Joan Maragall (Barcelona, 1860-1911), figura central del modernisme catalán, concibe la poesía como “palabra viva”, dictada por la inspiración e indisociable de la vida.
LA ODA INFINITA
Tengo una oda empezada
que no puedo acabar nunca:
me la dictó día y noche
todo cuanto canta al viento,
cuanto brilla en el espacio.
Fue entonada por mi infancia
entre ensueños de amor puro;
decaída y medio enferma,
mi juventud la repite
con más seguro compás.
Con voz más fuerte en seguida
me ha dictado nuevos cantos;
mas cada año que se va
contemplo otra estrofa muerta
y perdidos consonantes.
Yo no sé cómo empezaba
ni sé cómo acabará;
tengo el pensamiento esclavo
de una fuerza que se calma
dictándola sin cesar.
Y así, siempre a la ventura,
sin saber si rima o no,
enlaza la mano incierta
la amargura con el gozo,
himnos de alta adoración.
Por mi gloria, sólo quiero
que, si alguien sabe esta oda,
al instante de morir
de memoria me la diga
palabra a palabra, entera.
Que me la diga al oído,
hilo a hilo, destejiéndola
de la ignota maravilla
con que la vida prepara
la tela firme y sutil.
Y sabré si en lo que piensas
–¡oh poeta extasiado!–
hay un rumor de cadencias
del ave de inmensas alas
que anida en la eternidad.
1888. Traducción de Diego Navarro y Fernando Gutiérrez.