse sin la menor espuma en medio de estos peces agrupados
junto a una estatua combatida ferozmente por la única ola
que viene de noche a morder su rostro impasible.
No, yo no quiero entrar por esa puerta:
pequeñas conchas y fúnebres caballos haciendo la vida,
sin la menor ondulación, sin el menor simulacro de mascarada,
todo claramente como si un sueño fuera a producirse.

Así vamos en la deteriorada vértebra a salir al mar,
notablemente arrugado sin mi amoroso deseo,
sin los castillos donde lame un perro.
Estos animales venían de muy lejos,
sin traer en sus patas el postrer deseo de las damas.
Entra el cartero y me entrega la carta recibida en el sueño,
esas tarjetas con la pálida Rosamunda parada sobre sus senos.
Imposible pensar la vida a través de una lluvia matemática.