Collage de la serie El mundo roto, de Romà Vallés

Para Juan-Eduardo Cirlot (Barcelona, 1916-1973), poeta visionario, cercano al surrealismo, que mantuvo el espíritu de las primeras vanguardias en la España de posguerra, la poesía es “un esfuerzo por encontrar el umbral de la ultrarrealidad”.

EL POETA

Ese hombre de cabellera dispersa, no es otra cosa que el exhumador de un mundo antes irredento. Ha aprendido, sufriendo, fórmulas mágicas que los otros desconocen: conjuros para evocar y recrear las danzas interiores.
Razas sordomudas, perdidas en sus parajes profundos, cobran voz bruscamente y, desde el valle dormido bajo la niebla, ese coral suena iluminando regiones desoladas o magníficas.
Así hasta que toda la tierra se convierte en eco.

Árbol agónico, 1945.

A APOLO MUSAGETA

Un inmenso dolor quiere ser canto.
En la orilla celeste del paisaje.

Coronado de olivos suplicantes
¡Oh Dios, arrodillado, yo te invoco!

Intento comunicar tus ojos fríos,
tus sienes de platino inaccesible.

Voy vestido de negro, rosas negras
ofrezco a tus sublimes manos puras.

Tú que fuiste pastor, mírame esclavo
por senderos que pisan los corderos.

Domina mi temblor con tu inmutable
sonrisa que refleja el horizonte.

Las nubes lentamente me traspasan,
me muevo en un silencio desolado.

¡Incéndiame de espadas y de gritos
y mira cómo sufro entre tus labios!

Árbol agónico, 1945.