Juan Gustavo Cobo Borda (Bogotá, 1948-2022), una de las voces más singulares de la lírica colombiana de la segunda mitad del siglo XX, concibe la poesía como exaltación y crítica. Testigo incómodo de su tiempo, sintetiza en su poesía su desencanto hacia el mundo.
POÉTICA
¿Cómo escribir ahora poesía,
por qué no callarnos definitivamente
y dedicarnos a cosas mucho más útiles?
¿Para qué aumentar las dudas,
revivir antiguos conflictos,
imprevistas ternuras:
ese poco de ruido
añadido a un mundo
que lo sobrepasa y anula?
¿Se aclara algo con semejante ovillo?
Nadie la necesita.
Residuo de viejas glorias,
¿a quién acompaña, qué herida cura?
Consejos para sobrevivir, 1974.
RETÓRICA
Que tus errores no sean frutos del azar o del prejuicio
sino que tú los elijas
como quien elige su remordimiento
y el consiguiente castigo.
Y que conozcas, por fin,
tu íntima flaqueza y una abyección distinta.
Inútiles tus disculpas ante eso que aflora:
la cursilería, tan mal gusto.
Y que ojalá la libertad, arduamente conseguida,
te devore y te anule
concediéndote la dicha inadjetivable
de ser tú mismo
o sea nadie, nada;
apenas algo que se repite, y se repite.
Todos los poetas son santos e irán al cielo, 1983.
APOLO Y DAFNE
Me he acostumbrado a amar la sorpresa.
El hilo de una mirada estableciendo un puente silencioso
en medio de la algarabía de la gente.
Así la vida deja atrás el rencor indefenso
y su desamparo hiriente
entregándonos humor y cariño como prendas.
¿Pero cómo mantener esa dicha y lograr que subsista,
si sólo eres fiel a las palabras
y el voluble carácter no logra llevar a su término
los deberes aceptados?
Ninguna responsabilidad, salvo el canto.
Toda la responsabilidad, porque canto.
Pido el mismo rigor del cual reniego
pero también es cierto
que el exceso de milagros se torna fácil
y al final sólo nos concede una fiesta atolondrada.
Tú eres hoy el misterio sin orillas
y la metamorfosis que te arrastra
en su torbellino de hechos.
¿Pero cómo decirlo
si ensucié mi pensamiento con deseos débiles
y la prisa me vedó el intenso resplandor de lo que es obvio?
¿Si fui descuidado y falaz
recobrando con trampas
lo que la frivolidad había degradado?
Quería hablar apenas del bálsamo que alivia todo miedo
y del terror que solloza como un animal inerme
a las tres de la mañana. Es tan frágil todo lo nuestro
y tan complicadas las cuerdas que nos sostienen
que debo controlar en cada línea matiz y peso.
Sólo así conservaré la inocencia.
Al volverse mecánica la rutina ennoblece.
Por ello quería traer aquí tu mano
que marca en la mejilla su piedad inteligente.
Gracias a ella la compulsión se esfuma
y vuelve a correr el tiempo.
Escribir es rezar de modo diferente.
Las únicas noticias que valen la pena están en los poemas.
Todos los poetas son santos e irán al cielo.
Todos los poetas son santos e irán al cielo, 1983.